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– Buen día, Juan. Mire este amanecer patriota Juan. Eso sí que es patriotismo brillando en las alturas. Ese es el patriotismo de Dios con Colombia.

– Don Bruno, ¿qué se hizo el patriotismo del colombiano con Colombia? Parece que se ha ido desvaneciendo en las últimas décadas, porque antes era lo máximo. Debe ser que la corrupción y el mal ejemplo lo han hecho desaparecer y que nadie se siente suficientemente bien con sí mismo como para creer que tiene derecho de ser patriota.

– Si, Juan ¿Dónde está el patriotismo Colombiano? Cada vez está más perdido.

– Así es, don Bruno… Uno sabe que las entidades oficiales muchas veces no están ahí del lado de uno para ayudar y para anticipar nuestras necesidades para prevenir los males del país.

¡Eso ya no más, Juan!

– Es qu,e don Bruno, cuando los puestos oficiales se consiguen por favores políticos y los que los consiguen creen que se los dieron para enriquecerse… ¿Qué esperanzas va a haber?… La gente no odia tanto el gobierno como odia el comportamiento de sus funcionarios, que abusan a la gente tan descaradamente.

– Don Bruno, la gente odia al gobierno porque hay policías, por ejemplo, que paran a las motos y a los carros buscando sobornos, que saben que los consiguen porque las multas son tan altas que nadie las puede pagar. Pero al pobre que no tiene con qué sobornar se le llevan la motos o el carrito y se jodió, porque queda sin cómo trabajar o transportarse. Y la función y la demora y el descarado costo de recuperarlo es más de lo que vale la moto o de lo que aguanta cualquier ser humano.

– ¡Qué Rabia!

Vea, Juan, por algo es que en países ejemplares la policía no puede parar ningún vehículo sin una razón legal. Mientras que acá el tráfico es el casino de algunos policías.

¡Qué Rabia!  Y así es con todo, don Bruno. Todo es solo para joder y nada es para colaborar o facilitar.

– Es que, don Bruno, si uno busca la ayuda de la policía la respuesta estándar de ellos es que no pueden hacer nada. ¿Entonces, qué país va funcionar así? Es un milagro que no nos estemos matando en las calles cuando a nadie le importan nuestros derechos de protección y justicia.

Y ni hablemos del ramo de la justicia Colombiana, Juan. Simplemente no funciona, y mucho menos para el común de la gente… Entre la negación de la policía y la total incapacidad e indiferencia en la aplicación de la justicia Colombiana, como bien dices, es realmente un milagro que esto no sea una anarquía total.

– Pero vea como son las cosas, Juan, mientras la seguridad y la justicia simplemente no funcionan para nadie, sí llega a ocurrir, por ejemplo, un escándalo político, ahí sí los noticieros se abalanzan y se arma un gran espectáculo de orden y justicia como si así fuera todo. Cuando todos sabemos que es todo lo contrario.  

– ¡Que Rabia!

– Y esos espectáculos tampoco llegan a nada cuando los noticieros se aburren del asunto. Los medios deberían resaltar lo bueno y llevar al país y, sobre todo, al establecimiento a entenderse a sí mismo y entenderse con el país. En cambio, los noticieros hacen ver a Colombia en la olla con noticias pequeñas pero dramáticas y desagradables.

 ¡Ya no más de eso, Juan!

– Y el ejército, don Bruno. ¿Qué hace de verdad?

– Pues, Juan, hay dos verdades sobre el ejército. La verdad buena es que probablemente es el mejor ejército del mundo. El más rudo, el más auténtico y el más efectivo en campaña en comparación aun con los países más ricos y avanzados. Qué orgullo es nuestro ejército para la patria.

Y las verdades malas son que es demasiado grande y, por lo tanto, demasiado costoso para un país pobre como Colombia.

Y también para el tamaño y presupuesto que tiene nuestro ejército, Colombia debería ser un país mucho más seguro y tranquilo … ¡Y no!… Es todo lo opuesto, como a todos nos toca vivirlo.

– Don Bruno…

todo lo que engaña al pueblo es malo tanto pa’ los que son engañados como pa’ los que engañan

… y todo lo que hemos hablado hoy es así.

¡Qué tristeza! ¡Qué tristeza!

– Pero calmémonos, Juan, que a nuestro alrededor hay paz y está la presencia de Dios en el alumbrado firmamento y en el murmullo del bosque nativo y en la música del correr de la quebrada y en el suave pastar del ganado en los campos y en el águila rondando eternamente en el cielo sin un solo aleteo.

Respire el freso aire da la alta montaña.

– Aaaah, don Bruno, me hizo sentir mucho mejor. Y me de paz sentir que estamos haciendo estas charlas que dan esperanza.

– A mí también, Juan.

– Bueno, don Bruno, me voy al pueblo a comprar cuido y droga para ese ganado que nos regala tanta tranquilidad.

– Y yo, Juan, voy a sacar a la trochadora a dar vuelta por los campos.

– Vaya en paz, don Bruno.

– Vale, Juan. Mañana hablaremos por qué el pueblo no es Entendido.

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