Al fin se logró dormir bien. Salí con el tiempo suficiente para una caminata sin apuros hacia el Berlinale Palast en donde a primera hora arrancábamos con El club, una película chilena dirigida por Pablo Larraín. Yo tenía fe y esa fe llegó a puerto verdadero. La V que representa el quinto día es la V de la victoria, le apuesto al Oso dorado. Mi fe encontró una respuesta en Larraín.

Un pedazo de muro en la Berlinale

Solo para informar, no solo vi esa película, pero es a ella y su rueda de prensa a las que dedicaré las líneas de hoy, en tanto que las demás no me lograron mover. Als wir träumten —o la reedición alemana de Trainspoiting—; Body, metraje polaco al que aún no logro definir y Mar, película chileno-argentina en la que me quedó faltando que empezara.

Pablo Larraín, un par de protagonistas y su hermano.

Volviendo a El club. Después del pasaje bíblico: «y vio Dios que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas», hay un hombre (Alfredo Castro, ¿o el talismán de Larraín?) entrenando un perro galgo. Una de las actividades que desarrollan durante el día cuatro hombres viejos de una casa de retiro de la iglesia católica. Ellos son curitas con un pasado oscuro que han sido alejados de la comunidad. El director nos insiste que para él la cita bíblica no se ha llegado a cumplir y que “siguen juntas”.

Un ejemplo de ello nos lo explica Larraín cuando habló de lo que representa el galgo dentro de su filme: “Por un lado está el nivel narrativo: los curas, en vez de realizar penitencia, se dedican a pasearle y entrenarle, algo que personalmente me irrita. Y su faceta simbólica: el galgo es el único perro que se nombra en la Biblia. Acerca de su destino solo quiero contar, sin desvelar la trama, que investigué en YouTube sobre las matanzas de galgos que se realizan cada año en España”.

Larraín confesó su formación católica y mencionó a las tres clases de curas: 1) los probos —para usar la palabra de moda—; 2) los que están en la cárcel; 3) los que están desaparecidos. Muchos de esos desaparecidos están en dichas casas de retiro frente al mar y agregó: “A mí me fascina que la Iglesia no crea en la justicia civil, y que solo Dios pueda juzgar sus pecados. Pero no quiero hacer una película ni un discurso de denuncia. Me parece curioso que hoy en día la Iglesia solo tenga un miedo, y que este sea los medios de comunicación. Que el portavoz del nuncio sea más famoso a veces que el mismo Papa quiere decir algo. A los miembros de la curia les importa más lo que se dice de ellos que lo que ellos mismos hacen”. Y que  “Lo que harán será no hablar de esto: nos daría publicidad. Este Papa tiene una oportunidad única en la historia para cambiar el drama de miles de víctimas de sacerdotes pederastas porque los tres anteriores han sido unos encubridores”.

Al ser cuestionado sobre el pecado de la homosexualidad nos revela que no quería «mostrar el pecado de la homosexualidad en especial”. “Me parece un tema interesante, poderoso, y la sexualidad es el gran complejo de la Iglesia. En un momento dado, un cura pederasta dice al investigador: ‘La homosexualidad me humanizó. Porque es una sexualidad que no tiene que ver con la reproducción, como la heterosexual, sino exclusivamente con el amor’. Con eso queda claro”.

Roberto Farías, Sandokán, en la cinta dice que “el arte es el último movimiento antes de disparar una pistola”, cuando habla por la función de denuncia y de retribución que cumple el mismo cuando la justicia civil no aparece. Sandokan, nos adelanta Larraín fue construido con base en lo que “hablamos con muchos niños y descubrimos que cuentan su experiencia y la reiteran y la reiteran: hay un extravío emocional y una pérdida del pudor que trasladamos a su personaje”.

Al comentarles sobre el humor negro que se destila de la película los actores y el director se sorprendieron y Larraín afirma que el humor no está en lo que la película en sí, sino en el espectador y que depende de la comunidad cultural en donde uno se mueva. Los actores agregaron que  aunque en Chile no es común el mal humor porque se da cabida a la ironía en medio de la catástrofe, no es una país esencialmente feliz en tanto que melancólico.

Larraín, con un asomo de evitar futuras suspicacias, nos reveló que: “Hemos hecho un filme atemporal, en el que el elemento externo que data la acción es el coche del sacerdote que llega a investigar lo que ocurre en la casa. Ese vehículo es el mío en la vida real y es el mismo modelo en el que huyeron los terroristas perpetradores de la matanza de Charlie Hebdo. Nosotros rodamos antes”.

El club es pues la película que más emoción ha despertado dentro de los colegas que nos encontramos para la Berlinale. Tendrá una competencia dura, que hasta ahora se la plantea la guatemalteca Ixcanul y la británica 45 Years.

El momento especial, para mí de toda la Berlinale salvo que algo extraño ocurra, fue la salida de los actores por la puerta donde yo estaba. Roberto Farías, Sandokan, accedió a enviar un saludo a Colombia y recibió, junto con Alfredo, la admiración, y alegría que despertó El club dentro del público.

Pasate a lo de ayer por acá

Ve, y hoy a ver a la colombiana Violencia.

Relatos en: El Galeón Fracaso

Cinalternativa

Este obra está bajo una licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 2.5 Colombia.