Peras y manzanas: de la legalización de las drogas a la legalización de las armas
A raíz de la presentación del proyecto de ley de los congresistas María Fernanda Cabal y Christian Garcés, del Centro Democrático, que busca regular el libre porte de armas en el país, se abrió un debate en torno a las ventajas y desventajas de la regulación de la libre circulación y acceso a las armas. Infortunadamente, el debate se ha prestado para que argumentos absurdos y revictimizantes -como la justificación del paramilitarismo- revivan. No obstante, surgió una discusión muy interesante que compara la legalización del libre porte de armas con la legalización de drogas y si bien son comparables -aunque no tanto- desde el punto de vista económico, no lo son en el sociológico y en un Estado de Derecho, el segundo siempre será más importante que el primero.
Lo primero que hay que decir es que ambos son mercados, operan con las mismas herramientas pero no porque sean mercados son necesariamente iguales. En el mercado de drogas la ley de la oferta y demanda es completamente equivocada, es decir, la premisa de que al reducir la oferta suben los precios y por tanto baja el consumo es una falacia. Desde aproximadamente 1998, el número de consumidores de drogas convencionales como marihuana y cocaína ha crecido en un 50 por ciento y, simultáneamente, los controles antidrogas en aeropuertos y operaciones policiales han crecido buscando reducir la oferta. En el caso de las armas, evidentemente se ha desarrollado un mercado paralelo al monopolio legal del Estado, pero el consumo de armas no es semejable al de drogas, los volúmenes y las formas de circulación de la mercancía no es la misma y, por tanto, en el primero sí se cumple la ley de oferta y demanda. En un día cotidiano es mil veces más fácil conseguir marihuana que acceder a un arma a través del mercado negro.
Otro punto relevante para la discusión y que muchos libertarios no tienen en cuenta al comparar el mercado de drogas con el de armas es la capacidad de daño que tiene uno vs. el otro. Por supuesto que no es lo mismo estar en un parque a las 11 de la noche fumando marihuana que encontrarse en la misma situación con un arma. También una realidad descaradamente ignorada es la capacidad de organización que tiene per se el ser humano y los antecedentes de violencia que tiene Colombia. En lo personal, jamás he compartido la expresión de que Colombia es un país violento, sin embargo, sí hay que reconocer que somos un país que ha mejorado a pesar de sí mismo pero que ante el sinsabor de la injusticia y la falta de bienes públicos siempre hemos recurrido a las vías de hecho. Con base a esto, no quisiera imaginarme las manifestaciones y marchas en un contexto donde exista la libre circulación de armas. El caldo perfecto para una tragedia.
Los expertos que están a favor del proyecto traen el caso -y lo presentan como un éxito- de Estados Unidos. Uno puede sentarse días enteros a maravillarse de las aparentes ventajas que tiene el libre porte de armas, la libertad de la defensa propia, la posibilidad de defender la propiedad privada y sobretodo la vida propia. Sin embargo, así como todo lo concerniente al comportamiento humano, es necesario evaluar las variables sociales. El poder de adquisición y capacidad de ingresos de la población colombiana no se asemeja de ninguna manera a la de EE. UU. Mientras que en Colombia gran parte de la clase media a causa de la pandemia ha recaído en condición de pobreza, en Estados Unidos la clase media se ha mantenido constante. Por tanto, es inconsistente afirmar que las armas serían utilizadas con el mismo propósito, aunque el Proyecto de Ley pretenda que se use para la defensa de los derechos básicos como la vida.
En conclusión, la discusión alrededor de la legalización de las armas y su comparación con la de las drogas es una discusión que no tiene sentido cuando se sale del contexto económico. Antes de sentar cualquier postura, es necesario ir más allá de lo que dicen los libros y la academia e indagar un poco en la vida real, en el comportamiento sociológico del entorno que se está analizando. No es posible lograr una discusión seria si no se levanta la mirada del libro y se mira el acontecer de la realidad.
Cuando se hable o discuta la legalización de la droga iniciemos por la producción, con buenas practicas (laborales, ambientales e impositivas). Laborales que sus trabajadores gocen de salario, prestaciones y seguridad social. Lo segundo es la legalización de los sitios de comercialización al consumidor igualmente con buenas practicas (laborales, higiene e impositiva). Hoy el consumo de la dosis mínima es permitida o legal, pero el consumidor debe adquirir dicha dosis en la ilegalidad propiciando delincuencia. No nos quedemos que tan dañino o no lo es, sino que al igual que la armas legales se tenga la información donde se produjo quien la vendió y quien es su consumidor final (porte o tenencia) y no solo en la discusión del consumidor final.
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Buenas noches Sra Lucia, permitame decirle que ESTO «libre porte de armas con la legalización de drogas y si bien son comparables » no es comprarable, 2do. tienes un revuelto de ideas inmenso. 3. lLo que se discute es la defensa personal, el derecho a la vida, a que otro no nos la quite. 4. Es un sofisma pretender responsabilizar al Estado de nuestra protección, no existe. Luego u desapersibido puede creer que las arman hacen daño, no, es el que la usa y una defensa como la la del Drque en un puente lo fuero a atracar, dio de baja a 2 y el otro herído, esa es la mayor y mejor justificacion de el «porte de armas» ese es el debate.
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