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Cada vez que reviso el asunto me gusta menos. Ni siquiera la tardía explicación del presidente de la Fedefútbol, Luis Bedoya, me convence. Bogotá fue excluida como sede del juego ante Ecuador, con el peligro de que pase lo mismo en las siguientes fechas de eliminatoria. No se trata de chovinismo local, tampoco de azuzar regionalismos estúpidos. Vivo en Bogotá, pero no nací aquí. Sin embargo, he estado al tanto de la inversión que el Distrito Capital, con dinero de nosotros los contribuyentes, realizó en la adecuación de El Campín para que fuese «Casa de la Selección». Pero no sólo se trata de plata, también de ilusión y expectativas. Creíamos, así nos lo vendieron, de que la «Tricolor», nuestra Selección, jugaría todos sus encuentros en la ciudad. Es más: en su momento todos, incluido el mismo dirigente Bedoya, hablaron de las ventajas deportivas que tenía Bogotá: campos de entrenamiento, infraestructura en laboratorios fisiológico- médicos, conexiones aéreas expeditas, cobertura de lujo en hoteles para hinchas y delegaciones extranjeras y la ventaja de la altura que ahora se presenta como un punto negativo. Cosas de la dirigencia: voltean la torta según les convenga.

Por eso ha caído mal la posición de Medellín, como en su tiempo hizo Barranquilla. El alcalde Alonso Salazar ha promovido como sede permanente del onceno nacional a la «Bella Villa». Eso en principio no está mal. Él está en todo su derecho y la capital paisa no tiene porqué sustraerse del gustico, como dijera el presidente Uribe. Lo reprochable es el oportunismo. La falta de tacto. El no llamar al alcalde Samuel Moreno para preguntarle por los compromisos de la Federación, que los hubo, con Bogotá en tiempos de Lucho Garzón. Eso es hacerle el juego a la cultura de la rapiña y eso es practicar la moda nacional de criticar la cuidad en dónde vive el 20% de los colombianos.                  

El otro papel lo ha jugado la prensa. Dicen que la altura de Bogotá actúa en contravía del propio seleccionado cuando en Quito es todo lo contrario con todo y que el 80% de la selección «bananera» juega en el exterior a la altura de nivel del mar ¿Por qué en Ecuador e- incluso- en Bolivia el metraje S.N.M si sirve y en Colombia no? Todo pasa por el fútbol. O no me digan que Colombia jugó mejor en Medellín de lo que ha actuado en Bogotá. Le ganamos a Perú, es cierto, pero sufriendo. Además el equipo «cholo» es el colero de la eliminatoria, por si acaso. Además el «descender» de altura favorece en vez de afectar. Los ecuatorianos «van a volar más» en Medellín de lo que podrían hacer en Bogotá. Pregúnteles a los fisiólogos.

Muchos periodistas de Bogotá parecen hablar por el estómago. Claro, les interesa más el viaje a una sede distinta a la que están trabajando y eso hasta es comprensible: además del paseo están los viáticos para cobrar. Perdónenme que escriba así, pero eso parece al oírlos, al verlos y al leerlos.

Que los directivos definan cuál va a ser la sede. Si es Barranquilla, Medellín, Cali, Manizales, Leticia o Puerto Leguízamo la respaldaremos a muerte, pero que no manoseen las ciudades ni a los ciudadanos que vivimos en ellas pintándonos «pajaritos de oro» e inflándonos globos que después nos hacen estallar en la cara como si nada. Por eso es que los aborrecemos. Por eso estamos como estamos. Punto.

*Este artículo fue publicado inicialmente en el semanario futbolero NUEVO ESTADIO.

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