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Con la licencia de sociólogos e historiadores, podría decirse que el intercambio cultural y comercial entre Oriente y Occidente, que permitió la Ruta de la Seda, fue el preludio de la globalización. El trasiego de bienes, usos y costumbres, entre los siglos 3 a.C. hasta el 16 d.C., facilitó el acercamiento y sincretismo entre los dos mundos. Asia central, paso obligado de la Ruta, refleja hoy en día una compleja amalgama de manifestaciones culturales influenciadas por el imperio Romano, el Otomano, el Hinduismo, el Budismo, los griegos y los persas.

Las repúblicas ‘Stan’, como se les conoce cariñosamente al grupo de países centro asiáticos, que en su mayoría fueron anexados a la Unión Soviética a inicios del siglo XX, atestiguaron el paso de bienes, tropas, ideas, credos y tecnologías. En medio de ellos se encuentra Tayikistán, un país sin salida al mar, el más pobre de la región y de menor población. Territorio que aún vincula a oriente y occidente, pues además de ser la retaguardia de la guerra de la OTAN contra los Talibanes, es también tránsito para la mayoría de la heroína producida en Afganistán con destino a Rusia, Europa e intermedios.

Con algo más de 8 millones de habitantes y cerca del 15% de la población, emigrada como fuerza de trabajo a Rusia, Tayikistán ofrece las condiciones ideales para facilitar una economía ilegal. Las condiciones de pobreza y la diáspora, han facilitado que este país encumbrado en las montañas Pamirs, sea una de las principales rutas de la heroína en el mundo. Nada sorprendente, si se compara con otros países de tránsito de drogas ilícitas. Como los centroamericanos, por ejemplo, que con poblaciones de similar tamaño y éxodos laborales en países de mayor desarrollo, también han facilitado las rutas, principalmente de la cocaína. Sin embargo, lo que realmente asombra, es la diferencia en las tasas de homicidio. Mientras en países como el Salvador u Honduras, en el año 2014 hubo 69 y 66 muertes violentas por cada cien mil habitantes respectivamente, en Tayikistán solo se presentaron 2.6 homicidios por cada cien mil habitantes en el mismo periodo.

Algunos, de manera simplista, atribuyen el hecho de que Tayikistán sea un país de tránsito de droga con bajos índices de criminalidad, al carácter autoritario del gobierno, el cual no permite expresiones violentas y controla el flujo de armas provenientes de Afganistán. Otros profundizan más el análisis, como la organización Christian Aid, que explica en el reporte ‘Drogas y Prácticas Ilícitas’ que, en adición a la mano dura, altos miembros del gobierno controlan el tráfico, permitiendo que la economía nacional se beneficie de ello, creciendo tímida y estable.

Tayikistán sería entonces un experimento que comprobaría, como sugiere la investigación, que el comercio de drogas no es violento por naturaleza. Se torna de esta forma, dependiendo del abordaje que le dé el Estado. Elucubrando, diría que la acción policial y militar en contra del comercio de drogas es lo que lo ha hecho un mercado violento; al menos este sería el caso de América Latina.

La otra Ruta de la Seda (Silk Road), aquí sí se acordarán sociólogos e historiadores que es claro resultado de la globalización, es algo así como el Amazon de las drogas. Esta versión de intercambio comercial fue hasta 2013 una plataforma en internet que por dos años permitió adquirir drogas ilegales en lo que se conoce como el Deep Web, Dark Web o red profunda. Su visionario creador Ross William, joven de 23 años, revolucionó el comercio de drogas ilegales, reduciendo los intermediarios entre el productor y el usuario de drogas. La transacción era posible a través de la plataforma, pagando en bitcoins (moneda digital) evitando que el usuario se expusiese a criminalización y riesgos derivados del microtráfico o fenómenos similares. Una vez se realizaba la transacción en la red, la mercancía llegaba por correo al domicilio del usuario, servicio que evitaba el contacto directo entre el consumidor y el distribuidor. No solo se obviaba la intermediación de actores violentos, también se garantizaba la pureza y calidad del producto, reduciendo los riesgos y daños en que incurren los usuarios de drogas al adquirir sustancias en el mercado negro de la calle.

La revolucionaria idea llamó la atención del obstinado gobierno de los Estados Unidos y sus agencias antinarcóticos. El sitio Web fue cerrado y su creador detenido y juzgado. El joven Williams, enfrenta hoy una condena de cadena perpetua. A pesar de ello, desde entonces ha habido varias versiones e intentos de continuar con la prospera y menos nociva ruta de distribución de drogas.

Cuando el comercio de drogas se deja en manos de actores violentos tanto estatales como no estatales quienes en ocasiones se enfrentan y en otras se alían, en el caso de América Latina, solo ha dejado efectos devastadores. Las Rutas de la Seda contemporáneas, por el contrario, evidencian que la amenaza no son las drogas, sus productores o usuarios, sino el tratamiento pacato, punitivo y violento con el que se aborda una diversidad de fenómenos que afectan a Oriente y Occidente.

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