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Para entender el baloncesto colombiano en la actualidad se necesita mirar hacia el cielo pero saber en dónde estamos pisando. De lo contrario, si seguimos caminando sin tener una ruta clara seguiremos tropezando y la caída será cada vez más fuerte.

Esto, escrito en 2017, parece que se pudo haber dicho muchos años antes y ser igual, pero la diferencia en este caso es que tenemos grandes oportunidades que no deberíamos desaprovechar. Sin embargo, como dijo un comentarista del blog, tenemos que ser realistas: si no empezamos a manejar esto con gerencia profesional, nadie querrá jugar con el baloncesto nacional.

Lo saben los coaches, los jugadores, los directivos y hasta el niño que sale a jugar en el barrio: para avanzar se necesita dinero, el mismo que ningún socio va a invertir si no tenemos un proyecto coherente, no hecho a corto y casi ni mediano plazo, sino como algo estable y duradero. El país va a ser sede de Copa América y estamos en Premundial Masculino, pero esas solo son anécdotas si nuestro torneo local y divisiones inferiores no tienen una base fuerte.

Realismo no es decir que al baloncesto colombiano nadie le quiere invertir porque no es un deporte vendedor, eso es mediocridad. No tengo que ser gerente para saber que el baloncesto es el tercer deporte que más se practica en Colombia después del fútbol y el ciclismo. A pesar de las pocas canchas óptimas, con mínimas referencias deportivas locales e históricas y con la pobre gestión directiva hecha hasta ahora, la gente y los fanáticos se ven mucho en las calles y en las redes. Por suerte tenemos personas como Guillermo Moreno, José Tapias o Carlos Parra que han dejado su piel para sacar a la pelota naranja del olvido y darle estatus.

La oportunidad es que tenemos en todo el país un genotipo privilegiado para buscar talentos y entrenarlos para convertirlos en estrellas, pero la realidad es que no hay ni lugares ni coaches para darles la capacitación adecuada. Y eso que en realidad sí que podríamos convertirnos en baloncesto en un referente como lo somos ahora en fútbol. Pero, insisto, eso requiere de gestión directiva para conseguir apoyo privado.

Hay iniciativas personales como la de Experiencia Naranja o la de José Ozuna para impulsar el basket femenino, pero ellos saben que su esfuerzo suele convertirse en nadar contra la corriente ante la dificultad del día a día. Incluso, la extinta página de Pelota Naranja o la actual de Orange Ball (son diferentes) mostraron interés, pero la realidad es que esto se tiene que construir en equipo.

Para lograr que demos un paso más en el baloncesto colombiano en 2017 la oportunidad es que, como en la cancha, se piense en equipo y se trabaje en colectivo, pero la realidad es que los egolatras tienen que soltar el balón para que sea un juego más efectivo. Al fin y al cabo, Colombia es Basket y todos lo sabemos, así lo reneguemos.

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