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Un profesor de la Nacional cuyo nombre no recuerdo decía que la fórmula para tener éxito haciendo TV en Colombia era muy sencilla: se trataba de tener en la parrilla de programación diaria noticieros para ostentar poder, fútbol para ganar prestigio y ¡novelas para hacer plata! Así mismo, hace unas semanas Ricardo Galán, director de la Comisión Nacional de Televisión y anterior jefe de prensa de Palacio, dijo que la tele colombiana actuaba el libreto de las tres efes –y no se refería al antiguo lema que injustamente distinguía a Manizales como la tierra Fea, Fría y Falduda- aludiendo a la Furia reflejada en los periodísticos de teve que tematizan el violento orden público; al penetrante Fútbol que inunda nuestros canales que no le pierden pista ni al Torneo del Barrio Olaya y a la Farándula que embriaga con su coqueto glamour anoréxico la sensatez del más reposado televidente. En resumen, la “cajita embrutecedora” maneja la rentabilidad de su rating a punta de bombas, goles y tetas en franja prime time. Al respecto no me puedo callar lo siguiente: 
 
Primera F
Sin temor a equívocos, los colombianos vimos en el remate de este escalofriante año varios acontecimientos de los que difícilmente nos olvidaremos. Aunque eso es una frase retórica ya que si algo nos distingue como nacionales de éste país es la proverbial amnesia detectada por Arquímedes, maravilloso personaje que Gabito creó para describir esta Locombia hecha Macondo. Un rápido inventario de los sucedido en el 2007 tendría que resaltar la conmovedora carta de Ingrid que, facilito- facilito, es el mejor texto de literatura producido en Colombia en la última década: difícil no estremecerse de dolor e indignación al pasar la vista –y el corazón- por ese mensaje desgarrador que no tuvo, ni siquiera, la oportunidad de la discreción del gobierno que prefirió divulgarla como botín de guerra, importándole un pepino la intimidad familiar, antes que la humanitaria intimidad. Ese cruel acto describe al gobierno de turno: un sanedrín cuyo Anas de apellido Uribe se cree –en palabras del metamorfoseado Lucho- “enviado de Dios”.
 
La sentida misiva enviada por Ingrid desde las montañas de Colombia (esa espesa jungla gobernada por añejos com-patriotas plagados de espíritu revolucionario que han mutado en sin-patrias vaciados de espíritu; es decir des-almados) ilustra de forma portentosa lo atroz del secuestro cuyo verdugo directo es la guerrilla –eso es verdad de Perogrullo- que goza del impiadoso auspicio del presidente de la República que pudo tener la estatura de Abraham Lincoln, pero, como lo sugiere la todavía atractiva Ingrid Betancourt, no supo vencer muchas “Praderas y Floridas” para dejar aflorar una pizca de humanidad. A propósito de ese fragmento epistolar, es contundente el elogio que la ex candidata presidencial hace de la cultura estadounidense; un reconocimiento que por sus circunstancias resulta irrebatible por más antiimperialistas que nos proclamemos… como resulta indiscutible el peso histórico y político que todavía tiene Francia como adalid de la libertad y los ideales ilustrados; todos al leer la carta vimos el majestuoso faro francés mencionado por Ingrid y escuchamos la gloriosa Marsellesa que se filtraba por sus altos ventanales. Confieso que, en secreto musité “Gracias” al pueblo franco- galo que sostiene altiva a su ciudadana más querida por estos días.
 
¿Quién no se ha preguntado qué haría el presidente si tuviera un hijo secuestrado? TODO es la respuesta que enunciaríamos sin vacilar: AUV negociaría, llamaría a tranzar, despejaría, conciliaría; hasta se disfrazaría de neoliberal, general, dictador, reeleccionista, chavista, terrateniente o paramilitar si eso le quitara las cadenas del secuestro a su ser amado. Dicha reacción sería obvia: daríamos nuestra vida y hasta lo que no tenemos –incluso llegaríamos a traicionar nuestros principios- por tener entre nosotros a los nuestros; de eso ha dado contundente fe un hombre como el profe Moncayo (que enaltece el oficio de los que somos docentes de sociales) y la reina del coraje nacional: la bella Yolanda Pulecio. Tan espeluznante hipótesis aparece luego de que la Casa de Nariño revelara un presunto intento de secuestro, por parte de las FARC, a la progenie Uribe- Moreno; menos mal que se frustró ese bestial delito, aunque muchos no le creamos ni una coma a los inverosímiles comunicados de prensa emitidos desde Palacio que nos recuerdan los “falsos positivos” del primer semestre del año y la increíble grabación hecha al primer mandatario, con lenguaje de verdulera a bordo, que –en apariencia- los medios de comunicación (especialmente la TV) filtraron y repitieron hasta la saciedad.  
 
