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Fabián Salazar Guerrero.  Fundación para el diálogo y la cooperación Interreligiosa. INTERFE

A propósito de este blog “diálogos espirituales” he recibido manifestaciones de grata acogida a los contenidos presentados en este primer mes, y varios de mis interlocutores me cuentan que están siendo utilizados como material de reflexión; esto me alegra ya que el fin de este proyecto es mover las mentes y los corazones a una inteligencia espiritual que  promueva el bienestar, la convivencia y que se proyecte en el compromiso ciudadano.

Sin embargo he recibido también comentarios que afirman que los contenidos son utópicos, que las personas difícilmente pueden cambiar, que las religiones son sólo una “mafia” a la cuales únicamente les interesa el dinero, que las cosas de Dios no tienen porqué mezclarse con las de la política, que los contenidos deberían ser “más espirituales” y así una serie de comentarios, que en  verdad agradezco pues demuestran que el blog está suscitando opinión y me permiten seguir compartiendo mis opiniones personales y mi experiencia en el campo interreligioso.

El calificativo que más me llamó la atención fue el de un lector que me escribió diciendo “se nota que eres muy ingenuo” y es aquí donde me quede pensando: “¿que me habría querido decir?” pues la primera reacción es asimilarlo con “iluso”, “falto de experiencia” o con “pequeño saltamontes no sabes de lo que hablas”. Me quedé ese momento con la duda pues mi interlocutor había lanzado el calificativo y había partido sin dejarme oportunidad de pedir explicación.

Es entonces, que hice el ejercicio de buscar en internet diferentes fuentes que definieran el concepto “ingenuo”; comencé por de la RAE que lo define como “candoroso, sin dobles” y en la voz femenina “Actriz que hace papeles de persona inocente y candorosa”. Luego de otras direcciones pasé a Wikipedia donde descubrí que Ingenuo fue un usurpador romano que en el 260 se declaró emperador tras la muerte de Valeriano y que murió en el campo de batalla (o se suicido) tras un muy corto periodo en el poder. Finalmente me detuve en una página (www.deficiniciones abc.com) que expone el siguiente párrafo:

“la palabra ingenuo es el término que empleamos con recurrencia para dar cuenta de aquel individuo que en su comportamiento no presenta malicia, ni segunda intención y que además se muestra bastante inocente en cuanto a la realización de alguna travesura. Es decir, el individuo no dispone de maldad alguna y suele aceptar sin reclamos, incluso, aquellas situaciones más incómodas, grotescas e increíbles, que en cualquier otra persona pueden desencadenar una venganza, un enojo o hasta un grito”.

Luego de confrontarme a estos términos reflexioné que tan  “ingenuo” en realidad podría llegar a ser con mis opiniones en el blog.

Mis conclusiones las graficaré con la siguiente imagen: si alguno piensa que me quedo únicamente en las hermosas rosas sin reconocer que tienen espinas, pues he de contestarle que si las conozco y que en esto no soy ingenuo, pero si por lo contrario me preguntan que si sobre las espinas puedo encontrar rosas diré “ingenuamente” que si lo creo y lo espero.

La ingenuidad en nuestro tiempo era vista como una virtud, ligada a la inocencia y limpieza de corazón de los niños, de las madres, de las abuelas y de los consagrados; en cambio hoy en un mundo competitivo e individualista parece que la ingenuidad designa al que es “tonto”, “engañado” o “fácil de manipular”. ¿Qué ha producido este cambio? ¿Por qué una condición deseable para nuestros hijos se convirtió en una desventaja para su desempeño en el mundo?.

No es fácil una respuesta pero valdría cuestionarse si como humanidad hemos perdido esa inocencia y esa ingenuidad y por eso la despreciamos. Nos hemos vuelto tan competitivos que hay que ponerse alerta para que otros no nos devoren, nos hemos vuelto tan morbosos que toca cuidarnos del otro para que no nos violenten, nos hemos convertido, con aprobación social, en depredadores que para defendernos debemos “atacar primero”.

