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Desde los inicios de la humanidad, al empezar la etapa de cultivos, llegó un momento en que algunos grupos empezaron a producir mas de lo que se podían comer. Afortunadamente no todos cultivaban lo mismo y empezó el trueque. Lo que se producía de más para un grupo, se cambiaba por lo que otro grupo producía de más y así se fue expandiendo, hasta que se crearon las naciones y entonces ese trueque o intercambio de excedentes de toda clase empezó a hacerse entre ellos. Lo natural es exportar los excedentes de la producción e importar lo que el propio suelo o conocimiento no logra producir.

Como cosa rara, en Colombia no todo funciona como está o debe estar diseñado. Todo parece indicar que los colombianos tenemos un karma con nuestros productos de exportación. Un país bendecido en su suelo, gracias a nuestros dirigentes gubernamentales y gremiales, tiene que vivir como si fuera un país que no produce mucho, teniendo escasez de lo que mejor producimos, porque sale mucho mejor venderlo en dólares.

Mucho se ha hablado de que si un colombiano quiere tomarse una excelente taza de café, debe tomársela en uno de los países a los cuales lo exportamos o incluso la paga a precios exorbitantes por compañía extranjeras que lo venden en Colombia, con nuestro café de exportación. Tenemos nuestro propio petróleo y el combustible es uno de los más costosos del mundo. Y ahora la carne, que encontró un excelente mercado internacional, lo que hace que sus productores prefieran vender afuera, que permitir nuestra alimentación básica.

Entre las causas de la carestía actual de la carne en Colombia está el exceso de exportación, lo que produce una menor oferta disponible para el mercado interno. Por ello aumenta la demanda y su precio, una demanda aumentada artificialmente.

Haber oído que en el Meta, un departamento ganadero por excelencia, la carne escasea y que sus habitantes no la pueden comprar prende todas las alarmas. Y no es el único departamento, es ya general en el país. En otras palabras, todo parece indicar que es una escasez ocasionada por sus productores por falta de responsabilidad y consideración con sus compatriotas, que o no la pueden encontrar o no la pueden pagar si la encuentran. El exagerado valor del dólar, también artificialmente alto, hace aún más atractivas las ventas en el exterior hasta el punto de que no sea importante que los colombianos nos quedemos sin carne.

Entonces las asociaciones de ganaderos, no solo deben estar organizadas para beneficiar a los ganaderos, deberían también ser partícipes de la responsabilidad en la seguridad alimentaria de los colombianos. En el caso de la carne, el beneficio económico de exportar a mercados con mejores precios, por razones tan sencillas como el mayor poder adquisitivo de su población -con mayor costo de vida y mejores salarios promedio- no pueden ser la única razón valedera para estas asociaciones. Alguien en Colombia debe propender por encontrar un equilibrio que permita que los ciudadanos puedan seguir comiendo carne, y que no haya escasez siendo exportadores de este producto. Lo ideal sería regular el flujo de exportaciones al ritmo de afectación del precio interno del producto, o más importante aún, de saciar el hambre interna antes de sacar el producto.

La afectación a los colombianos por la avidez de exportación y la falta de control de las autoridades del caso, se da en muchos campos. Colombianos que producen alimentos elaborados con base en carne, les ha tocado subir el precio a sus productos elaborados. Otros han optado por no incluirla y la reemplazan con pollo, cerdo u otros; así de evidente es la escasez y alto costo de la carne en Colombia

¿Es este otro paso para ir sacando más productos de nuestros anaqueles? Cada día nos parecemos más a Venezuela, país que pusieron de ejemplo de lo que no podíamos llegar a ser, razón por la que votamos por quien elegimos, pero que cada vez nos parecemos más, nuestra moneda últimamente está entre las más devaluadas del mundo y ahora empiezan a sacar los alimentos de los anaqueles,. Grave cosa.

