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Fabián Salazar Guerrero PhD. Doctor en Teología. Asesor en belleza espiritual.

La alegría de la Pascua es reconocer el valor de la vida y manifestar el gozo por una existencia rebosante de agradecimiento, de sentido y de servicio. Es una enorme posibilidad para que, inspirados por la fuerza de la resurrección, podamos vencer el desánimo, el rencor, la pereza, la tristeza, y superar los miedos y la sombras que nos opacan.

En Pascua estamos empoderados con la fuerza espiritual para continuar la lucha contra las tinieblas del odio, poseemos la sabiduría para tomar maravillosas decisiones, mantenemos la fe para seguir creyendo en que es posible un mundo mejor, y nos cubrimos de la templanza para resistir a la tentación de la desesperación y la indiferencia.

A continuación te presento una listado de oportunidades que tenemos cada día para manifestar ese amor por la vida y el amor a los seres que nos rodean:

– Abrir los ojos y sentir con alegría que estamos nuevamente vivos.

– Respirar profundamente.

– Levantarse con entusiasmo y tomar conciencia de cada una de las partes de nuestro cuerpo.

– Sentir esa ducha reconfortante, que acaricia nuestra piel y nos despierta.

– Tomar el alimento reconociendo su sabor, su color y su aroma. Disfrutar cada bocado y bendecir a quienes lo hicieron posible.

– Saludar con afecto a nuestros seres queridos y, si están lejos, llamarlos para sorprenderlos.

– Agradecer, agradecer y agradecer por todo.

– Salir a la calle o en el mundo digital y descubrir el maravillo rostro de otras personas (aún con tapabocas).

– A quienes nos encontremos regalarles un saludo y alegrarles su día (también se vale saludos virtuales).

– Volvernos a ilusionar con nuestro trabajo o estudio y comenzar con renovado entusiasmo.

– Caminar, caminar y caminar.

– Hacer un plan de ejercicios físicos diarios.

– Inventarse cambios y adornar nuestros espacios.

– Llamar a un amigo que hace rato no se contacta para preguntarle por su vida.

– Hacer planes nuevos y apoyar los que tengan nuestros seres queridos.

– Dedicar un tiempo para cocinar y disfrutar de invitar a alguien a cenar.

– Reír, reír y reír aún de sí mismo.

– Patear piedras, mirar el entorno, caminar descalzo, y sentir la tierra.

– Hacer un oficio de la casa mientras se coloca música, se canta y hasta se baila.

– Disfrutar, disfrutar y disfrutar de la belleza de la naturaleza y respetarla.

– Amar la vida en familia.

-Cuidar con dulzura de nuestras mascotas.

-Mantener un jardín y/o maravillarnos de las flores.

-Detenerse a ver un fantástico amanecer o un bello atardecer. Disfrutar de un cielo estrellado.

– Sacar tiempo para jugar con un niño y visitar cariñosamente a los ancianos.

– Maravillarse del silencio y sentirlo en nuestro corazón.

– Viajar a nuevos lugares que nos permitan vivir nuevas experiencias (con todas las normas de bioseguridad).

– Disfrutar de una buena compañía y de una agradable conversación.

– Ayudar a los demás en sus dificultades.

– Descubrir a Dios y sus ángeles que nos hablan y cuidan cada día.

– Contemplar, contemplar y contemplar con amor todo lo que nos rodea.

Y la lista continuaría, esto es sólo para recordar que la vida está llena de momentos irrepetibles que valen la pena disfrutar como un regalo divino lleno de plenitud.

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