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Hay muchas preguntas que merecen respuesta. ¿Qué hacer? ¿Ante quién acudir? ¿Cómo enfrentar la insolidaridad de algunos vecinos? ¿Cómo comportarse? ¿Cómo recuperar el sueño y la tranquilidad? ¿Cómo garantizar la convivencia y el respeto mutuo de los derechos?

Tantas reacciones indican que algo no está funcionando. ¿Será falta de normas?, ¿será desconocimiento de los procedimientos? o ¿será que las que existen no operan o no son suficientes? ¿Será en el fondo un tema de intolerancia urbana?

Como el tema merece un tratamiento más detenido con quienes puedan tener las respuestas, ya estamos contactando a los organismos y autoridades que puedan despejar dudas y orientar acciones.

Entre tanto, hay algunas de las muchas sugerencias e inquietudes que hemos recibido por correo que se suman a los comentarios que llegaron a este espacio.

Adriana Rueda, por ejemplo, nos pregunta desde Los Ángeles (California) si no será posible que a los ruidosos se les imponga una multa. “Aquí –dice ella- te llaman a la Policía y si a la tercera vez no has disminuido el ruido de tu casa te toca pagar una multa grandísima”, que hace que “le duela el bolsillo al infractor”. Además se lo llevan detenido un par de días.

Daniel nos contó que lleva cuatro meses en un problema similar y “es la peor pesadilla del mundo” y hasta piensa en buscar aparatos especiales para grabar el ruido y el escándalo que el vecino le hace todos los días.

Y esta es la reflexión que hace Rafael desde Miami, como preámbulo a un correo que nos envió sobre el tema del vecino ‘ruidoso’:

“Que cuento tan bravo. Ahora lo veo desde un punto de vista diferente; pero ocho a 10 años atrás, yo vivía en ambos lados de la historia; por una parte, yo vivía en un apartamento de soltero y ponía la música a todo volumen, y si a alguien no le gustaba mi actitud era: a mi que me importa, si no les gusta el volumen pues de malas.

También tenía un vecino, un pelao unos cuatro años menor que yo (19), y a veces él era el que ponía el equipo a todo volumen. No se si para desquitarse o qué, pero el cuento es que ponía el mismo tipo de música que a mi me gustaba, así que, “que carajo”, yo me la gozaba también. El cuento es que si alguien me hubiera venido a pedir que le bajara “un poco” al volumen de una manera decente, yo probablemente lo hubiera hecho”.

Como les dije antes, en la próxima entrega veremos qué recomiendan algunas autoridades y expertos sobre el tema. Por favor, escriban sus sugerencias sobre este y otros temas a yolgom@eltiempo.com.co

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