– Mónica: Pedro, deja ya de tuitear y revisemos los informes de las StartUp del concurso que nos dejaron en la nube.
– Pedro: Moni, ¿viste el WhatsApp que te envié? Tremenda troleada la que le pegaron a los blogueros pro-BYOD.
Te mandé mis 10 nominadas, me encantan las que tienen que ver con desarrollo de apps para BB, ¡hay un par de frikis que la sacaron del estadio!
– Mónica: Los que ‘la sacaron del estadio’ fueron los que diseñaron el doodle de hoy, está increíble, déjame lo comparto en el Instagram y ya mismo seguimos…
¿Le suena familiar este tipo de conversaciones?
Las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC) han generado grandes transformaciones en nuestras formas de interacción, incluyendo los medios y el lenguaje que usamos para comunicarnos.
Basta con tener una conversación con un ‘millenial’ o un nativo digital (jóvenes que ‘nacieron con el chip puesto’ respecto al uso tecnológico), para perderse o sentirse más viejos de lo que en realidad somos.
Nos hemos visto en la necesidad de adoptar una serie de nuevos términos que al final, ya sea por moda o por necesidad, terminan siendo parte de nuestro ‘nuevo leguaje’.
Con el ánimo de seguir el avance tecnológico, la Real Academia de la Lengua Española ha tenido que incluir nuevos términos en sus diccionarios, los cuales han aparecido en respuesta al uso y apropiación de la tecnología: “colgar”, “tuitear”, “descargar”, “maximizar” y “minimizar” son algunas de las palabras acogidas en los últimos años por la RAE.
Lo paradójico es que mientras los gobiernos invierten millones de pesos en procesos de inclusión social para que los ciudadanos ‘de a pie’ aprendan a usar las tecnologías, la mayoría de iniciativas no tiene en cuenta que la primera exclusión se da a través del lenguaje.
Martín Maslo, especialista en marketing y publicidad, afirma que “Internet tiene la obligación de utilizar el lenguaje del hombre común. Las cosas masivas son aquellas que pueden hablar el idioma del hombre común. Nosotros tenemos la obligación de traducirlo, de hacerlo masivo para todos”.
Y justamente la mayor responsabilidad de que esto suceda es de quienes producen contenidos y aplicaciones para aquellos usuarios ‘de a pie’. El esfuerzo debe concentrarse en garantizar que las cosas que hacemos en el mundo virtual sean un correlato de las necesidades y formas de vida del mundo análogo.
La forma como hablamos seguirá cambiando a la velocidad que aparecen y desaparecen aplicaciones y herramientas tecnológicas. Pelear contra esta realidad ya no es una opción. Aprender y actualizarnos sí.
Es probable que el lenguaje tecnológico no sea tan universal como algunos esperaríamos; sin embargo, la tecnología y los nuevos desarrollos sí deben apuntarle a ser lo más intuitivos, usables e incluyentes.
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Laura Ayala
Directora de contenidos
Corporación Colombia Digital
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