Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.

sintransmilenio.jpg

¿Qué será de la donairosa y tradicional Avenida Séptima cuando Transmilenio eche raíces sobre ella?

 
La ignorancia y la osadía suelen marchar juntas.
 
Así las cosas, puesto que soy ignorante en este -como en la mayoría de los campos del saber humano- me atreveré a aventurar una predicción que, por osada e ignorante, podrá ser sometida a juicio en el futuro.
 
La pregunta es qué será de la Avenida Séptima una vez Transmilenio prorrumpa con el en apariencia noble aunque cuestionable fin de mejorar el aparato circulatorio y respiratorio de Bogotá. Eso dicen… ¿no?
 
Porque una cosa es haber implementado tan revolucionaria estrategia en la Caracas (tal vez la más agresiva y afeada vía de cuantas vías hubo en la Bogotá de finales de los 90, en particular tras la troncal gestión del noble y para nada responsable ex presidente y ex alcalde) y otra muy, muy diferente lo será el hacerlo en la Avenida Alberto Lleras Camargo (léase Carrera Séptima).
 
Y es que si hay algo que parece no haber en la Séptima, una de las pocas  vías que podemos mostrar a los visitantes sin sonrojarnos, es espacio, o al menos nos queda ese sabor.
 
Seamos justos. Transmilenio ha traído consigo esa cultura subyacente al transporte masivo propia de lo que entendemos por mundo civilizado. Sería acto de supina desfachatez el quejarse de éste per se, olvidando al tiempo el panorama avérnico que rodeaba al transporte en la ciudad hace poco más de un lustro. ¿O a quién le gustaba ser viajante de un ‘cebollero’ o ‘dietético’ en 1990?
 
Pero aún hay cosas por aprender. Muchos usuarios, por ejemplo, no entienden que se entra por la derecha y se sale por la izquierda, y obstruyen las compuertas. Hay algo de hacinamiento, aunque ¿qué transporte masivo ha sido ajeno a él? El problema de las peña-lozas es por todos conocido.
 
En la que considero una buena evaluación sobre el diario discurrir de tal sistema, Mariana,  estudiante de 19 años me dijo: «Es molesto el resfriege (sic) de los hombres, que todo el tiempo están rozándola a una (sic) con sus remos. Una vez tuve que vaciar a un man que me la estaba restregando toda en la cara. Qué asco».
 
Pero de retorno al asunto que hoy nos convoca temo algún día se haga imposible el tránsito vehicular corriente por la Avenida. Que termine ocurriendo lo que muchas veces sucede por causa de bienintencionados intentos por hacer de la ciudad más amable y que quien camine sea el más perjudicado.
 
Se ha dicho que el diseño de Transmilenio por la Avenida Séptima será muy similar al de la Caracas, lo que me hace vaticinar una suerte de venidero despojo visual de gran calado.
 
Imaginemos por un instante a la horda de menesterosos representantes del proletariado capitalino (entre los que me cuento) corriendo presurosos cual jauría de velocirraptores hacia la posible estación de la Calle 93. Figurémonos las muchas ventas de pelanga y poco higiénicos zumos de frutas que tras el emplazamiento del sistema de transporte comenzarán a abundar en derredor. ¿Será que las prenderías y casas subrepticias de lenocinio comenzarán a crecer cual mala hierba en las inmediaciones de los Mercedes rojos?
 
Visualicemos lo imposible que será llevar tranquilo a algún turista a quien queramos impresionar con el discreto encanto de la Avenida, ahora atiborrada por el tráfago transmileniesco.
 
Por ahora queda la duda, pero espero el tiempo se encargue de acallar mis temores, por el bien de todos.
 
Grato sería el oír opiniones y augurios de jaeces distintas. Ya habrá tiempo de medir el impacto.
Ver reportaje gráfico adjunto
 

Compartir post