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Desde hace mucho tiempo he oído que las políticas públicas también deben ser para los ciudadanos de a pie, y después de mucho oír, comencé a escucharlo y simplemente no he logrado comprenderlo.

Quizá nace de la idea de que las personas más favorecidas o con poder antes tenían carro o coche, y que por eso la sociedad fue “dividida” de esta manera. Falta anotar que más allá de ser peyorativa es deprimente, porque juzga a las personas por su capacidad de dejar de andar a pie, es decir, de tener un carro por sus logros personales. Como este hay muchos ejemplo de cómo en la política usamos términos para sonar inteligentes, cercanos e incluso comunes, cayendo en errores garrafales como el anteriormente mencionado.

Yo no soy un ciudadano de a pie, porque tengo carro, pero en muchas cosas se me trata como a cualquier otro, otras se me trata mucho mejor, y en muchas ni siquiera se me trata. Hoy es imposible pensar que tener un carro hace que una persona tenga sus necesidades solucionadas, y mucho menos cuando más del 70% de los carros están en hogares de NSE 1,2 y 3 que claramente tienen serias necesidades en educación, salud, infraestructura básica e incluso servicios públicos.

Hoy mucho se habla de modernizar la política pero se sigue con las mismas palabras trasnochadas, conceptos sin sentido ni mucho menos definiciones, como en el caso de la izquierda o la derecha, o el pueblo y los oligarcas, mucho más en un país donde la mayoría de las personas millonarias vienen de cuna pobre.

Decir esto es hablarle a las personas que se han quedado atrás, que no quieren ir más allá, que sin importar su edad simplemente siempre serán ciudadanos de a pie o descalzos, como olvidando el logro de López Pumarejo con la revolución causada con las leyes sobre uniformes laborales.

Las palabras tienen poder y su significado significa la cosa y quien la dice, porque se evidencia su conocimiento, estilo y respeto por los demás, no que sepa más, esté más educado ni mucho menos que sea mejor. A los problemas hay que llamarlos por su nombre real para poder abordarlo correctamente: ya quisiéramos que el problema fuera solamente que la gente no tuviera un carro para moverse.

Las personas que toman recursos públicos, que los manejan mal o que los desaprovechan no son corruptos, son ladrones; el que mata personas a nombre de una causa, es un asesino; el que dice verdades a medias para defender sus ideas, es un mentiroso; pero de una u otra manera encontramos la manera de “cualificar” las faltas para reducir sus implicaciones, al igual que tratamos a las personas al decirles “de a pie”. Las personas son personas, y si tienen necesidades se le deben reconocer y no esconder bajo una tierna palabra que esconde su realidad y oculta los problemas. Dejemos de hablar rimbombante y hagamos cosas estruendosas para cambiar esas realidades.

@consumiendo

www.camiloherreramora.com

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