Luego de dedicar tantos años de mi vida a la búsqueda espiritual, entre caminos de luces y de sombras, entre senderos de certezas y de extremas dudas, entre libros sagrados y disertaciones académicas, entre grandes maestros y pequeñas enseñanzas de la vida cotidiana, y entre bellos campos floridos y terribles y desoladores desiertos, debo confesar que apenas me encuentro avanzando vacilante, como un pequeño infante que comienza a caminar buscando ilusionado los brazos de su madre.
Me caigo y me levanto, me alegro y me pongo a llorar desconsolado, me lleno de claridad diáfana, y en ocasiones me entrego derrotado a mis noches oscuras, me siento muchas veces acompañado y también, en incontables momentos, me he manifestado en absurda y estéril soledad.
Querida lectora, no tengo otra forma de expresarte estas contracciones sino a través de dos mis escritos cortos, y estoy convencido que la poesía y la sensualidad de las palabras son el mejor lenguaje para reflejar en las aguas de la existencia, la luz lunar del alma. Podrías leer cada frase y dejar que resuene en tu mente y corazón, mientras respiras profundamente las experiencias íntimas que relatan.
1- Peregrino de mí mismo
Inicio peregrino un viaje a mi interior, a mis cielos profundos y a mis mágicas flores, a mis pasos vacilantes y a mis cantos de entusiasmo, a mis tiernas sonrisas de labios puros, a mi natural condición de gozo de sorpresa y de dulzuras.
Camino descalzo por la tierra sagrada del alma y miro con admiración el mundo que me rodea, y con devota gentileza inicio mi sutil danza en remolinos de alegría con la confianza renovada de dejar atrás las vacías tristezas y las amarguras.
Vuelvo al lago de mis anhelos, a la memoria inocente de pasiones, a las ilusiones intactas, a los sueños que esperan ser cumplidos, para agradecer confiado el cariño de los seres amados, y el recuerdo de aquellos que partieron a las alturas.
Abrazo mis oscuridades y miro a los ojos mis temores, me enfrento valiente a la decisión de ser feliz en esta vida, y anhelo de volver un día sereno, a la bella fuente divina, agradecido profundamente por esta existencia de aventuras
2- Enamorarse de la Vida
Enamorarse de la vida es disfrutar de la miel dulce de la existencia, es valorar con pasión las flores dispuestas de mil colores, es dejar que el aire delicadamente nos acaricie, y sorprendernos con ojos de niño por las maravillas ocultas en cada rincón en el camino.
Enamorarse de la vida es vencer los cotidianos temores del sinsentido, es arriesgarse a vencer los molinos del tedio y la rutina para arremeter con hidalguía, tras inéditas locuras, en renovamos impulsos del alma, en palpitaciones celestes, y en lo mágico del destino.
Enamorarse de la vida es contemplar su frenético movimiento, su fluir interminable, sus inéditos senderos de montaña, los placidos valles, sus turbulentos océanos de emociones, los horizontes de fatiga, los esfuerzos diarios entre las tristes lágrimas y lo festivo.
Enamorarse de la vida es fascinarse de nuestra divina condición en medio del ropaje finito del terrenal cuerpo, el disfrute de los sentidos, el gozo del placer, las noches de desvelo, las esperanzas defraudadas, las súplicas al cielo y el trayecto de vuelta al ciclo cumplido.
Es momento simplemente de enamorarse de la vida.
Deseo que estas palabras te hayan sido de inspiración y que en muchas de sus expresiones te hayas sentido reflejado, comprendido y hasta invita a expresar lo que se encuentra amorosamente latente en tu interior. Te espero en un próximo escrito de este blog de diálogos espirituales.
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