Hace poco tuve la fortuna de cumplir el viaje de bodas con mi esposa. Claro que la deuda había que pagarla luego de seis años de casados. Seis años felices pese a los normales y extraordinarios problemas que se suscitan cuando dos personas se van a vivir. Claro, casi todos generados y provocados por mí. Hay que ser honesto, al menos, en eso. Pero lo mejor de todo es que conocí (ella ya había ido) el Mar Caribe y pude caminar por vez primera por Santa Marta, Barranquilla y Cartagena. Como cosa curiosa, pa’ un cachaco de clase media, había conocido primero el Océano Pacífico en Perú y Chile (incluso ese «Mar de Bolivia» que es el Lago Titicaca) y las playas cercanas a Buenaventura.
Sin embargo, lo mejor de todo fue que logré, junto a mi mujer, llevar a cabo un periplo etnográfico que me está sirviendo de sustento para escribir mi tesis de posgrado en antropología. Visitamos los gimnasios de box de esas tres ciudades en la que tuvimos el chance de charlar largamente con boxeadores en ejercicio y con leyendas vivas del pugilato nacional como Irene ‘Mambaco’ Pacheco, Emiliano «El Titán» Villa, Alfonso Pérez (medallista de Múnich 1972), Martín Valdéz (el, primo del ‘Rocky’), Miguel Happy» Lora y -sobretodo- con Bernardo Caraballo; aquel que en voz de todos los expertos consultados «Partió en dos la historia del boxeo colombiano».
Estoy en mis cuarteles de invierno escribiendo mi tesis y divirtiéndome con la transcripción de las entrevistas (mi ‘costilla’ las está desgrabando)… ahora mismo tengo fresco en mi memoria dos relatos sobre el «Campeón» Caraballo que no me resisto dejar de contar:
Cuando Caraballo disputó el título mundial, en 1964, ante Edder Jofrey le dedicó -a través de la radio y la tele- la pelea «al mansito ese que está allá» refiriéndose al presidente de la República de entonces (Guillermo León Valencia). La cosa es que Caraballo perdió la pelea (más por ingenuidad que por incapacidad) y al día siguiente fue citado en Palacio de Nariño. Su entrenador -medio en sorna, medio en serio- le dijo: «Ves Caraballo, el Presi te va a joder por perder y por llamarlo ‘man'», ante lo cual el pugilista cartagenero respondió «¡Qué vaaa… ese man podrá ser el Presidente, pero yo soy el campeón!!!».
La Segunda cuenta que Caraballo fue el primer nacional en traer al país un par de tenis con luces incluidas. Se trata de esos foquitos insertados en la suela de los zapatos, que se activan cada vez que se toca el suelo y que hoy son la sensación de los niños. Pues bien, todos en «El Corralito de Piedra» narran como Caraballo mandaba -en las noches- a bajar las cañuelas (los fusibles de alta tensión) del barrio en dónde vivía pa’ salir a caminar -con andadito de Fercho Durango- con su flamante adquisición ¡Todo un chicanero!
Hay más anécdotas,
desde luego, pero de esas me acordé ahora que empecé esta nueva era de blogotá que estará más acorde con el sentido de los blogs que es compartir experiencias individuales, sin mayores pretensiones académicas ni periodísticas. Hasta la próxima.
Es muy bueno que alguien nos recuerde a Caraballo pues somos muchos que quizás no sabíamos de él y de lo buen boxeador que fue, aparte de la personalidad porque definitivamente es todo un personaje; ah y ojalá siga repitiendo esos viajes con tu familia, eso sirve para conservar la unión familiar. Felicitaciones
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Gracias Camilo por tus generosas palabras. Éxitos en tu nueva vida familiar y en tus estudios. Nos hablamos. Un abrazo. DQ.
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Primo que buen blog, lo felicito por ese viajecito de bodas con esa gran familia que tiene sigue asi que yo como buen familiar, que familiar buen parcero que soy de usted me siento orgulloso de tener un primo echao palante y siempre lo apoyare donde sea por que usted para mi es un gran ejemplo a seguir.
FELICIDADES.
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