Me pudo haber matado… pero solo me atropelló. Tal cual: tuve una colisión con un automóvil a una velocidad considerable y, como era de esperarse, terminé en una clínica comiendo chitos mientras esperaba los resultados del TAC.

Yo estaba tranquilo. Estaba tan tranquilo que duré dos meses sin escribir entradas en mi post. Tuve tiempo para dormir, reflexionar, y tomarme un tiempo para volver a escribir aquí. La idea original era evaluar la calidad de mi blog (véase encuesta en mi entrada anterior) y luego, después de un rato, continuar. Pero me atropellaron, y tuve que volver a escribir tan pronto me lo permitió mi cabeza. A mí me han pasado varias cosas: me he montado en el avión equivocado, me han contado historias de pollos con corbatas en autopistas, me han robado bicicletas con la técnica milenaria y he encontrado patrones supersticiosos en lo menos esperado. Pero nunca me habían atropellado en toda mi vida. Entonces toca echar el cuento.

El 27 de Mayo de 2015 a las 8:36 de la mañana yo iba en la bicicleta plegable de mi oficina a hacer una vuelta breve. Tomé exactamente la misma ruta que tomo todos los días para ir a mi casa que, dicho sea de paso, la tomo porque me parece la más segura y menos riesgosa… Pero en el cruce entre la Carrera 10 y la Calle 84, un señor conductor de una Land Cruiser blanca decidió que debía repentínamente girar por la calle 84 y, sin aviso alguno de direccional o reducción de velocidad, se encontró con mi langaruto cuerpo y… pun. Para quien se le complique la descripción escrita, me tomé la molestia de hacer dos diagramas, uno desde arriba y otro desde atrás, que describen gráficamente el incidente. Las muestro en un tamaño considerable para mayor detalle:

Aquí va el diagrama del siniestro visto desde atrás:

Por favor, téngase en cuenta que dibujo con rabia y con desdicha, y que cualquier imprecisión proviene de mi total y absoluta tristeza y miedo al recordar el incidente. En lo que puedo recordar del incidente, ese relámpago rojo sí apareció y esas palabras sí fueron recitadas. No me acuerdo de la placa (solo de la cara del conductor, vestido como Men in Black y con actitud de escolta, pero bien pudo haber sido un vendedor de Biblias o Testigo de Jehová), ni le hablé al tipo, ni tomé fotos de nada. Ni siquiera miré la bendita placa del vehículo. De pronto este otro dibujo sirve para evaluar lo que pasaba por mi cabeza durante el incidente:

Tuve la intención de dibujar lo que pasó por la cabeza del Sr conductor con quien colisioné, pero solo pude dibujar esto:

En total sinceridad, ante la situación posterior al atropellamiento en el que un conductor me miraba sin siquiera abrir la ventana y me hacía la cara de «uy no, usted sí es bien bruto«, y consciente de lo que puede suceder en mi ciudad cuando uno se enfrenta con alguien por cualquier cosa, preferí no decir tanto y más bien tratar de gesticular algo y decirle «usted no debió haber dado esa curva…» mientras que él decidió continuar su camino.

No me pregunten por qué, yo seguí también mi camino. Nadie pareció darse cuenta (o nadie pareció, por lo menos, haberse preocupado por el ciclista recién atropellado… yo realmente no me acuerdo muy bien de nada ya). En medio de lo atolondrado por la situación, continué diciéndome a mí mismo «pucha, no lo mataron?» y me acordé de todas esas películas donde se parte la vida en dos y por un lado uno está muerto y por el otro sigue vivo. Para reconfirmar en cuál versión de la realidad habitaba, hablé con mi esposa y no fui capaz de contarle nada. El shock es una cosa muy rara, ala.

Tal vez ni fue shock. Fue simple miedo profundo. El miedo de reconocer que de pronto estaba muriéndome sin darme cuenta, o que en unos minutos me iba a estar desmayando en medio de la calle. El miedo de saber que pude haber muerto si el Sr conductor hubiese acelerado un poquito más. No sé qué me pasó, y aún dos días después no sé realmente si sigo siendo el mismo.

Aquí sirve una lección de seguridad vial: esto no fue un accidente. Accidente es resbalarse con un banano en el piso. Esto fue una situación donde dos actores viales colisionaron y no tuvo nada de accidente. Todos los involucrados sabían exactamente lo que estaban haciendo, la velocidad a la que estaban conduciendo, la masa del vehículo en el que estaban andando y las consecuencias de una colisión. La probabilidad de muerte en una colisión, en especial si fuese más de 30 kilómetros por hora, era tal vez mucho más clara para mí porque mi trabajo se trata exactamente de reducir las velocidades. Pero todo lo demás de esa situación era perfectamente claro para todos, incluso para usted que lo está leyendo sin haber estado ahí.

Juzgue usted, lectora, quién fue responsable, quién fue irresponsable y quién tuvo la culpa. Yo estoy aquí contando lo que me pasó y agradeciendo que sigo vivo, y con mucha rabia porque ni siquiera oí una palabra de conciliación de mi contraparte en el siniestro.

La historia solo empezó ahí. Luego fui a mi oficina, me convencí a mí mismo que tenía que trabajar y lo hice. Pero hacia las 2 de la tarde ya no podía trabajar tanto y a las 4pm decidí que era imposible seguir y me fui para mi casa. Al llegar, estaba tan absolutamente desorientado que me fui a la Clínica para ver qué pasaba.

