Fui víctima del Bullying y los dibujos animados me salvaron
Aún recuerdo ese día en que un amigo y otra persona cercana a mí, me llevaron a una parte escondida del colegio, y alrededor de un grupo de compañeros del curso me regalaron un desodorante, mientras se burlaban y reían en mi cara. Hoy llamarían a esto un caso de violencia emocional, pero la verdad, solo fue un momento más en mi vida, de muchas cosas similares que me pasaron, quizá por ser el más joven y pequeño del salón, o tal vez por ser el más callado y seguro de todos.
Es difícil decir que esto no me afectó (aún si lo escribo todavía), pero estas cosas me formaron, me dieron temple, me permitieron comprender cómo se supera una burla, como se puede seguir adelante sin la aprobación de muchos, y más de esos que son tus amigos, pese a este tipo de cosas. Recuerdo que en una entrega de notas a mis papás les dijeron que yo entrenaba bachillerato y estudiaba volleyball, porque estaba más pendiente de eso que de las clases, más mis notas siempre me defendieron.
Pese a burlas y señalamientos de compañeros y profesores, seguí adelante. En ese entonces era Scout, lo cual siempre ha sido algo muy complejo, porque da mucha oportunidad para la burla de los demás, debido a la cantidad de cosas que se pueden decir de alguien que se uniforma para ser diferente y aprender a portarse bien, como en una nueva religión y en un estilo de vida. Con todo esto viví mi vida escolar, leyendo más libros que los demás, haciendo deporte, acampando, conociendo personas, y recibiendo miles de burlas por mi tamaño y mi silencio; alguien podría decir que fui victima del bullying, y si así lo fui, les agradezco todos los que se burlaron de mí, me hicieron cosas innombrables y se divertían a costa mía. Ellos me formaron.
Hace 30 años, esto era común. Los grandes del curso se la montaban a los pequeños, buscando mostrar su liderazgo como machos alpha, con violencia, burla y represión. Hoy no sé qué es de la vida de ellos, solo espero que estén felices y estén cumpliendo sus sueños.
Hoy mi trabajo es maravilloso, porque me dedico a pensar el porqué de las cosas, no con el fin de encontrar una respuesta existencialista a las causas de la vida, sino con el objetivo de comprender las consecuencias de nuestros actos, para así proponer formas de mejorar la vida de los demás. Llámenme consultor, investigador, analista, colombiador, como quieran, pero me apasiona comprender por qué la gente la gente hace las cosas cotidianas que hace y como eso lo hace feliz o eternamente miserable. Desde allí puedo proponer ideas para que las empresas y los gobiernos tomen decisiones diferentes y hacen cambios en las vidas de las personas. Yo no me considero un simple investigador de mercados, más me siento a veces un transformador de cotidianidades miserables.
En ese ejercicio me encontré con una cosa obvia: que cada generación es diferente. Los hoy llamados Boomers – personas mayores de 55 años, eran más dados a los idealismos como las religiones y los pensamientos políticos; nosotros, la Generación X – entre 35 y 50 años, somos más dados a vivir el momento, a disfrutar de la libertad y a jugar ese eterno juego de seguir al líder; ahora vienen los Millenials – menos de 35 y quizá hasta los 20, pero no es tan claro aún, que son más dados al trabajo en equipo, a la refutación continua de las verdades y del orden establecido.
Comprendiendo estas generaciones, vi un patrón inevitable: veíamos dibujos animados diferentes. Los Boomers fueron más dados a las tragedias de Disney de la primera mitad del siglo XX y a las lecciones de Superman y la liga de la justicia, que les decía que debía ser hombre y mujeres ideales, para salvar al mundo de la maldad; Los X, fueron más influenciados por las casas de Warner Brothers, Hanna- Barbera y Marvel, con la idea del sarcasmo y al ironía como eje conductual, donde el relativismo de lo bueno y lo malo se desdibujaba cuando el correcaminos destrozaba a su depredador, lo mismo que Piolín o Jerry con sus gatos enemigos. Aprendimos que se puede poner un taco dinamita a alguien y matarlo sin ningún problema, porque al final revive, y solo le teníamos que decir “que hay de nuevo viejo”, como si nada hubiese pasado. Ahora, los Millenials, son más dados a las series japonesas del Manga, donde el trabajo en equipo, la lucha por conseguir las metas, es más importante que ganar o ser el mejor. Supercampeones, Caballeros del Zoodiaco, Dragon Ball Z (y demás OVA), Sailor Moon y Pokemon dieron valores más orientales a esta generación, y por eso son menos violentos, más productivos, menos competitivos, pero más competentes.
