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Paz Esquiva, Paz Deseada, Paz Añorada, y ahora, Paz Querida. La última es iniciativa de un grupo de personas de diversos sectores y disciplinas quienes están buscando la «…incidencia pública en la construcción de una ética ciudadana. Una que apoye la construcción de paz, basados en el respeto a la dignidad humana, la equidad, los derechos humanos y la búsqueda de la reconciliación». Esta descripción del sacerdote jesuita Francisco de Roux sobre Paz Querida, dada en entrevista a la última edición de la Revista Semana, propone derroteros que deberían marcar el curso del presente y de otros procesos que nos lleven a un estado de no violencia.

Antagónica a la Paz Querida, entra al listado la Paz Cínica. En esta, al contrario de la Paz Querida, ‘la ética no tiene que ver con el derecho’, la dignidad es privilegio de algunos, la equidad es un discurso ideológico y la reconciliación, ¿pa’ qué la reconciliación? La Paz Cínica, apela al miedo, la desinformación siguiendo con manual las diversas tipologías de falacias, como principales herramientas para incidir en la ciudadanía.

La Paz Cínica es iniciativa, entre otros, de dos antiguos aliados en la ‘guerra contra las drogas’: el senador Uribe y el subsecretario de estado de EE. UU. para asuntos internacionales de narcóticos, William Brownfield; alianza que data desde que el primero fungiese como presidente de la República y el segundo como embajador de EE. UU. en Colombia. Ambos, hábiles comunicadores, podrían ser estudio de caso en una clase de argumentación. En el discurso de estos guerreros, las falacias las hay de todo tipo: ad misericordiam, ad baculum o de cualquier otro latinismo pedante que se ocurra, en todo caso falsas; apelan al temor, la autoridad y a los sentimientos para manipular, deslegitimar y sabotear. Cínica manera de argumentar en contra del proceso de paz. 

El senador asegura, especialmente en medios internacionales, que las FARC ‘Han sido el mayor cartel de tráfico de cocaína del mundo.’ Falaz, mi aventajado jurista (¿o ventajoso?). Efectivamente las FARC tomaron la determinación a finales de los ochenta de involucrarse en la primera etapa de la cadena del narcotráfico, como un medio y no como un fin. Ciertamente han tenido control sobre un porcentaje considerable de la zonas de cultivo de la coca, en donde ejercían el cobro de gramaje o impuesto a la pasta base. Estas actividades y la relación de las FARC con la economía ilegal de narcotráfico, no los hace un cartel. De hecho están lejos de haberlo sido, pues no controlan eslabones ulteriores de la cadena como: la cristalización de pasta base en cocaína, las rutas de tráfico y menos aún la distribución o venta en las calles. El concepto de cartel implica una estructura que maneje la mayor parte de las fases del narcotráfico, en especial canales y rutas de distribución. Las FARC no han tenido ni el interés, ni la capacidad de serlo y hacerlo.

Por su parte, como aliado internacional de la Paz Cínica, el subsecretario Brownfield, el pasado 16 de junio testificaba frente al senado de su país, que el proceso de paz no le ha permitido al gobierno colombiano mantener el ‘mismo nivel de acciones antinarcóticos y de erradicación’ y remataba asegurando que ‘Debería ser posible continuar con la erradicación o tener la amenaza de la erradicación, para que miles de campesinos no crean que es la temporada abierta para plantar coca.’ Claramente cínico, indudablemente falaz, y por demás maniqueo, el argumento del Sr. Brownfield. Como exembajador sabe que Colombia viene aplicando letra a letra lo que le ha dictado EE. UU. en estos temas. Si bien la ineficaz fumigación aérea terminó, el incremento de cultivos ya venía desde algunos años, anteriores al proceso, el incremento del área cultivada es multifactorial, dirían los economistas, pero en general se relaciona al histórico efecto globo: se reduce la coca en Perú y Bolivia, se incrementa acá. Eso no lo cuenta el ex embajador chascarrillo.

Así, la Paz Deseada tendrá que perfeccionar su argumentación lógica, pues la falacia parece ser la herramienta de La Paz Cínica, desinformadora, manipuladora y mentirosa. A los dos aliados guerreristas en mención, se les puede descalificar usando la misma fórmula, por ejemplo la falacia Ad hominem, que busca ofender al interlocutor personalmente. Sería algo así: poca credibilidad pueden tener el Sr. Brownfield quien recuerda a Sam Bigotes, personaje de caricaturas, bajo de estatura, bélico y pelirrojo, a su lado el menos creíble Sr. Uribe, a quien, la  verdad, no le encontré parecido a caricatura digna de su altura, ¿alguna sugerencia?

 

 

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