Si alguien viene a enseñarnos sobre la naturaleza cambiante de la vida son los hijos. Dicen que lo único seguro en la vida es el cambio, y todos hemos experimentado esta verdad en algún nivel. Sin embargo, parecemos vivir en negación sobre la naturaleza siempre cambiante de la vida, damos la pelea con toda nuestra potencia aferrándonos con las uñas a las facetas de la realidad que nos gustan. Si pudiéramos elegir, nos quedaríamos en estados de placidez eternamente, cuando las cosas salen bien, el negocio marcha, el romance apenas inicia, cuando el clima es soleado. Pero detengamos acá un momento y analicemos lo que sería vivir en algo eternamente. Hay algo tremendamente disfuncional y casi monstruoso en algo que dura para siempre, sea lo que sea. Inclusive si halláramos la tan anhelada eterna juventud, ¿qué haríamos con tanta belleza y tan poca sabiduría, cuando descansaríamos, cuando sería el momento de sentarnos a contemplar y permitir que otras generaciones reciban la antorcha? No creo que pudiéramos soportarlo, creo que es la impermanencia lo que permite la vida, de lo contrario somos como un rio que para, una nube estática.
Los hijos enseñan esto una y otra vez. En mi caso personal, cuando creo que tengo certeza de algo con respecto a mi bebe, él hace lo contrario al otro día. Cuando ya siento que logré mi voluntad, llega él con su universo y su risita y mi única alternativa es adaptarme a sus maneras. Cuando creo que ya entendí, él me confunde y me enseña algo nuevo. Definitivamente los niños no llegan con manual de instrucciones, y aunque nuestra neurótica mente así lo quisiera, todo bien delineado y explicadito, el caos y el desafío que representa un hijo es una de las formas mas hermosas para educar padres.
@camilasernah
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