A finales de los noventa, entre 1997 y 2001 se dio la llamada ‘Burbuja puntocom‘, corriente económica basada en el esperado crecimiento de los negocios orientados en Internet y la progresiva industria tecnológica, que más adelante y gracias a las especulaciones y falsas expectativas, llevaron a la quiebra a muchas de estas empresas valorizadas en la bolsa.
No obstante, luego del desastre sería extraño pensar que hubo algo positivo después de que tantas compañías perdieran sus inversiones. Sin embargo y gracias aquella burbuja, hubo una explosión en el crecimiento de la infraestructura de Internet; los ‘monstruos’ del negocio debían garantizar una buena conexión, así que se invirtieron millones en ello. De esta manera, el mundo ¡quedó cableado!
Había que aprovechar dicha infraestructura. A principios del 2000, grandes, pequeños y medianos empresarios fueron contagiados por la inevitable virosis de las páginas web. Todos querían tener su propio sitio virtual bajo el dominio .com.
Pero al ser un negocio relativamente nuevo en el que todos estaban aprendiendo; eran pocas las referencias que dichos profesionales podían tener sobre lo que debía ser su sitio y los requerimientos a exigir a los desarrolladores; así como las tecnologías disponibles unos años atrás.
El resultado fue: un gran número de empresas con páginas estáticas, las cuales eran manejadas por ‘gurús’ que tenían el poder sobre ellas y (que) muy seguramente no aparecían con facilidad.
Sin claves y ningún conocimiento en diseño y html (lo cual no era un pecado, es perfectamente normal), el empresario se sintió desprotegido al no poder cambiar, modificar o agregar nueva información a su página web. Lo peor fue que muchos de ellos perdieron contacto con sus desarrolladores y nunca tuvieron acceso a sus claves de dominio, hosting y mucho menos a los detalles desarrollados para su página. Así que todo aquel esfuerzo por tener presencia en la Web con una página que alguien les diseñó a partir de la premisa de tener algo «bonito y chévere» en línea, se fue a la basura. La mayoría terminaron frustrados y con muchas prevenciones en el negocio y con quienes trabajan en ello actualmente.
Algo muy parecido ha pasado recientemente con el boom de la ‘Web 2.0 y las redes sociales’. Muchas empresas han creado un gran número de cuentas en las plataformas sociales que han ido apareciendo durante los últimos años, sin establecer ningún direccionamiento específico.
El resultado: cuentas de Twitter con 10 tweets en 2 años; perfiles, grupos y fan page desactualizados con 3 amigos o 20 likes (los amigos del dueño, que dieron «I Like» por pura solidaridad de red). Sin embargo no todo es malo. Hay quienes entienden el valor de no solo crear un perfil o de tener una página web. Y aquellos que comprenden el secreto de la interacción con los usuarios, la actualización continua de la información, así como saber que cada internauta es una red potencial de nuevos contactos y clientes.
Algunas herramientas claves como los (CMR) administradores de contenidos: Drupal, Joomla, WordPress entre otros; y servicios como Wix o Quapacity (para aquellos que se quieran aventurar a crear sus propios portales digitales), han permitido que aquella imagen del ‘gurú’ empiece a tomar otro rumbo; en el que los empresarios no dependen exclusivamente del desarrollador, sino que existen muchas posibilidades para trabajar en red con usuarios variados y sin la necesidad de ser un especialista en programación o código.
Claro está, siguen existiendo esas valiosas personas que se dedican a crear atractivos sitios, en los que el usuario pasó de consumir información a producir sus propios contenidos, a través de comentarios e interacción con videos e imágenes. La gran diferencia está en entender que una página, un fan page o una cuenta en Twitter, no es de una sola persona. Por más pequeña que sea su empresa, como mínimo tiene algunos clientes que pueden ayudar en la construcción de estas aplicaciones. De ahí, que la información sea actualizada constantemente y recuerde, no todas las redes y herramientas fueron diseñadas para todos los negocios.
Antes de crear cualquier cuenta o página, analice y desarrolle una estrategia sencilla, pero de fácil alcance que le permita tener un alto impacto en la red.
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