La Segunda F
Ahora permítanme que pase con vulgaridad, cual telenoticiero colombiano, del orden público a los goles. Agoniza el torneo colombiano que coronará al Atlético Nacional como justo campeón criollo: los números lo avalan con contundencia; no obstante su paso a la final fue viciado al ser evidente la ayuda arbitral. Frente a eso muchos han repetido: “Nacional por la campaña del año merece la estrella”, ante lo que habría que replicar; el fútbol no es de merecimientos retroactivos. Nacional pudo haber ganado todos los partidos del año 10 x 0, pero –por el sistema del torneo de Dimayor- si no clasificaba a la finalísima al faltarle puntos para ser el primero del grupo ¡pues no pasaba y punto! El fútbol no tiene por qué ser justo; si lo fuera Inglaterra nunca hubiera sido campeón en el 66 y Holanda tendría al menos una Copa Mundo en sus vitrinas.O sino para qué semifinales y mejor regresemos al antiguo sistema de puntos que rige en ligas como la de Argentina; las de España, Inglaterra e Italia por nombrar las más prestigiosas; por lo que hay que decir que el título verdolaga es legal más no legítimo ó en palabras de Serpa que “ganó, pero no convenció”.
 
Otro hecho del fútbol que merece comentario es el de la reciente Copa Mundial de Clubes ¡Qué paseo el del AC Milán al Boca Juniors! Pero lo que quiero señalar es la actitud soberbia e indecorosa de los argentinos que no soportan ser segundos, cuestión que sería plausible si fuese esporádica; pero ya se va convirtiendo en una costumbre de mal gusto que se quiten la medalla de subcampeón (o que se rehúsen a recibirla como sucedió cuando el Once Caldas les ganó la Libertadores de 2004, fecha en la que falazmente argumentaron “que no sabían que al segundo se les daba premio”) y que no se queden a felicitar a quienes les ganaron en franca lid cuando estos reciben el trofeo mayor. Esa cultura de la victoria como único camino posible, del triunfar a cualquier precio y de jugar finales “sólo para ganarlas” puede ser un reflejo de los tiempos de hoy en el que el exitismo es un ideal social estimulado desde la infancia y potenciado por la mass media; pero los gauchos –como en un reality– lo llevan a nocivos extremos performáticos; lo estrellan con el límite del absurdo.
 
Tercera F
Sin tetas no hay Paraíso es la mejor máxima para abordar este tercer tema de televisión y sociedad: los culos de gimnasio, las tetas de silicona, el abdomen de quirófano y el diseño de sonrisa de Marlon Becerra son necesidades de mercado creadas en y desde la televisión por programas como “Cambio Extremo” y “Nick Tup”. De esos cantos de sirena que intercambian fugaz vanidad por metálico contante y sonante han “sido víctimas” muchas estrellas del jet set que se resisten a envejecer y asumir el rol de su tiempo: la mamá de la transformada Marbel vio la luz del túnel mientras se practicaba una liposucción y hasta “feos queridos” como Higuita y Maradona, cuyo prestigio está más allá del bien y del mal, han expuesto sus humanidades a la falacia del bisturí. Toda una industria de la belleza mentirosa orquestada por los emporios Santodomingo y Ardila Lülle que ven amenazado su gallina de los huevos de oro con la posibilidad de un tercer canal en la pantalla nacional y con la oferta de los canales internacionales que nos sacudirían un poco del letargo alucinante producido por el heno que los 365 días del año Caracol y RCN TV nos arrojan a los ojos.
 
Total: un juicioso escrutinio de la TV de nuestro país nos devela y revela buena parte de lo que somos como nación ó de lo que queremos ser ó de cómo queremos vernos y que nos vean. Así es nuestro país; un pueblo que –según estadísticas- es el sexto que más trabaja en el mundo, el del mayor asesino en serie de la historia; el de más fosas comunes del siglo XX; el segundo en desplazados y el cuarto en refugiados; pero el segundo en felicidad ¿Será ello amnesia o masoquismo? ¿Será ello un culebrón o un reality show? Júzguelo usted mismo o peléese esta noche el control remoto de su casa para averiguarlo haciendo zapping entre el noticiero, el partido o la novela de turno.

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