Tomar un curso online en definitiva, además de una decisión, es también asumir un compromiso.
Dicen que los cursos online ahorran desplazamientos, facilitan los métodos de aprendizaje, pero sobre todo les dan a los estudiantes la autonomía de escoger sus tiempos de estudios. Solo se necesita de un computador con acceso a Internet, saber manejar las plataformas diseñadas para tomar el programa académico y las herramientas de trabajo pertinentes (diademas, micrófonos, cámara web).
Así las cosas, todo parece perfecto y hasta el escenario ideal para educarse en cualquier área de interés, desde hacer especialización, hasta maestrías, seminarios, diplomados, etc. Sin embargo, no todo lo que brilla es oro, y precisamente por la autonomía que dan estos cursos, es que la mayoría de los estudiantes terminan desertando o abandonando las clases. ¿La razón?, puede obedecer a algunos factores como pereza, falta de tiempo, poco compromiso, pérdida de la motivación.
El interés está determinado por las ganas y el entusiasmo. Y al ser cursos de autoformación es el estudiante quien se convierte en garante de que este sea exitoso o por el contrario, un fracaso.
Con la aparición del concepto MOOC (Massive Open Online Courses) se rompe la manera tradicional de llevar e impartir el conocimiento en las universidades, debido a que su enfoque está orientado en «la forma»: el estudiante busca ampliar y desarrollar sus habilidades, capacidades, destrezas y competencias a través de su propio interés, pero sobretodo de la retroalimentación.
Hasta ahí, todo es color de rosa. Las responsabilidades de ser un mejor profesional están determinadas por mis intereses, por lo que busco, anhelo y quiero perfeccionar, en pocas palabras por lo que sé hacer, y no por el número de cartones que tenga. Este tipo de cursos dan esas posibilidades. Pero, ¿qué pasa cuando mi interés por aprender está ligado por el entorno?
Reconozco que soy de las personas que prefieren el contacto y la compañía, al aislamiento que se dan en este tipo de espacios. Aunque se mantenga una «comunicación» entre los tutores y demás compañeros a través de reuniones y encuentros virtuales, claramente no es lo mismo. Soy de las que necesita de una broma, romper el hielo, reírse con los otros, debatir en persona, mirarla a los ojos, conocer sus gestos, expresiones mientras entregan sus puntos de vistas. Y en definitiva, a través de la pantalla de un computador o un micrófono no todas esas percepciones se alcanzan a distinguir ni mucho menos notar.
Entonces, a la pregunta (¿qué pasa cuando mi interés por aprender está ligado por el entorno?) la respuesta puede darse en la experiencia del alumno, en su necesidad de contacto y por supuesto, en el acercamiento al aprendizaje donde el tutor sea más que una figura que trasmite conocimiento.
Sí, los cursos en línea son una excelente alternativa para quienes están interesados en estudiar a distancia, pero también es importante que al momento de asumir esa decisión se tenga en cuenta que por ser autoformación, los conocimientos y aprendizajes resultarán para beneficio nuestro en la medida en que sepamos aprovechar nuestros espacios de tiempo, dándoles las horas que se necesiten.
No con esto quiero decir que toda la responsabilidad debe caer sobre el estudiante, el docente también debe estar dispuesto a transmitirle ese entusiasmo, de reinventar cada lección aprendida, prepararse constantemente ante las nuevas y cada vez mayores actualizaciones, de romper la tradicionalidad. A su vez, las instituciones educativas están en la misión de rediseñar los programas y metodologías de estudios.
Por un lado, el compromiso de los alumnos; por el otro, la capacidad de creatividad e innovación de los tutores; y finalmente, el poder de la convivencia para estimular el aprendizaje virtual mediante la discusión y la práctica (1).
Eliana Álvarez Ríos
Directora contenidos
Colombia Digital
@anaylerios
1. http://www.maestrosdelweb.com/editorial/el-exito-de-los-cursos-en-linea/?utm_source=mdw&utm_medium=home&utm_campaign=slider
Imagen tomada de Getty Images*
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