«Eso es por SOAT porque el vehículo estaba en movimiento» fue la frase más desconsoladora que me dijeron en la Clínica. Y me pidieron llenar un papel. A pesar de mis plegarias («señora, es que me atropellaron y preferiría no tener que sentarme a relatar la historia, eso lo hago pasado mañana en el blog y le prometo que se lo mando»), me hicieron relatar los hechos. Con media cabeza funcionando, pude escribir lo siguiente:

La larga espera fue seguida de una serie de exámenes físicos de un médico de 15 años que hablaba enredado (¿o era yo el que pensaba enredado? No me acuerdo). A eso le siguió una inyección, un TAC y una espera de más de una hora para que me dijeran que me tomara unas pastas, que no mirara pantallas por dos días y que descansara. Mientras tanto, caía en las fauces de la máquina de paqueticos y compraba chitos cada diez minutos… y no era solo yo el que compraba chitos en una clínica, pero seguramente sí era el único que veía la ironía de que la única opción de comida cerca de mí en una clínica era una máquina de chucherías… a alguien le faltó la clase de prevención de enfermedades o promoción de alimentación saludable…

Por lo menos el susodicho TAC dice que no me voy a morir (o que, por lo menos, no esta vez ni esta semana… a menos de que me encuentre con otra camioneta o vehículo raudo y veloz en la mitad de mi camino).

En una palabra, pareciera que tengo una contusión, pero leve (levísima, de hecho). Tan leve que no apareció en ninguno de los exámenes. No he vomitado ni he visto gente verde ni he perdido el conocimiento, pero sí llevo dos días hecho un idiota, con un dolor de cabeza permanente y pidiéndole a todo el mundo que me hable despacito, que me tenga paciencia, que yo ahí voy entendiendo pero que por favor no me acelere las cosas. Una idea a la vez, por favor, que mi cabeza no está para esos trotes.

No sé qué pensar. Tampoco tengo la capacidad de pensar. Me puedo concentrar durante un máximo de dos horas sin tener dolor de cabeza, y la mitad del tiempo me la paso pensando qué habría sucedido si el golpe hubiese sido más duro, más arriba, más abajo, y qué tal que me hubiese pegado en la cabeza de verdad (la contusión fue solamente por el latigazo del golpe y no por el impacto como tal). No es divertido ser idiota, y menos cuando uno se esfuerza toda su vida por no serlo. Tampoco es divertido tener que detenerme cuarenta veces mientras escribo esta entrada porque me da dolor de cabeza y no puedo seguir. Nada de esto es divertido, ni instructivo. Es simplemente una situación inútil y cínica de la que, por suerte, salí vivo pero no ileso. Me siento como si hubiesen soltado las riendas de mi cerebro y me demoro en reaccionar ante una pregunta sencilla. Estoy en una cárcel de pensamientos incoherentes y breves que se interrumpen con dolores de cabeza.

Y las preguntas que me hago desde ayer me aterran: ¿seguir montando en bicicleta? (sí, pero cuándo y cómo y por dónde, todavía no sé), ¿seguir promoviendo la bicicleta como algo útil en la ciudad? (sí, pero con qué precauciones y con cuáles indicaciones de seguridad y dirigidas a quienes, tampoco sé), ¿Qué le digo a mis hijos cuando me pregunten qué me pasó? (no he podido contarle a nadie, no sé por qué) ¿Qué voy a hacer si me vuelven a atropellar? (porque contusión tras contusión ya no es ni chistoso). Por lo pronto, he tenido que recurrir a una oficina de papel mientras me mejoro, porque es lo único que me aguanto para trabajar:

Me da rabia que las reacciones a esta historia son, generalmente, reacciones que me piden tener cuidado y andar con calma. Admito que no estoy entendiendo la mitad de las cosas que me dicen, pero me parece que el que debía andar con cuidado y con calma era el señor conductor del carro blanco, y que yo con mis sesenta kilos y mi bicicleta a 20 kilómetros por hora no creo que estuviera generando un riesgo inminente en la vía. Pero sí, entiendo que el mensaje que me quieren dar es el de andar con más cuidado ante la asquerosa ciudad en que vivo, donde no es Dinamarca sino Cundinamarca y donde, reitero, solo falta que lluevan ranas.

Solo tengo dos conclusiones relevantes:

1- Mensaje a los conductores del mundo: Si usted conduce un automóvil y ve un ciclista en su camino, por favor cuídelo. De verdad es un usuario muy frágil y, si su intención es asustarlo, aguántese las ganas porque puede asustarlo de verdad y tal vez matarlo. Su carro es bastante pesado y usted no tiene tan buenos reflejos como le hace creer a sus amigos. Frene antes de lo que le gustaría, y ponga las malditas direccionales. Para algo las pusieron en la década de 1960, y ya es hora de que las aprenda a usar.

2- Reflexión personal sobre el uso de elementos de seguridad: Ayer, en medio de mi desparche por la instrucción de descansar obligado, me puse a pensar cómo podría ser entonces el atuendo de un ciclista totalmente seguro y que anda con cuidado por las calles y sin riesgos. Se me ocurrió este, no sé qué tal les parezca pero yo creo que así no me vuelven a dañar tanto:

 

pd: 12 horas después de publicar esto, ya he recibido mensajes con varias historias similares… me aterra. Los invito a que comenten aquí con sus historias para demostrar que esto no es raro ni infrecuente sino más bien algo MUY frecuente.

(hay una entrada que escribí una semana después del incidente, pueden verla aquí)