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En Bogotá acaban de elegir alcalde. Espero que les salga tan bueno como los gobernantes de Madrid. Son gente seria y disciplinada que sabe lo que hay que hacer para resolver los problemas de la ciudad. Yo entiendo que hay quienes les achacan defectos que no tienen: que son autoritarios, que abusan de su mayoría política, que despilfarran el dinero público y que quieren privatizarlo todo. Yo creo que están en lo correcto.

Quiero explicar con ejemplos la gran labor de estos ilustres pensadores que rigen la administración en la capital del Reino. Me enorgullece particularmente la forma como consiguieron solucionar el acuciante problema de contaminación que se cierne con creces sobre nuestra querida Madrid. Día a día los medidores de calidad del aire iban mostrando peores datos, hasta tal punto que se llegó a superar el máximo legal que permiten las autoridades europeas.

Ni corta ni perezosa, la mujer del ex presidente Aznar, que llegó por méritos propios al cargo de concejala de Medio Ambiente de Madrid (seguir casada con tal personaje es un mérito en sí mismo, aunque no haya más), encontró una forma de arreglar el inconveniente que representaban tan funestas mediciones: ordenó cambiar de lugar los aparatos que registran la calidad del aire, y los puso en medio de parques y zonas más despejadas. ¡Inmediatamente mejoraron los índices! Ahora los madrileños estamos más tranquilos porque ya las cifras oficiales han cambiado. ¡Gracias a doña Ana Botella, futura alcaldesa de Madrid!

Estos dirigentes tan acertados se merecen el despacho que acaban de reformar: el gigantesco Palacio de las Comunicaciones de Madrid, en pleno centro de la ciudad, para lo cual se gastaron apenas 500 millones de euros. Una bicoca si se compara con las soluciones que aportan. Si no, ¿cómo se les habría ocurrido la forma de resolver el problema de la gente que hurga en la basura de los supermercados?

Les cuento: cada vez más gente se dedica a merodear las zonas de descarga de las grandes superficies comerciales, a la hora en que los empleados suelen sacar los contenedores con la basura acumulada del día. Luego, se dedican a rebuscar entre los desperdicios, para llevarse comida recién caducada, frutas y verduras que todavía sean comestibles, y productos que no se pueden vender por otras razones pero que todavía se pueden consumir. Algo que se repite también en la basura de los restaurantes, porque según las cifras del sector, se tiran al año unas 63.000 toneladas de comida en todo el país.

Una imagen grotesca y desagradable la de ver gente rebuscando comida en los desperdicios. Y no sólo indigentes, sino todo tipo de personas que por la crisis económica se están quedando sin formas de subsistir. Es un espectáculo indigno que afea la ciudad y convierte a Madrid en una ciudad más parecida a las capitales tercermundistas que a la orgullosa sede del gobierno español.

Además es una práctica antihigiénica y peligrosa para la salud de todos. Por eso no tengo más remedio que aplaudir la medida tomada por el gobierno local: aplicar una ordenanza que prohíbe buscar comida en la basura y que multa hasta con 750 euros a quienes se atrevan a ir en contra de la legislación vigente. ¡Así aprenderán esos pobres a no ser tan sucios!

Noticias como éstas dañaron mucho la imagen de Madrid. Como el alcalde sigue empeñado en recuperar la buena prensa de la ciudad, ha decidido entrar en la competencia por realizar los Juegos Olímpicos de 2020, después de haberse gastado casi 50 millones de euros en las candidaturas para 2012 y 2016, que se perdieron (junto con el dinero).

No obstante, Alberto Ruiz Gallardón anunció que para el próximo año se gastarán «solamente siete millones de euros» en fomentar la realización del torneo para 2020. Eso es lo que queremos los madrileños: ahorro en proyectos a futuro. Aunque lo más seguro es que la candidatura se pierda otra vez, intentarlo no cuesta nada. Casi nada. Sólo siete millones.

Yo sólo espero que, ante la dura crisis que tenemos, el alcalde de Madrid pueda seguir sosteniendo las comodidades que le permiten realizar tan maravillosa gestión. Que no se vaya a deshacer de ese fantástico Audi de 600.000 euros que compró para garantizar su seguridad, y que no tenga que despedir al mayordomo privado que tiene en el despacho, y a quien le paga 3.000 euros al mes. Todo se lo tiene muy merecido, y los madrileños estamos dispuestos a pagarle eso y mucho más con tal de que siga haciendo bien su labor de solucionar los problemas a todos.

Es más, si hace falta, le pagamos acompañantes rumanas, como hacen sus colegas de partido en Valencia.

De cañas por Madrid


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