Da miedo renunciar. Pero no es eso lo que realmente da miedo. Lo que pasa es que tememos al cambio, porque no sabemos qué va a pasar. Nuestro miedo es a la incertidumbre, a no tener el control, a no saber qué va a pasar.
Esto lo sienten muchos de ustedes que han renunciado a su trabajo o que les ha pedido que se vayan. Sentir ese vacío sobre el futuro, como dando un paso hacia un abismo, y sentir todo el mundo concentrado en el estómago por una milésima de segundo, hasta que en menos tiempo del que nos damos cuenta, el pie se posa firma sobre una nueva oportunidad, que comienza casi siempre con una sonrisa.
El trabajo anterior fue bueno, de hecho, fue maravilloso; porque por más que se haya salido por un enorme problema, se aprendieron cosas, se recibieron ingresos necesarios, se conoció gente que nos transformó la vida, y sin lugar a dudas, vivimos momentos inolvidables allí.
El trabajo nuevo es aún mejor. Porque llegamos a él con los aprendizajes del pasado, con la ansias del futuro, y en el primer día, alguien nos sonríe y nos dice “bienvenido”.
No digo que sea fácil lo que viene, o tomar la decisión de salir del trabajo anterior, pero la vida no está llena de cosas fáciles, sino de retos continuos que nos permiten aprender de nosotros mismos, que es lo que hacemos toda la vida.
Ese nuevo trabajo tiene reglas diferentes, una cultura particular, muebles de otros colores y está lleno de personas desconocidas, y para todos ellos, nosotros somos algo nuevo, curioso y amenazante. Por esto, debemos actuar inteligentemente, respetando todo y a todos, y aprendiendo de cada uno, para que las cosas sean más fáciles.
No tiene sentido llegar a imponerse en ningún lado, porque las personas que están ahí saben más que nosotros, pese a que nosotros sepamos algo más, y podamos ayudar mucho.
Así que, adelante, con seguridad pero con prudencia, porque siempre que entremos a un nuevo puesto debemos lograr que sepan que llegamos pero que estamos dispuestos a ayudar, a adaptarnos, a aportar; así, cuando nos vayamos, la gente pueda decir “lo extrañaremos”.
Señor Camilo Muy bien, pero todo se hace más difícil cuando se padece de una enfermedad más desempleo; podría decir que estar sin empleo aunado a una enfermedad es enfrentarse a una muerte más rápida en esta país .
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AHORA ESCRIBE: SE VIENE UN SHOW FALSISISMO EN CARTAGENA PARA CAPTAR DISTRAIDOS EN EL SI DESPERTEMOS LOS DEL NO Y HAGAMOS FUERZA PARA REORIENTAS ESOS ACUERDOS PERJUDICIALES PARA LA PATRIA
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GRACIAS CAMILO AHORA ESCRIBA : CÁMBIESE DEL SI AL NO Y HAGA PATRIA CARAJO!!!
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Excelente entrada como muchas anteriormente publicadas. Siga Escribiendo por favor sr. Camilo. Un cordial saludo.
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Camilo me gusta su blog. Sobre todo porque soy un desempleado cuarentaynueventon al que sacaron de un trabajo hace 7 meses. Pienso lo mismo: hay que ganarse las cosas. Sin embargo me gustaría que hiciera un comentario particular sobre la gente de mi edad que ya no tiene oportunidades laborales, amen por la edad, amen porque el gobierno no incentiva a los empresarios a contratar gente de esta edad y hasta de menos. En este país vale huevo la experiencia, y aun así los gobiernos de turno continúan alargando la edad de jubilación. Pregúntese en su blog: ¿Que hará una persona de mi edad para que la contraten y pueda continuar pagando pensión si no le dan empleo?, ¿Que pasa con esa platica que desde hace mucho tiempo esta trabajando mi fondo de pensión y yo pasando necesidades?, ¿Debo esperar quince años (con suerte) para que me den lo que es mio y que ahorré durante treinta años?
Un saludo.
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Don Eugenio, le respondo con todo respeto y adimiración: http://blogs.eltiempo.com/colombiador/2016/09/25/morgan-freeman-o-la-persona-que-triunfo-de-viejo/
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Mi esposa, abogada especialista en temas laborales, después de 20 años en el ejercicio, descubrió que no era feliz en lo que hacía, al contrario que su trabajo se había convertido en una carga demasiado pesada de llevar, lidiar con jueces venales, funcionarios corruptos, clientes intransigentes, colegas tramposos le fue transformando la vida al punto se generar caos en nuestro hogar y nuestra relación, a mas de sentirse enferma por el estrés. Una mañana, armada de valor, me notificó que no volvería mas a la oficina de abogada y que dejaba el derecho como profesión, hasta el fin de sus dias y a fe que lo ha cumplido. Al día de hoy ya han pasado 10 años y la veo radiante, sonriente y totalmente feliz, es directora administrativa de una institución educativa de preescolar y primaria, que fundó una vez dejó la profesión de abogada. La felicidad no la da el trabajo, la da el amor a lo que se hace. A muchos de nosotros nos ha faltado el valor para poner punto final a labores que pueden ser lucrativas, pero no nos hace felices.
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