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El Medio Oriente, hoy por hoy, se
ha convertido en epicentro de grandes hechos sociales, que una vez más está
demostrando que cuando el pueblo se une y se organiza en torno a un objetivo en
común y no se rinde hasta ver cumplida la meta, los beneficios van desde el
fortalecimiento de la institucionalidad del Estado hasta llegar a una
consolidación del poder democrático que debe recaer exclusivamente en el
pueblo. 


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El Mundo Oriental una vez más nos
está dando una gran enseñanza y gran muestra del poder que tiene la nación en
momentos cuando no basta con tener portentosos ejércitos, o grandes ganancias
fruto de la corrupción ejercida, o cuando el apoyo de las grandes potencia
mundiales ya no vale y lo único que queda es resistir hasta que llega un punto
en que no queda otra opción que renunciar y ceder ante las protestas de la
población.

Túnez y Egipto fueron los
primeros en dar el gran golpe contra sus dictaduras (Ben Ali y Hosni Mubarak),
que llevaban en el poder 24 y 30 años respectivamente, y en los últimos días se
han contagiado otras naciones vecinas de nuevos aires de libertad y democracia,
caso especial el de Libia, por ejemplo, con un presidente desde 1969 que llegó
a este cargo como líder de facto, y ha hostigado en los últimos días a la
población tratando de retomar el poder en lugares estratégicos que ésta se
había tomado como la capital, Trípoli.

Libia, actualmente se ha
convertido en un campo de batalla no solo entre opositores y seguidores de
Gadafi, sino que los países aliados a través de la OTÁN, por motivo de la resolución
expedida por la ONU que decreta la exclusión aérea en Libia para proteger a los
civiles, han atacado a las fuerzas de Gadafi para disuadirlas y lograr que este
«ceda y deje el poder», ante la furia de la guerra desatada en este territorio.

Por estos días las fuerzas
rebeldes opositoras a Gadafi ya se tomaron la capital Trípoli y han entrado al
complejo residencial militar de éste, el cual no se sabe, hasta el momento, donde
está, pero lo que si es casi seguro es que sigue en territorio libio y no se
descarta que viaje a Túnez o Venezuela.

Varios países del mundo dan por
terminado el régimen de Gadafi y han reconocido al Consejo Nacional de
Transición (CNT), el órgano político de los rebeldes libios, seis meses después
de la revuelta popular contra el régimen, entre los países están Estados
Unidos, Inglaterra, Francia, Italia, España, Alemania y por supuesto nuestro
país Colombia.

Por otra parte, en camino están
por ahora, otros países del Medio Oriente que también han salido a las calles a
protestar en contra del régimen de turno, como por ejemplo Irán, Yemen y Bahréin,
pero sin lugar a dudas el caso mas importante y de mas atención es Siria donde
la violencia y la represión por parte del gobierno de Al Assad a los manifestantes
es tema central de la ONU.

En fin, es toda una gran batalla
librada por el pueblo que se revela contra su gobernante, que a través de
décadas lo ha condenado a vivir en condiciones de alarmante pobreza, corrupción
y desempleo, cifras que no están muy lejanas de las de latinoamericana y en
especial las de Colombia, estados éstos que solo difieren de los ya mencionados
por el tipo de gobierno y las condiciones históricas y geopolíticas.

Es claro que hoy en día es
exigencia y obligación de todos los Estados la protección a valores tan
importantes como la libertad, la democracia, la justicia y la libre expresión
sin opresiones o persecuciones.

Es deber y derecho del ciudadano
protestar y pronunciar la inconformidad contra los representantes del país respecto
a temas tan sensibles como la salud, la educación, el desempleo, la pobreza y
la corrupción, pero esto es Colombia, y estamos lejos de ser como los
orientales, porque así como nos caracterizamos por ser una de las democracias
más sólidas de América Latina, también nos acostumbramos a ser bastante
conformistas y aguantarnos todo lo que al Estado le provoque hacer, no
importando si es para bien o mal, porque la falta de criterio y argumento es
característica del pueblo.

Mucho cuidado con la doble faceta
de la democracia, porque puede terminar convirtiéndose en la tiranía de la
mayoría o en la ignorancia masificada.

Somos doblegados y en ocasiones
caballos de Troya de aquellos que por algún tiempo también soñaron con
renovados aires de libertad y democracia, pero terminaron condenados a la
frustración y el fracaso.


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