Confieso, y eso debe ser por mi edad, que me duele escuchar a niños y niñas hablando con doble sentido en chistes y comentarios sexuales, en posiciones y bailes eróticos y diciendo que tienen “novias” bajo la celebración de los adultos. Veo también como los niños objetos de Bullying son aquellos que fueron educados en valores de hogar y se ven confrontados con otros que fueron educados bajo la ley del abuso y violencia a sus semejantes.   Veo como frente a la justicia que reclaman los infantes, los padres les contestan “no se deje”, “no sea bobo”, “desquítese” y “si le vuelven a pegar, yo mismo le pego para que no se la deje montar”, “sea un machito y deles”.

De igual forma frente a aquel que devuelve dinero, aquel que trabaja honestamente, aquel que no se deja sobornar, aquel que cree en las instituciones, aquel que cumple sus deberes se lo trata como “un tonto que no sabe aprovechar”, “que no sabe que mientras que no lo vean no lo castigan” “que si no lo toma él,  lo toma otro más vivo”. Que triste es ver cuántas personas son estafadas, engañadas, utilizadas, encarceladas por que “fueron ingenuas” y lo peor al conocer sus historias, la reacción de la gente es “ahhh para que se dejo”.

También se ve entre los adolescentes que deciden conservar sexualmente su cuerpo,  pues es terrible toda la presión que cae sobre ellos por parte de sus compañeros, las burlas, los calificativos de “santurona”, de “mojigata”, de “pasada de moda” porque no son promiscuas, porque no se emborrachan o se drogan o porque visten de forma recatada. Cuántas y cuántos se han estrellado con realidades que no querían vivir, cuantos se ven truncados en el camino, cuantos son abusados y no por ser “ingenuos” sino porque la sociedad desprecia este valor y se aprovecha de ellos.

Y qué decir de los ancianos, que confiados en “la palabra”, los “valores”, la “confianza” que se vuelven como niños a la ingenuidad, son objeto de abuso y explotación tanto de sus parientes como de extraños que se aprovechan de su condición de soledad, marginación y vulnerabilidad. Que vergüenza que su “ingenuidad”  socialmente no sea protegida, pues no es suficiente tener una batería de leyes, sino hay quien las garantice para esta población.

Volviendo a la imagen de rosas y espinas. Ya la vida me ha enseñado que detrás de tantas bellas palabras, de tantas instituciones “muy respetables” (incluyendo las religiosas), igualmente de la amistad, así como al reverso de aquellos los que supuestamente defienden nobles causas, existen también (en algunos casos) terribles espinas de envidia, de odio, de rumores, de traición, de agendas ocultas, de resentimientos y aún más, que en nombre de Dios se han cometido y justificado los peores crímenes. En este camino dirán que es difícil hallar coherencia, pero no porque encontremos en el camino esas espinas de la realidad humana que hieren en lo profundo del alma, debemos renunciar a los ideales y las esperanzas del Amor.

Ampliando la segunda parte de la afirmación, creo como convicción que a pesar de lo que conozco de las espinas de las comunidades, de las instituciones educativas, de la academia, de las personas religiosas, incluyéndome, hay un proyecto divino, una rosa que da culmen y embellece todo los esfuerzos, todos los compromisos y todos los sueños.  Pido a Dios me dé esa “ingenuidad” fruta de la bienaventuranza que me permita “la limpieza de corazón para verlo” aún en medio de realidades tan grises, tan opacas de los  propios errores, de los temores e incoherencias y mantener este esperanza “ingenua” entre los que me rodean o leen.

Finalmente no veamos las espinas como enemigas pues en realidad el fin de ellas es proteger un bien preciado; mirándolas así, todos los momentos, personas, situaciones difíciles tienen un nuevo  sentido y es de habernos ayudado a crecer.

Muy invitados a dejar sus opiniones y seguir juntos este camino de diálogo.

 

@teologosalazar

teologosalazar@gmail.com

 

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