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Se nos fue el Tour de France en un suspiro. Y con él 21 días de emoción y devoción. Emoción por los instantes de entretenimiento y sensibilidad que nos regalaron los 198 participantes. Y devoción porque, en dicha competencia, no faltó nuestro país como un protagonista de primera mano. El sólo hecho de que Quintana, Henao, Anacona y Pantano terminaran en los Campos Elíseos es ya un motivo para celebrar y agradecerles semejante esfuerzo.

¿El balance? Es cuestión de perspectiva, y nunca vamos a estar totalmente de acuerdo. Desde el punto de vista de los resultados -esos que presentan en la sección de deporte de los noticieros, los periódicos, y los programas informativos de radio-, la actuación de Nairo Quintana es superlativa. ¡Y cómo no! Estamos hablando de un tercer lugar en la competencia ciclística más importante del mundo, y que además entra a consolidar el impecable registro de tres podios en tres participaciones que ha tenido el tunjano en El Tour. Con sólo 26 años, el colombiano tiene muchos años de ciclismo de alto nivel por delante, y es más que probable que, durante al menos 8 años más, gozará de diversas oportunidades para disputar la victoria final en los Campos Elíseos. Desde un punto de vista de resultados y condiciones es, desde hace rato, el mejor ciclista de la historia de nuestro país, y eso es mucho.

Sin embargo, uno tiene que ser honesto con sus convicciones, conocimientos e intuiciones, así la gente lo tilde a uno de “apátrida” -ojo, esa palabra significa otra cosa, pero no es el momento para explicarlo-, mezquino, o insensible con el esfuerzo sobrehumano hecho por los ciclistas, por el hecho de formular análisis críticos. Luego de pasar la película del Tour 2016 frente a mis ojos, y pensando en las enormes expectativas que se habían generado alrededor del potencial de Nairo para ser el vencedor final, no puedo dejar de tener un sabor amargo en la boca.

Primero, porque por causas que no se le pueden achacar a NADIE, algo sucedió en la fisiología de Quintana. Y frente a esas cosas, no hay nada que hacer. Cuando no se está al 100% de condiciones para disputar la clasificación general de una carrera, y cuando los demás sí lo están, cualquier esfuerzo resultará un paseo tortuoso en medio de un valle de lágrimas. Y frustra que luego de una temporada en la que no hubo quebrantos de saludos y sí muchos triunfos -Catalunya, Romandie y Route du Sud, sin contar con fulgurantes actuaciones en San Luis y País Vasco-, en el examen final fallen las fuerzas. Insisto, no es culpa directa de nadie y le puede pasar a cualquiera -miren a Alberto Contador-, pero creo que es un golpe demasiado duro para los que augurábamos ciertas cosas.

Y segundo, porque no vimos a Nairo navegar en las montañas como él mismo nos enseñó a admirarlo. En esto puede haber diversas interpretaciones, pero yo dejo consignada la mía y estoy abierto a que me ilustren visiones alternativas. Un ciclista escalador, que tiene una fisionomía particular que le da ventajas cuesta arriba y que limita sus posibilidades en contextos alternativos como la contrareloj o el terreno plano, tiene que aprovechar al máximo el terreno en ascenso para sacar ventajas significativas a sus rivales. Y el colombiano simplemente no lo hizo. Siempre adelante, sí, pero siempre a rueda de los líderes de los equipos. Los ataques se redujeron a una escaramuza en el Mont Ventoux, que ya sabemos cómo terminó.

Es verdad que Quintana ha mejorado mucho en áreas en las que hace veinte años nos sacaban entre 5 y 10 minutos, y en esa medida es un ciclista evolucionado respecto de los Herrera, Parra y Rincón. Pero no es posible que, el trabajo enfocado a sacar ganancias marginales en aspectos en los que las leyes de la física simplemente no permiten otra cosa, traiga como consecuencia dos cosas para mí muy negativas. Una, la desmejora en lo que la naturaleza nos regaló poder: ser ligeros para subir mejor. Y dos, el apaciguamiento del carácter a la hora de atacar. Y es probable que esto sea consecuencia de la enfermedad que se aduce como la causa del inesperado rendimiento del colombiano, pero los que han seguido su carrera reciente saben que en el Movistar Team no gustan de acciones arriesgadas, y más bien buscan asegurar el máximo nivel de resultados para la escuadra -etapas, clasificación por equipos, varios hombres en el top 10- aun cuando esto implique apaciguar los deseos de armar guerra y tempestad.

Sería una insensatez decir que Eusebio Unzué no ha sido un maestro y un gran apoyo para Nairo Quintana, pero creo que, en algún punto en el proceso del colombiano, sus consejos y dirección empezaron a limitar su esencia. No sus aptitudes para conseguir buenos resultados, porque resultados muy buenos han llegado de forma permanente. Me refiero a su original emparejamiento con la épica y el espectáculo. Ese espíritu guerrero que tanto añoramos algunos en él. Y uno no extraña algo que nunca ha sido, sino algo que fue y que podría volver a ser. Como ese regalo hermoso que recibimos de Jarlinson Pantano, y que está en el ADN de los colombianos.

Creo finalmente, así me tilden de excesivamente suspicaz, que el despliegue publicitario de la empresa que patrocina su equipo -a través del famoso #sueñoamarillo- incidió de forma negativa en muchos aspectos. De un lado, generó expectativas que no pueden esgrimirse en un deporte tan particular como el ciclismo. Y del otro, de forma desproporcionada e injusta le metió presión adicional a Nairo, lo que sin duda tuvo que haber afectado sus prestaciones como deportista.

Lo cierto es que todos y cada uno de los apuntes que he presentado en esta ocasión tuvieron como objetivo aportar en la construcción de un análisis objetivo sobre la actuación de un deportista colombiano en una competencia específica. No buscan destruir nada ni a nadie, sino que tratan de entender las razones y dinámicas de lo que observamos y que como fanáticos del ciclismo nos mueven. Otra cosa es que algunas personas no perdonen que alguien se quite la camiseta tricolor por un momento, y se enfoque en analizar las cosas sin patrioterismos ni sentimentalismos que, si bien son válidos, no siempre son recomendables.

Hace tres semanas anunciaba un objetivo: poder escribir sobre lo que sucedía -y representaba- la versión del 2016 para Colombia, asumiendo una perspectiva alternativa a la meramente informativa. Creo que el balance es bueno, sin perjuicio de algunos momentos en los que no hubo tiempo para poder escribir a diario, o porque simplemente las fuerzas o inspiración fallaron a la hora de transmitir piezas con la calidad que se merecen quienes me regalan un instante de sus vidas para leer aquello que quiero expresar. Espero poder hacerlo mejor el próximo año, en el Tour 2017, sin perjuicio de que la columna Desmarcado seguirá activa y retomará su variado contenido.

Twitter: @desmarcado1982.

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