A raíz del aberrante caso de violación por parte de siete soldados del Ejército Nacional a una niña indígena en Risaralda, una horda de seguidores del uribismo, encabezados por la senadora María Fernanda Cabal, sugirieron que podría tratarse de un falso positivo judicial. Nada más ruin. Las respuestas del Gobierno y la Institución no fueron menos obtusas. El presidente Duque, abogado de formación, quería estrenar la cadena perpetua a violadores de menores de edad con este caso, aún cuando no es posible implementarla inmediatamente. Populismo punitivo. Y los comandantes del Ejército acudieron a los lugares comunes: “Hemos dado instrucciones precisas”; “son manzanas podridas que manchan el uniforme”; “no nos temblará la mano para tomar las medidas necesarias”.
La conversación, tristemente, no se centró en la atención a la víctima, las causas del hecho, la vulnerabilidad de más niñas en la comunidad o los canales de prevención, sino en los victimarios. Peor aún, a raíz de este tuit que escribí: “No son solo manzanas podridas. El Ejército violó una niña indígena. Se abren investigaciones y nada pasa”, lo primero que saltan a decir algunos guardianes de la solemnidad, el honor, el respeto, es que no hay que generalizar —eso sí, con insultos, ofensas y amenazas de por medio—. No les importa que siete soldados hayan accedido carnalmente a una menor de edad. Tampoco que una comunidad indígena, históricamente discriminada, siga siendo violentada de esa manera por quienes, se supone, protegen a las comunidades.
A ver. No es el primer caso de abuso en el Ejército. Esta Institución está construida desde sus cimientos como una estructura patriarcal y machista que poco le preocupa que este tipo de casos sucedan.
Algunos ejemplos que ha recopilado el portal “Sentiido”: Algunos miembros del Ejército Nacional apoyaron con recursos públicos la defensa del subteniente asesino Raúl Muñoz, que violó a dos niñas y mato a una de ellas junto con sus dos hermanos en Arauca. Así mismo, en febrero de este año la ONU halló tres casos de abuso sexual que involucran a militares en Arauca, Meta y Guaviare. El año pasado, Maritza Soto, capitana del Ejército, denunció al coronel Hernando Garzón Rey por acoso laboral y sexual. La capitana dijo en su momento: “me siento abandonada y perseguida”. Entre 2014 y 2015 cinco cadetes denunciaron a un comandante de les tocó sus genitales sin consentimiento. También, entre 2014 y 2018, el General Mauricio José Zabala acosó y abusó sexualmente de una “médica rural, una auxiliar de enfermería, una archivista, una capitana del Ejército y una estudiante de la Escuela Militar”. Así mismo, la brigada “La Popa”, comandada por Nicasio Martínez, fue denunciada, entre muchas otras cosas, por la violación de dos mujeres de la familia Pushaina. Una mujer con discapacidad auditiva fue abusada por un soldado de la Octava división del Ejército en Arauquita en 2019. Una bebé de cuatro meses fue abusada sexualmente por un soldado del Batallón de Infantería en Meta el 2017. Una niña Nukak Makú de 15 años fue secuestrada durante cuatro días, en los que fue abusada sexualmente por militares en Guaviare en septiembre de 2019. (Todas las notas de prensa y links que soportan estos casos están en este hilo de Twitter del portal www.sentiido.com).
Podría seguir mostrando casos. Por supuesto que no es justo hablar por todos y cada uno de los miembros, hombres y mujeres —sobre todo hombres—que hacen parte del Ejército. Pero aquellos que hacen su trabajo dignamente y no cooperan con la complicidad de ocultar estos casos, las chuzadas irregulares a periodistas y defensores de los derechos humanos y escándalos de corrupción al interior de las filas, no tienen que sentirse aludidos.
Lo que es trágico es que se van a seguir presentando casos como el de la niña indígena. Y van a volver a decir que son casos aislados. Ni siquiera el Ejército ha hecho un acto sincero de perdón y reparación a la menor, su familia y a esta comunidad indígena. Les mandan el Esmad a las mujeres indígenas que protestan al frente de una unidad militar. Tanto que este Gobierno y el Ejército idolatran a Estados Unidos, ¿Por qué no hacen, al menos, algo como los policías que pedían perdón arrodillados por el asesinato al afroamericano George Floyd?
Alguna vez el actor y comediante Chris Rock dijo en un show: “¿Manzanas podridas? Es una forma amable de decir asesinos. (…) Algunos trabajos no pueden tener manzanas podridas”. Bueno, parece ser que en el Ejército de Colombia es el tronco el que está podrido.
Adenda: Al terminar de escribir esta entrada leo en El País de España que el Ejército admitió que otra menor indígena fue abusada sexualmente por militares en el Guaviare. ¿Cuántos casos más siguen ocultos? ¿Van a seguir diciendo que no se puede generalizar? Por favor.
@soynicolasrg
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