O más bien, quizás las tiene, pero no necesariamente son sinceras o desinteresadas.
Nota: Las búsquedas se hicieron en Google en inglés, por ser la versión con mayor tráfico.
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Caí en cuenta hace muy poco de un error repetido que cometía como mínimo una vez cada dos semanas. Es más o menos el siguiente. La barra de dirección de Google Chrome se puede usar tanto para escribir direcciones como para buscar términos en Google. Para buscar la palabra ‘Google’ empezaba escribiendo ‘Go’ y erradamente presionaba Enter (por la costumbre de Autocompletar). Aparecía entonces el resultado de búsqueda de Google para ‘Go’.
¿Y cuál es el primer resultado? Atención: No es el juego de Go, que a mi entender sería la opción más conocida. Por el contrario, es un lenguaje de programación de Google. El cual tiene el mismo nombre, casualmente.
La importancia subyacente de esta situación me pasó inadvertida durante semanas, meses, quizás. No había pensado en lo extraño que era buscar una cosa y encontrar como primera respuesta algo completamente distinto a lo esperado, en una herramienta de uso masivo. Hasta que cierto día lo vi: este es un primer resultado manipulado… Es un resultado introducido, juzgado y presentado de forma diferente que el resto del contenido de Internet. Un resultado seleccionado con un criterio diferente al de todos los resultados siguientes.
¿Por qué? Porque Google es quien presta el servicio, y es quien decide lo que se entrega. Algo completamente natural, por cierto. Google es una empresa.
A la izquierda, el juego del Go. A la derecha, el lenguaje de programación Go. ¿Cuál es más popular en el Planeta Tierra? Pista: Uno de los dos ha existido por más de dos mil quinientos años.
Quizás esto no tiene nada de malo en sí mismo, pero quiero entenderlo mejor.
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Google: una empresa colosal cuyo servicio de búsqueda en Internet es el más utilizado en el mundo; seis mil millones de búsquedas diarias, y en aumento (¿Bing, alguien?). Ha permeado cada aspecto de la cultura occidental, cambiando la forma en la que interactuamos con el contenido de Internet, y causando que sean pocos quienes hoy recuerdan cómo era posible conseguir información sin tener un computador a la mano. Una empresa con un alcance tan gigantesco que en los últimos quince años ha adquirido más de 150 firmas de todo tipo, dedicadas a labores tan variadas como publicidad en internet, reconocimiento facial e inteligencia artificial.
Teniendo en cuenta su alcance masivo, considero que es (por lo menos) muy importante tener claridad acerca del principio básico que define el comportamiento de cualquier producto de Google, y por extensión, de cualquier producto en general; Google es una empresa, y la finalidad última de una empresa es crear valor.
Y en el caso de Google, es mucho más que eso.
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Un ejemplo ridículamente revelador es buscar la palabra ‘plus’, en inglés, ‘suma’. El primer resultado es por supuesto la red social Google Plus, y no el signo más (+), que aparece relegado a la segunda página, detrás del servicio de metro de Malasia, una empresa de préstamos, dos servicios de video, una empresa que ofrece banda ancha… Los casos son varios y a veces casi entendibles.
Al buscar ‘you’, por ejemplo, se encuentra un primer resultado separado de YouTube, antes de la entrada de Wikipedia para ‘You’ (tú). El criterio, claramente, es la cantidad de personas que están buscando la palabra ‘you’ para llegar a YouTube, porque es más corta que escribir la palabra completa. Lo mismo sucede para ‘face’ y Facebook. Lo que se tiene aquí es un balance entre el significado real de una palabra, y el uso que se le da como producto. Lo anterior muestra que hacer esto no es malo en sí mismo; simplemente, es importante entender el principio por el que se rige un servicio. Aún más si usamos este servicio casi diariamente y para todo. Google, como entidad, como empresa, tiende naturalmente a tratar las palabras como productos.
Muy al caso viene un comentario que leí hace ya un tiempo, sobre la idea de que un mapa es, y siempre ha sido, la proyección de las ideas, creencias y temores de quienes lo dibujan. ¿Y quién está mapeando el mundo hoy? Google, por supuesto. Así que, ¿quién decide qué se muestra en los mapas y qué no? No me refiero a quitar o poner una montaña, sino, por ejemplo, ¿qué áreas seleccionar de una ciudad, si se van a tomar fotos de muchas de sus calles (Google Street View)? ¿Qué tan grande debe ser, o qué tanto se debe pagar, para decidir si un local o una empresa aparecen en el mapa (Google Maps)? No por el hecho de preparar unas empanadas fantásticas nuestro puesto aparecerá mágicamente en los planes de un turista que viene al pueblo; la visibilidad mediática depende del intermediario obligatorio, que es quien dibuja el mapa.
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No estoy diciendo que sea un error, o que sea algo ‘malo’ en sí mismo que esto suceda. Cómo vamos a juzgar a una empresa sobre el servicio de presta, más aún de forma gratuita para nosotros, y especialmente si tenemos alternativas. Mi punto es que nunca antes había sido consciente de lo que implicaba encontrar un resultado en la primera página de Google; nunca había pensado en la cantidad de detalles que hicieron que esto fuera posible, ni en lo que implica la naturaleza de los resultados. Y no había notado la intromisión, digamos, ‘antinatural’ de productos y servicios entre las respuestas.
Lo que considero recomendable, entonces, es aplicar un uso racional e informado de los servicios. Esto incluye nunca depositar una confianza ciega en un producto en apariencia gratuito, pero ofrecido por una empresa que obtiene ganancias por su manejo.
Confianza ciega es preguntar a un amigo qué ruta tomar en Transmilenio. Confianza ciega es preguntarle a mi papá por una receta (con ingredientes y cantidades), porque aquí está hablando la experiencia. Y no, por el contrario, preguntarle a Google cuál es el mejor lugar para ir a comer.
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PD: Quizás esta reflexión no es del todo despreciable, teniendo en cuenta el control total o gran influencia que tiene Google sobre las siguientes marcas y servicios: Android, Gmail, Google Maps, Panoramio, Waze, y YouTube.
Básicamente… Están en todas partes, ¿verdad?
Excelente.
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