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Hace unos lustros, para informarse en Colombia uno contaba con tres canales de televisión, un par de periódicos y algunas emisoras radiales, esas sí en buen número. Si uno era afortunado, podía tener acceso a emisoras extranjeras a través aparatos de onda corta, o tal vez a algún periódico gringo o europeo, costoso y trasnochado, porque mientras llegaba a las manos del lector lejano, ya habían pasado varios días. Y todo de una sola vía: si uno quería opinar sobre alguna noticia, debía escribir una carta al periódico, que luego sería revisada por los editores y finalmente, con suerte, sería publicada. O tal vez podía decidirse a hacer una llamada telefónica a su emisora predilecta, pero esta debía ser sólo a la hora en que hubiera atención a radioescuchas; y si la emisora era de otro país, el costo de las llamadas internacionales volvía esto casi imposible.

Ahora el panorama no podría ser más diferente. La explosión de las tecnologías de la información y la comunicación garantiza infinidad de medios y contenidos: cientos de canales internacionales en los televisores, canales nacionales, canales regionales, acceso instantáneo a millones de periódicos de todos los países del mundo en la Red (y si uno no entiende el idioma del periódico, no importa: el navegador Web se lo traduce), blogs, microblogs, redes sociales, comentarios en línea, mensajería instantánea, podcasts, videos en línea de los últimos eventos, boletines electrónicos con noticias y opinión, emisoras de radio por Internet, emisoras comunitarias, noticias enviadas como mensajes de texto al celular, acceso a Internet desde  el dispositivo móvil, entre muchas otras alternativas. Y la posibilidad, en la mayoría de estos medios, de interacción inmediata con quien difunde la información, a través de comentarios en línea, video respuestas, mensajes instantáneos, blogs, correos electrónicos virales, lo que usted quiera.

Toda esta cantidad de posibilidades para divulgar ideas y difundir información, de muchísimas fuentes diferentes, de personas que piensan y opinan diferente, puede verse como un  suelo fértil para que florezca la libertad y la democracia: no más monopolios informativos; pluralidad y libertad totales.

Pero así como esa exuberancia de medios que encierra esa promesa, también contiene la amenaza de atontarnos con ese bombardeo de información y conducirnos a la «infoxicación», la intoxicación mental por exceso de información.  Nos puede conducir al estado de democracia mediática, en la cual lo único que importa es el escándalo del momento, la apariencia, la imagen, lo que aparece en la sección de farándula del noticiero, de forma tal que toda discusión de fondo y todo análisis quedan sepultados bajo el alud de informaciones superficiales.

De allí que la actitud que nosotros tomemos, como ciber-ciudadanos que somos, sea tan importante para lograr hacer realidad la promesa de la Internet como herramienta liberadora y apagar la amenaza de la Red de «infoxicados» interconectados. Si adoptamos una actitud crítica ante la información que recibimos, y somos creativos y constructivos al interactuar con ella, podríamos ir convirtiéndonos en una democracia participativa y deliberativa. Pero si consumimos información a ojo cerrado e insultamos y maltratamos a quien difiere en la sección de comentarios, podríamos sumergirnos en el pozo de la sociedad mediática del escándalo y el espectáculo. 

Imagen tomada del siguiente enlace:
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Sergio Pérez León

Coordinador de TIC y sector productivo
Corporación Colombia Digital

sergioperez@colombiadigital.net

www.colombiadigital.net

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