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Se condenó a “Samuelito” por corrupto, por abuso de poder, por abuso de confianza, por abusar de la justicia, en fin, por abusivo.

Según el juez, se le condenó por interés indebido en la celebración de contratos y cohecho propio, lo que en otras palabras significa que favoreció contratos del Distrito recibiendo “mordidas” o dejando que otros las recibieran. La condena se logró pese a todos los juegos jurídicos y argucias que usó, dejando ver que como en el caso de la destitución de Gustavo Petro, nuestro sistema legal está lleno de grietas, por donde pueden escapar todo tipo de criminales, pero no la gente del común.

Esta condena le da un respiro a la justicia colombiana que tiene la peor imagen de su historia, por sus propios escándalos de corrupción, intromisión en política, ineficiencia, ineptitud, dilación, paros e impunidad, que tienen al país sumido en el retraso, por falta de carácter de la institución de aplicar justicia a tiempo sin temor a los poderosos; siguen mostrando que no son una rama independiente, sino que cada vez distan más de ser una rama del poder.

Bogotá fue ultrajada por muchos, pero a pocos les importa, porque quizá no han comprendido una realidad fundamental: si a Bogotá le va mal, a todo el país le va mal; porque somos el mercado más grande del país y la ciudad con más oportunidades de todas, y si la ciudad se frena, el país entero lo hace de manera importante. Y este señor es el símbolo de ese robo que nos han hecho a todos.

Seguramente apelará, y usará más argucias legales para defenderse, pero eso no va a hacer que el deprimido de la 94 se lleve a cabo, o que los contratos con los Nule retornen las inversiones que hizo la ciudad, o que su hermano devuelva el dinero recibido por los contratos beneficiados.

Esta condena es una estocada también a la izquierda en Colombia, que tuvo el poder y la oportunidad de mostrar que eran una alternativa de poder y desarrollo importante para la Nación, y actuaron como los ladrones que siempre han criticado, de manera idéntica que le está ocurriendo en Brasil, Venezuela, Argentina y otras naciones, que pusieron gobiernos llamados de izquierda, pero la única diferencia es que no se metían el dinero en el bolsillo derecho sino en el izquierdo.

Por personas como esta, es que los buenos colombianos no quieren ser políticos, porque un buen ejecutivo del sector privado, pasa en un solo día de ser un respetado empresario, a ser un honorable ladrón, al ser nombrado en el cargo, porque el desprestigio causado por ese tipo de clase política en el país, nos tiene condenados a que al poder lleguen personas con más intereses que deseo de servir.

Dependemos de la justicia para limpiar la clase política, pero necesitamos que alguien limpie la justicia. Hoy la debilidad institucional del país y la corrupción son el principal problema que tenemos, no lo que se está hablando en La Habana. Yo personalmente he visto cómo presentando una prueba ante un juzgado, donde en interrogatorio y declaración de parte, el demandante dice que lo que demanda no es cierto, al final gana el caso, inclusive en segunda instancia.

Quiero pensar que esta condena es el comienzo de una serie de condenas que el país necesita. Escándalos de corrupción como Reficar, temas muy oscuros como los falsos positivos, políticos metidos con paramilitares y guerrilleros, desfalco a las arcas de la Nación, y muchas otras cosas que nos tienen mucho más afectados que el mismo conflicto interno, porque necesitamos un país mejor, y para eso se requiere una purga fuerte en la política nacional y en la justicia, porque hemos dejado que eso sea tan sucio, que nadie limpio quiere estar ahí, y seguimos gobernados por personas simplemente indeseables.

@consumiendo

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