No quiero decir que la Media formó las generaciones, porque las escuelas, los hogares y el entorno tienen mucho que ver, pero si nos influyeron de manera importante; mientras mi papá quería ser Superman, yo quería ser Aníbal Smith que, si bien lucha por lo correcto, es un criminal convicto que se toma la justicia por sus manos; y Kike, mi hijo, juega a ser un Shane en Bajoterra, donde lo importante es formarse como lanzador y no ganar todas las peleas.
Esto ha hecho que el mundo haya cambiado, de la búsqueda y defensa de ideales como Superman, a un mundo de aprendizajes y de continua reflexión sobre la verdad y el conocimiento, porque comprenden que no hay ideales estáticos. Pero en la mitad estamos nosotros, esa generación X o de la Guayaba si quieren decirle así, que vivimos de la relatividad moral, porque vimos las trampas de Pedro Picapiedra, las explosiones de los Looney Toons, la burla del mundo al Pato Donald y la astucia de un conejo para montársela a todos.
Eso me hace entender porque hoy se habla de bullying todo el mundo está tan preocupado. Esta generación no es violenta, ni irónica, ni sarcástica y no está preparada para la burla normal de un niño en el colegio; esa misma burla que tuvieron nuestros padres y las solucionaron a golpes, porque uno debía saber defenderse; o como las manejamos personas como yo, gracias a la ironía y el sarcasmo que tenemos, que vemos en todo un doble sentido y un humor negro, y sabíamos cómo darle vuelta a la situación sin dar un golpe y dejando en ridículo al abusador; más, estos Millenials creen en el bien, en la confianza, el trabajo en equipo y no saben sortear bien situaciones como estas, porque suponen que todos siguen las reglas de juego, y esa no es la verdad del mundo, y por eso sufren mucho más, y lo que para nosotros era una situación cotidiana del colegio, para ellos es casi un delito.
Cuento todo esto porque creo que es importante en el debate de la violencia que tenemos los niños y jóvenes amarrada adentro, sobre cómo manejarla y porqué esto ha cambiado en el tiempo. No hablo como víctima sino como analista, para dejar ver que muchas cosas han cambiado y que inclusive los medios tienen que ver en el tema, pero también los noticieros que nos dicen que un político desacredita y se burla de otro en vez de tener un debate serio con argumentos, o un grupo terrorista mata personas para imponer sus ideas, o que el fútbol se puede hacer falta si el árbitro no la ve. El mundo es más complejo que el dilema entre blanco y negro, y debemos pensarlo mucho más, que simplemente decir que vivimos en un mundo de víctimas y victimarios.
Buen artículo. Es curioso que los que lo critican diciendo que es flojo no escriben al menos con buena ortografía.
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Bien y punto.
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Largo, flojo y nada interesante tiene este artículo.. Yo diría es un clásico relleno del tiempo.
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Buena reflexión. Yo también he pensado mucho en esa relación entre generaciones y medios. De todas formas es bueno aclarar que muchos de los dibujos animados que vimos en nuestra infancia (yo también soy generación X) fueron pensados para generaciones anteriores (los de Bugs Bunny son de los 40-50 y los de Hanna Barbera son 60’s). Sin embargo, sí que hace falta una reflexión sobre la forma de encarar la violencia y temas como la autoridad que eran verdades irrefutables y ahora son puestas en cuestión por las nuevas generaciones y su necesidad de protagonismo (lo que no quiere decir que esto esté mal). Buen texto. Saludos.
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Me gustó, que bien pensado el tema.
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Perfecto.
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Interesante reflexión
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