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Juan, como nuestras charlas ahora cogen un rumbo más de fascinación que de dura realidad ¿por qué no llevamos a los colombianos al principio de todo para recordarles cómo y por qué empezamos el profundo tratado que fue el resultado de nuestras charlas?

Claro que sí, don Bruno.

Le leo entonces, Juan, lo que escribimos el año pasado al comienzo de nuestra gran odisea por Colombia.

Así arrancamos, Juan:

“En este año bicentenario de la primera Constitución (2021), las siguientes charlas, de manera amena, personal e íntima, hacen las veces de un tratado político, económico, social y de resguardo, como medida de contingencia para permitirle a Colombia afrontar y superar el gran descontento de su pueblo y emerger renovado y fortalecido. Hay que decirle a Colombia qué está mal y qué se puede hacer para que esté bien. Colombia tiene que salir del closet.”

Pues, don Bruno, sacamos a Colombia por completo del closet.

Decíamos también:

“No hay país en el mundo como Colombia. Lo tiene todo: la variedad de suelos, los recursos minerales y energéticos, la variedad de topografías y climas, las aguas, los ríos, los mares, y la excelente calidad de sus pobladores, de modo que solo le falta a Colombia eso que tiene a su pueblo tan descontento, que es una administración acorde con lo que la Colombia bondadosa y su gente buena merecen.”

Juan, luego del paso del tiempo desde que empezamos, lo anterior no ha cambiado para nada.

¡Para nada, don Bruno!

Pues Juan, también un espíritu de optimismo transmitimos por toneladas con nuestras charlas, reflejado, como oro entre la arena del río, a través de nuestros perspicaces análisis y nuestras reveladoras propuestas.

Misión cumplida ahí, don Bruno.

Un objetivo de las charlas fue darle esperanzas verdaderas y reales y despejar un camino de optimismo y fe en lo político, económico, social y de resguardo para Colombia y los colombianos.

Que Colombia logre verse, a tiempo, a sí misma y entienda sus realidades y necesidades de cambio político, económico, social y de resguardo para no perder lo que se ha logrado después de 200 años de permanente lucha por evitar el desplome del país y la pérdida de su tan sufrida libertad y democracia, y para despejarle el panorama para que pueda ver lo que bien le podría permitir tener exactamente eso: libertad y democracia.

Don Bruno, esperanzas dimos y bonito camino de fe insinuamos, y aunque la realidad colombiana al final de nuestras charlas parece totalmente opuesta a todo lo que predicamos, solo podemos esperar que no se produzca ese nuevo desplome y que la misma situación crítica actual del país sirva para que nuestros gestos patrióticos sean valorados con mayor ilustración.

Recuerde las dos pautas fundamentales de nuestras charlas, Juan.

Se analiza, interpreta e ilustra, primero, de modo frentero y sin agüeros, muchas de las razones del descontento del pueblo colombiano, y segundo, las maneras en que Colombia podrá superarse, fortalecerse y renovarse, al asegurar su mejoramiento político, económico, social y de resguardo, y hacerlo con muchos menos impuestos, con un estado esqueleto, un mejor sistema político y operativo, libertad comercial, autosuficiencia, independencia, unidad e igualdad, todos urgidos para el bien de Colombia, pero más ahora para su supervivencia ante su hirviente descontento doméstico.

Misión cumplida con eso también, Juan.

Las charlas son duramente críticas del establecimiento colombiano, que es el responsable del bienestar colombiano, de su política, de las formas de gobernar. Las charlas no hacen un balance del establecimiento colombiano, sino una revelación de su actual predominante forma de ser.

Pero se quiere dejar suma y amplia constancia que dentro del establecimiento colombiano hay un sinnúmero de grandes patriotas y excelentes seres humanos.

A esas personas no se refieren nuestras charlas, y ellos sabrán quienes son.

Que ellos sean mediadores sobre el alcance de lo acertado y la verdad de las críticas.

Don Bruno, nuestras charlas han levantado un gran espejo ante la cara del establecimiento colombiano.

Pues, Juan, que se mire muy bien porque nunca se había visto antes y ya era hora de que se conociera, por el bien de Colombia.

Que no se nos olvide la parábola de la cometa Colombia, con que iniciamos una charla.

Colombia se asemeja a una cometa, Juan, ahí está en el aire, pero bajita, se tambalea, y se va de lado a lado, y cada rato casi choca con el suelo porque la pita esta toda enredada y amontonada y la cometa está llena de huecos y está toda desajustada y desbaratada y las tiras y la cola que la nivelan están todas desflecadas.

Pero, Juan, las brisas que la elevan son las mejores. Son brisas de verano que soplan desde el Océano Pacifico. Sí, Juan, de paz. Y soplan por encima de todas las bellezas y las riquezas naturales y bondadosas de las alturas de las cordilleras y de los valles y de las selvas y de los causes de los inmensos ríos y de las expansiones de las llanuras y desiertos hasta el Mar Caribe y las Amazonas y los Llanos Orientales.

Y quienes sostienen la cometa Colombia, son su gente, Juan, gente de corazón abierto, de bondad, de fraternidad, de empuje, de verraquera y de sabiduría.

Hay que bajar la cometa Colombia, Juan, suavemente, hay que desenredar la pita, hay que tapar los huecos, hay que ajustarla y cuadrarla y rehacer las tiras niveladoras y la cola.

Y luego, Juan, hay que elevarla de nuevo despacio y cuidadosamente para que las fuertes brisas no se la llevan o la tumben y, así, poco a poco llevarla a volar libre y dichosa en el alto y asolado cielo azul colombiano.

¿Y cómo estás viendo la cometa Colombia ahora, Juan?

Más desecha que nunca, don Bruno, y rumbo al despelote.

Ojala, Juan, que le hayamos ayudado a generar vientos de levante para que se mantenga elevada y llegue a poderse rehacer.

Dios lo oiga, don Bruno.

En la siguiente charla, Juan, pasaremos a nuestros temas de ciencia filosófica, empezando con las leyes de reacciones iguales y opuestas de don Bruno, que, Juan, a diferencia de la misma ley de Sir Isaac Newton, se refieren al hombre, no la materia.

Que bacanería, don Bruno. ¿Ese don Bruno es usted u otro?

Soy yo, Juan, confiando en su usual sensatez para lograrme entender y hacerme entender.

Ahí estaré, don Bruno.

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