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Días atrás, al finalizar una larga conversación, concluí que nuestro mayor problema a la hora de realizar juicios de valor con alto impacto social es tomarlo todo muy personal. No me malinterpreten, no personal como algo que no se interioriza correctamente, sino como algo de lo que nos apropiamos de más, tanto, que en nuestros discernimientos invalidamos o ignoramos por completo lo concluido por otros, optamos por decisiones basadas en preferencias y disgustos propios por los demás y para los demás.

 Finalmente no es un problema del sistema sino de quienes lo componen. Los radicales encuentran tierra fértil en contextos de ensimismamiento».

Estos sesgos son indeterminables e imprevisibles gracias a la generalización de la corrección política. Encuestas y predicciones fallan ante falsedades de un electorado que prefiere callar y evitar controversias antes que expresarse y ser lapidado. Vivimos rodeados de personas que temen decir lo que piensan y en condiciones de este tipo se imposibilitan totalmente las grandes deliberaciones. Lo anterior es verificable en el escenario político internacional, situaciones como el BREXIT o la victoria de la extrema derecha en Brasil acabaron con cualquier expectativa, finalmente no es un problema del sistema sino de quienes lo componen. Los radicales encuentran tierra fértil en contextos de ensimismamiento.

No podemos permitir que dogmáticos e indiferentes continúen imponiendo propuestas aplastantes y excluyentes»

Es perentorio tomar un pausa, ha llegado el momento de replantear axiomas, reflexionar sobre su alcance, serenarnos, escucharnos y reinventarnos, la vanidad y la antipatía nos han enceguecido. Tenemos que dar la bienvenida a ideas transversales y ser partícipes de su proceso formativo, no podemos permitir que dogmáticos e indiferentes continúen imponiendo propuestas aplastantes y excluyentes, tenemos que optar por lo que nos une y no por lo que nos divide.

La única manera de continuar avanzando a través de la senda del progreso es dejar atrás dichas cuestiones. Son naturales, sí, pero también son superables. Abramos la puerta a la moderación, incomprensiblemente hoy en día todo lo que se le relaciona ha adquirido una connotación peyorativa, se habla de “tibieza” como debilidad y no como cualidad, craso error en tiempos ruidosos y desenfrenados donde bajar el tono y apaciguar los ánimos debería celebrarse por ser más que razonable.

Mientras insistamos en la idea de que lo correcto es lo que nos parece, negando realidades y exaltando irrealizables, nos mantendremos en total quietud. Finalmente ese es el estado en que nos encontramos y en el que permanecer nos llevará a un retroceso inminente.

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