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Don Bruno, uno sí se desilusiona que nuestra Colombia, por querida que sea, no es capaz de coger rumbo hacia el destino amable y próspero que sus gentes y su naturaleza merecen.

Volvimos, Juan, a no poder estar más lejos de avanzar sino más cerca de retroceder que nunca.

¿Con que empezó el nuevo gobierno, Juan? ¡Con más impuestos!

¿Y con que siguió, Juan?

Con llevar a la narcoguerilla de vacaciones a Cuba.

¿No pues que ya estamos en paz, don Bruno?

Obviamente, Juan, no hubo paz. Por salir de unos narcoguerrilleros, surgieron, y están surgiendo más, otros grupos usando la palabra “guerrilla” para encubrir su negocio.

La droga, Juan, hay que acabarla para pacificar el país, tal como hemos dicho tantas veces. Pero eso se hace enriqueciendo al país en sus empeños lícitos terrícolas, industriales y financieros para que la droga pase a ser una actividad innecesaria y del todo indeseada por todos los colombianos.

Y vea todo lo que hemos charlado, Juan, para lograr semejante cosa, haciendo un profundo análisis de lo que no funciona en nuestra querida Colombia y dando toda clase de soluciones validas, necesarias, con unas nunca conocidas.

¿Y en qué estamos? Estamos en que el futuro de Colombia está, otra vez, negro color de hormiga.

¿Cierto que sí, don Bruno?

Mínimo, Juan, nos esperan cuatro años de temor, incertidumbre, atraso, empobrecimiento, fuga de capitales, reducción de la inversión privada, desconfianza del mundo y conflicto interno político y hasta posiblemente armado.

Y así, don Bruno, Colombia va a depender muchísimo más que nunca de la plata del narcotráfico, que es lo mismo que depender de las narcoguerrillas.

Y si nuestra querida Colombia logra salir de todo eso, algo que Venezuela no ha podido, luego hay que volver a tratar de recuperar todo lo perdido en progreso y bienestar colombiano.

Y ese es el ciclo de la historia de Colombia que no se ha podido romper, Juan.

Pues, Juan, me temo que la dificultad esencial que tiene nuestra querida Colombia para avanzar es la inmanejable diversidad de mentalidades, aprovechado por y agravada por el pésimo ejemplo y la forma de obrar egocéntrica y aprovechadora de sus políticos, quienes usan el populismo para abusar y engañar la inocencia, falta de experiencia y desconocimiento de las personas, para sus propios fines.

Hay que cambiar el sistema político y la forma de gobernar de Colombia. Se necesita un equilibrio entre lo central y lo federal. Hemos propuesto en varias de nuestras charlas el modelo de “democracia dual” que cumple precisamente ese propósito.

Para solucionar todos los demás problemas de Colombia, Juan, solo hay que crear riqueza, porque con la riqueza vienen mejores y mejores niveles de vida para todos. Con mejores niveles de vida, vienen para todos mejor educación y entendimiento. Con mejor educación y entendimiento, viene la elección de mejores y más capaces y más patrióticos gobernantes. Así, se crea un espiral ascendente de bienestar y desarrollo y progreso y amable vida para todos.

¿Y cómo se crearía esa riqueza, don Bruno?

Primero, Juan, dejando que toda la plata de Colombia genere riqueza entre los ciudadanos colombianos dentro de la economía colombiana, y no, como pasa ahora, succionando toda la plata que se les puede sacar a los colombianos para sostener un Estado cada vez más grande, cada vez más inefectivo y cada vez más corrupto.

Para crear riqueza, Juan, debe haber una economía libre y competitiva, de igualdad de condiciones para todos los colombianos, sin proteccionismo arancelario y, así, sin monopolios y oligopolios, con un mercado laboral también competitivo de igualdad de oportunidades y protecciones para todos los colombianos.

Y, en cabeza del alto sector económico privado, resta la responsabilidad de incrementar linealmente el nivel de vida de Colombia y la protección del ecosistema colombiano para su propia mayor prosperidad y rentabilidad y su propia supervivencia, tal como lo hemos explicado y comprobado con nuestra tesis que hemos expuesto en nuestras Charlas, llamada “bienestarismo” o “creación de riqueza”.

Pero mire, Juan. El nuevo gobierno no va a aliviar la carga tributaria, ni está pensando rebajar el tamaño del Estado para así bajar los impuestos, especialmente el IVA, cuyo monto lejanamente mayor es cubierto por el pueblo colombiano sino que, con populismo, le apunta a lo que llama los ricos y las exenciones tributarias de las empresas del alto sector económico privado. Pero, Juan, como si los impuestos de los ricos y las empresas no los acabaran pagando los consumidores colombianos, o sea, el pueblo colombiano.

Y, Juan, los individuos con poder del alto sector económico privado colombiano no están defendiendo al alto sector económico privado colombiano sino jugando el doble juego de ver cómo, como individuos, se pueden aprovechar personalmente del nuevo gobernante y solo ofreciendo unas pocas palabras huecas sobre la seguridad de las empresas.

El alto sector económico privado colombiano se tiene que defender con decisión y firmeza, porque así defiende a Colombia, y solo si defiende a Colombia, defenderá sus propios intereses presentes y futuros.

El alto sector económico privado colombiano genera la mayor tajada de la riqueza colombiana. El alto sector económico privado colombiano genera la concentración de riqueza que permite que haya inversión y así mayor creación de riqueza para todos los colombianos.

Juan, permítame citarle un dicho propio.

Por favor, don Bruno.

Es este, el saber obliga.

Y todos los que conocen lo que hemos charlado, Juan, ya saben y están obligados. Y es que no más que con lo que hemos logrado hasta ahora, Juan, yo diría que hemos creado, con la suma de todas nuestras charlas, un magnífico documento histórico colombiano.

Pues yo diría, don Bruno, que no solo eso sino que hemos creado a la vez un maravilloso documento folclórico colombiano.

Que buen apunte, Juan.

Entonces, Juan, en reconocimiento de nuestro documento magnifico e histórico y maravilloso y folclórico, me complace muchísimo condecorarlo con la herradura del patriotismo.

Gracias, don Bruno, y a mi, por la misma razón, me complace muchísimo condecorarlo también con la herradura del patriotismo.

Créase, entonces, la “Orden de la Herradura del Patriotismo Colombiano”.

En nombre de ambos, Juan, quiero terminar esta charla con una oración por Colombia:

Dios bendiga a todos los colombianos comunes de todos los estratos y de todas las sangres,

Dios ilumine a los funcionarios públicos colombianos,

Dios ilumine a la policía civil colombiana,

Dios ilumine al alto sector económico privado colombiano,

Dios proteja a los colombianos de las consecuencias de la ceguera y el egocentrismo de sus políticos.

Amen.

Amen, don Bruno.

Y, Juan, sintiéndome ante un pelotón de fusilamiento, grito: ¡viva Colombia!

Y yo lo segundo, don Bruno: ¡viva Colombia!

Dios lo bendiga, Juan.

Y a usted, don Bruno.

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Charlas entre dos Colombianos de polos opuestos, pero con una atracción de imán entre ellos; Don Bruno, finquero, cursando su sexta década de vida, estudioso y erudito, y Juan, su mayordomo, cursando su cuarta década de vida, capaz, consciente e inteligente.

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