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Fabián Salazar Guerrero PhD. Doctor en Teología. Asesor Espiritual.

Mujeres y hombres de muchas partes del mundo, de diferentes edades, razas y creencias se han preparado con dedicación, empeño y disciplina para lograr un nivel espiritual que les permita ayudar a la humanidad. ¡La hora de ayudar ha llegado! Es necesario poner las oraciones, las meditaciones, las técnicas, las prácticas, las escuelas, las enseñanzas, y sobre todo, los corazones para acompañar a quienes lo necesitarán en esta época de pandemia.

Es la oportunidad de servir a los demás con toda la generosidad de nuestras capacidades, tanto de manera voluntaria como profesional. Es la posibilidad de compartir el afecto, la esperanza, la alegría y motivar con una poderosa llama de positivismo a las personas para que sigan adelante.

Toda palabra de aliento y todo el cariño enviado será importante y llenará de bienestar, tanto quienes están al frente de la emergencia como aquellos que se quedan responsablemente en casa. Debemos sentirnos como “médicos” y “enfermeros” del alma, dispuesto entregar nuestro tiempo, dedicación y conocimiento.

Es cierto que hemos estado divididos, trabajando cada uno por su lado, y en muchas ocasiones hasta enfrentándonos, pero hoy es necesario bajar las guardias, dejar nuestros egos atrás y trabajar en red espiritual para cuidar a nuestro hermanos y hermanas, para protegerlos, consentirlos y guiarlos en medio de noches oscuras y aún más, para acompañarnos en profundos cambios que vienen a la comunidad humana y al planeta.

Para cumplir nuestra bella labor podríamos tener en cuenta los siguientes aspectos:

Preguntar. Antes de intentar ayudar es mejor preguntarles a los destinatarios si necesitan nuestro acompañamiento y cómo lo necesitan. Se requiere estar atento para que nuestro deseo de servir (por muy bien intencionado que éste sea) no cause un daño mayor por nuestra imprudencia. En el caso de discernir que no podemos ayudar a una persona en particular, sea la causa que sea, debemos retirarnos en paz y dejar que todo fluya.

Saber escuchar y no imponer. Se requiere renunciar al protagonismo de la propia palabra y aprender a escuchar desde un silencio contemplativo para dejar al otro ser el mismo, para sentirnos cercanos con su causa, para comprender sus dudas, su dolor y sus razones. Y luego llegado el momento, devolverle con ternura y paciencia lo que él nos dijo para que se escuche y se entienda a sí mismo. En ocasiones guiar con amor es únicamente escuchar, mirar y ayudarle a encontrar su camino.

Fortalecer una red afectiva. Es conveniente motivar a quien ayudemos a fortalecer sus lazos familiares y de amigos para que formen círculos efectivos de soporte, tan prioritario, en esta crisis. Es fundamental promover que unos a otros se colaboren, se llamen, se envíen mensajes afectuosos, se presten recursos, incluso, económicos y estén atentos del mutuo cuidado. Esto requiere una especial atención de los adultos mayores, aquellas personas que están solas y de los que no tienen hogar.

Mantenerse espiritualmente fuerte. La crisis que vive el mundo actual, a causa de la pandemia, no es una carrera de velocidad sino de resistencia. Eso pide que mantengamos rutinas de auto cuidado, espacios de silencio, y busquemos quien nos acompañe, y sobre todo tiempo de cultivo espiritual y de encuentro intimo con la fuente divina del amor.

En estos momentos de urgencia todos podemos llegar a ser compañía, motivación y consuelo para los demás, incluyendo prioritariamente a los más cercanos. Es hora de mostrar quienes somos y de lo que estamos hechos.

Amados lectores, gracias por recibir este blog, gracias por compartir en sus redes y hacerlo llegar a quien lo requiere.

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