Por A. Moñino
Este desastre de país que va echando culpas a diestra y siniestra, en el sentido político de la expresión, convencido fácilmente de que toda desgracia es causada por “paracos” o “La Far” y sus proyecciones políticas, según el polo en el que cada cual haya querido acomodarse, cuando sale de esta lógica bipolar parece no saber lo que es importante. Al fin y al cabo siempre resulta más o menos fácil inclinar el índice para señalar algo objetivamente odiable y sobre eso desatar toda la indignación, más por el deporte de acusar que por darle forma a un hecho verdaderamente indignante y sobre todo desesperanzador.
Y eso se ha hecho más o menos evidente con lo más aborrecible que pueda pasar: niños desmembrados. Y me temo que algo tan escabroso ha pasado más bien desapercibido entre la gente del común, comparado, por ejemplo, con la masacre de periodistas franceses que “movilizó” más colombianos en redes sociales, a juzgar por una simple observación, e incluso análisis mediático nacional. Puede ser, tal vez, porque acá no hay forma de desplegar la rabia con una organización culpable en particular.
Cuando estaban enterrando a 4 niños en Caquetá, aparece uno más de 7 años desmembrado en La Vega, Cundinamarca. Y parecería que el no poder llenar de insultos a alguien concreto no permite que el acto asqueroso en sí mismo movilice lo suficiente la empatía del país en general, que cada vez me parece que de ese sentimiento conoce poco. Sin embargo, esto mismo puede ser el síntoma de que en Colombia las prioridades se modulan al vaivén del titular de un noticiero o de la cuenta de Twitter de un líder delirante.
¿Y todo esto para qué? Para que justo en este momento histórico nos estrellemos contra un hecho evidente: se “desmovilizaron” los paramilitares, probablemente también se “desmovilice” la guerrilla, pero aún así seguirán muriendo niños si más allá de entregar pistolas de agua y firmar tratados con los que unos y otros buscarán reconocimiento, no se logra un consenso nacional sobre lo que debe movernos a todos sin distingo y si el Estado mismo no hace algo para proteger la vida de las personas, ya que acá, es un hecho, la gente se mata por cualquier cosa y peor aún, mata con sevicia a los niños.
Podríamos dejar de tener terroristas en el monte y masacradores de motosierra con siglas identificables, pero mientras la gente del común se siga matando y a pocos les importe, empezando por las autoridades, como diría el libro: en Colombia, no nacimos pa’ semilla…ni pa’ nada.
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