¿Dónde está la autoridad en este país?, reclaman millones de ciudadanos en las calles que ven como la Policía Nacional ha sido protagonista de varios casos de corrupción, donde parece no existir los mínimos filtros para aceptar a ciertos sujetos que no merecen portar uniforme que los acredite como Fuerza Pública; los senadores son desde vieja data expresión de la mentira, la trampa, los sobornos, el clientelismo, la compraventa de votos para aprobar actos legislativos y alianzas macabras con grupos al margen de la ley (paracos o guerrilleros); y, recientemente, los magistrados quienes hace algunos años eran objeto de respeto y admiración, se han convertido en una miserable corruptela incontenible donde prima el poder, el dinero y las leguleyadas en un Estado de Derecho donde parece más importar la interpretación que la expresión certera de una ley ambigua, equivoca y confusa.
No solo son las tres ramas del poder completamente podridas, sino que a todo esto se suma la crisis en la autoridad primaria y esencial de una sociedad, los padres, quienes en su mayoría son forzados por el deseo o la locura de unos minutos, y parecen haber olvidado el papel de autoridad paterna o materna frente a sus hijos, muchos de ellos, abstraídos por la ley protectora de un Estado que blinda desde el delincuente más joven hasta el más experimentado, acostumbrados a burlar padres, Policía, jueces y sociedad, respectivamente.
No lo reprendo porque me denuncia, no lo toco porque es violencia intrafamiliar, no le hablo por respeto a su espacio y sus amigos, no corrijo sus acciones porque hace parte del libre desarrollo de la personalidad… estos y muchos otros comentarios reiterados entre padres de familia de las nuevas generaciones que parecen haber entregado a la sociedad el crecimiento y desarrollo de sus hijos, quienes son, entre muchos otros, aquellos que cínica y tiranamente encaran diciendo ¿usted no sabe quién soy yo?
Se perdieron todos los niveles de respeto a la autoridad en Colombia, producto de escándalos de corrupción, mentiras, doble moral, chantajes, clientelismo y abusos que generan indignación, rabia y justicia por mano propia ante la pasividad o ineptitud de los entes encargados.
A lo anterior, se suman, diversos casos en los cuales los resultados no son evidentes y los aires de frustración contagian a millones de colombianos que ven como funcionarios judiciales entran a paro y luego toman un mes de vacaciones, jueces y magistrados recibiendo dinero para fallar de cierta forma un pleito, congresistas evadiendo una prueba de alcoholemia, policías abusando del poder en algunas regiones y delincuencia común todos los días que termina en la libertad para el delincuente un día después de ser capturado.
Y para colmo de males, expresidentes revestidos de completa impunidad ejerciendo linchamiento social a través de redes sociales o representando al país en organismos internacionales apoyando la tiranía y la violencia, engendros políticos que estuvieron rodeados de asesinos, delincuentes, ladrones, narcotraficantes, paramilitares pero se mantienen, uno, como el ángel democrático de millones de borregos y, otro, como la sombra politiquera diplomática del actual gobierno colombiano.
En un país donde la autoridad no inspira respeto, orden, justicia y confianza es imposible alcanzar la paz y erradicar la raíz de todos nuestros problemas, la ignorancia y la corrupción, en la cual no solo participan aquellos que estudian en las universidades más prestigiosas del país sino miles de ciudadanos en las calles cuando evaden un parte, agilizan un procesos judicial con dinero de por medio, evaden impuestos, etc.
Y el escándalo de la semana es… se escucha en los titulares de los medios de comunicación una vez más… y por ahora todo sigue igual.