Esta charla sirve como conclusión a todo lo dicho en las charlas anteriores, que suman más de 300 páginas de alcance, escritas durante todo el año 2021, el año 2022 y hasta la fecha y, por ello, sirve, igualmente, como base para la lectura completa de este blog llamado “Charlas con Juan”.
Encima de todos los problemas, dificultades y desventajas que Colombia viene arrastrando, debido a su mala administración durante las últimas décadas, se ha llegado al punto en que ya se ha institucionalizado la corrupción política y estatal y el país está tan atrasado en los medios de sostenimiento de su calidad de vida y de su creación de riqueza, que ponerlos al día se ha vuelto ya casi imposible. De ahora en adelante, Colombia solo seguirá en un progresivo subdesarrollo y un creciente empeoramiento de su calidad de vida, que hará de vivir en Colombia, algo cada vez más duro y desagradable, particularmente en las ciudades, que es donde viven la mayoría de los colombianos.
Se han abandonado en Colombia, desde hace tantas décadas, la planeación y la actualización y modernización de todos los medios y servicios y las seguridades y prevenciones de que depende el sano progreso y el creciente bienestar de una nación, que, aunque hubiera gobierno dispuesto y capaz de afrontarlo, la labor se demoraría tanto que el periodo de gobierno no alcanzaría ni para empezar, y, como el costo de poner al día la calidad de vida en Colombia sería tan grande, habría que empezar por reducir drásticamente el tamaño y así el enorme costo del exageradamente sobredimensionado, ineficaz, despilfarrador y corrupto estado colombiano. Y, a esa labor, ningún gobierno se querrá medir a pesar de que, si no se hace, Colombia acabará hundiéndose del todo bajo el peso de su propio estado.
Esa permanente caída de calidad de vida colombiana y el creciente descontento y rabia que causará entre su pueblo, ya descontento y con rabia, según se ilustra en las charlas con Juan consignadas ya en este blog, podrá llevar a la misma descomposición social de Colombia.
La peor locura en las condiciones actuales colombianas son los altos impuestos, que ya se tenían y que se siguen aumentando. Estos deberían estar bajando drásticamente y, más bien, concentrar los recursos estatales en la calidad de vida de los colombianos, para crear más riqueza y bienestar para todo el pueblo.
Pero no, Colombia va para más impuestos para crear más pobreza.
Más impuesto encima de los abusivos peajes, multas, costos estatales y sobornos.
Más impuestos para un país que está agobiado en su calidad de vida y creación de riqueza, por sus excesivamente exagerados impuestos y costos innecesarios.
Más impuestos que harán aún más caro el costo de vida, en un país donde el costo de vida es desproporcional al nivel de ingresos común.
Más impuestos que harán estancar la creación de riqueza y ahuyentar a la inversión y a los colombianos.
Mas impuesto que, por mucho que se disfracen, los acabarán pagando los ciudadanos comunes de Colombia.
Más impuestos que no se usarán para actualizar los medios de calidad de vida colombianos y que no servirán para nada. Al fin de cuentas, se usarán para agrandar aún más los ya insostenibles tamaño y costos del estado colombiano.
Más impuestos para crear más corrupción política y estatal.
Más impuestos que llevarán a más gastos que obligarán al próximo gobierno a hacer otra reforma tributaria incremental, no más que para sostener el aún más inflado estado colombiano.
Colombia se tiene que preguntar, ya mismo, hasta cuándo se puede seguir aumentando el costo del improductivo estado colombiano en contra del bienestar colombiano.
Sí, porque Colombia se sobrepasó, desde hace décadas, en su tope de impuestos, lo que se agrava con el hecho que los impuestos son mal gastados, despilfarrados y robados y no cumplen su labor de mantener y aumentar la calidad de vida colombiana.
¿Habrá un colombiano que se conozca a si mismo suficientemente para saber que sabe cómo (en las Charlas con Juan están muchas muy buenas y novedosas respuestas a ese “como”), que sabe que es capaz, que tiene cómo y que quiere, por los motivos correctos, salvar a Colombia?
¿Habrá un colombiano dispuesto a hacer por Colombia lo que hizo Oliver Cromwell por la Gran Bretaña?
Bueno, Juan, arregle maletas que nos vamos para el mundo de habla inglesa.
¿Y eso, don Bruno?
Como colombianos, y habiéndolos consignado primero en Colombia, vamos a llevar nuestras tesis de “Evolución Capital o Bienestarismo” “Democracia Dual”, y nuestros “Ensayos de Ciencia Filosófica” a Washington y Nueva York y Londres desde donde podrán ser apreciados a nivel mundial.
Sí, Juan, vamos a hacer como hizo San Pablo cuando sacudió el polvo de sus sandalias y se fue para Roma, desde donde le fue posible transmitir su mensaje a todo el mundo.
Pues, don Bruno, con nuestras charlas patrióticas sobre Colombia hicimos lo que quisimos hacer para el bien de nuestra patria, y qué gran labor patriótica fue, gracias a esa mente suya, don Bruno, tan lucida y brillante.
Gracias, Juan, pero fue una labor patriótica de equipo entre los dos, y los aportes suyos y el guiar suyo de nuestras charlas patrióticas fue tan valioso, que, sin él, no hubieran sido ni casi tan profundas e incisivas.
Es que, don Bruno, el patriotismo es como el amor.
El amor sin obras está muerto. El patriotismo sin obras está muerto.
¡Bien dicho, Juan!
Y la verdad, Juan, es que muy poquitos colombianos se interesaron por nuestras charlas patrióticas de honesto análisis y, además, con perspicaces y originales propuestas. Y uno solo se lleva la pequeña esperanza de que desde esos poquitos interesados trasciende lo transcendental que son nuestras charlas patrióticas para reencaminar hacia ese mejor bien que Colombia merece.
Y, don Bruno, bien necesita Colombia reencaminarse porque cada vez pasa de mal en peor.
Así es, Juan.
Queda Colombia al amparo de Dios.
Entonces, don Bruno, a hablar inglés.
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