En lugar de tratar de ayudar a los colombianos, asociaciones como la Federación Colombiana de Ganaderos buscan son disculpas en cosas que sí sucedieron, pero no todas afectaron igualmente esta actividad. Por ejemplo, comentaron que la producción de carne bovina tuvo un freno con la pandemia y hasta el paro nacional, cuando hubo regiones donde el paro no influyó. Otras razones se atribuyen a que en el 2018 el país perdió su estatus sanitario como libre de aftosa, por lo que el precio del novillo gordo bajó. Esta caída no se reflejó en el precio al consumidor final, pero al recuperar su estatus sanitario ahí si subió el precio. Igual que el petróleo, cuando sube malo y cuando baja también. El consumidor colombiano nunca le toca lo bueno. Aquí, literalmente, siempre estamos en las vacas flacas, por la falta de conciencia social de los productores y las asociaciones, que trabajan solo para ellos y no para su responsabilidad con el pueblo colombiano.

La interpretación de la información no se puede toda acomodar en contra de los colombianos. La explicación de la contracción en el consumo de carne de res en Colombia, que bajó de 18,6 kilos per cápita, en 2019, a 17,1 kilos, en 2020, es claramente por el aumento de los precios y la disminución del poder adquisitivo de los colombianos, pérfida combinación que es responsabilidad de las autoridades equilibrar.

¿Qué organismo del gobierno, entonces, es el encargado de establecer límites a las exportaciones con base en la seguridad alimentaria? En términos exagerados, si exportamos todos los alimentos, dejaríamos a los colombianos sin qué comer. Bueno, en términos individuales eso ya está sucediendo con la carne: la están exportando en su mayoría. Eso es una gran irresponsabilidad de asociaciones de ganaderos que no están cumpliendo con su responsabilidad social, pues al favorecer a sus miembros, no puede llegar a desabastecer a los colombianos, ni convertir este producto en un bien elitista, que ya casi nadie puede comprar.

No se trata de un control de precios, se trata de no dejar viciar la normal oferta y demanda por la irresponsabilidad de colombianos que prefieren ganar más dinero a costa de privar a otros de llevar un pedazo de carne a su mesa, aunque sea una vez al día y algunos a la semana.

El gobierno está en deuda con los colombianos, con el cuento que no puede afectar la oferta y la demanda haciendo una fijación de precios de los alimentos, como siempre la disculpa para no hacer nada, deja que los productores o distribuidores afecten artificialmente esa demanda subiendo los precios a unos niveles inalcanzables para muchos colombianos. Además, deja que intermediarios acumulen y especulen sobre unos productos, a pesar que -en el caso de los productos agrícolas- cada vez le pagan menos a los agricultores. ¿Será posible que este gobierno, por lo menos, pueda cerrar decentemente su periodo en la parte alimentaria, evitando esa especulación, la exportación ilimitada, la importación de lo que producimos y garantizando la seguridad alimentaria a los colombianos?

El nivel de desesperación es tan alto ante los altos precios de la carne y otros alimentos, que algunos funcionarios irresponsables han debido salir a dar explicaciones, con la disculpa, como si la gente no entendiera, que no se puede llegar a un control de precios. Nadie quiere un control de precios, lo que realmente se quiere es que haya una política integral de garantía de la seguridad alimentaria, pero analizando todos los factores que la influyen. No pueden hacer como el borracho que busca las llaves debajo el poste que tiene la luz, sabiendo que se le cayeron en la oscuridad, es mirando todos esos factores.

No es ningún secreto que algunas medidas tomadas por el gobierno, no solo este, también los anteriores – pero este lo elegimos para corregir lo del anterior – influyen negativamente en los precios. Una, el combustible, que cada vez que aumenta el petróleo, sube, y cuando baja, no reduce su precio, este incide en los fletes de alimentos; otra, los peajes, que Invías es el primero que corre a subirlos, incluso antes del primero de enero de cada año. Otra es el dólar, que a pesar de toda la reactivación de exportaciones, un nivel récord de entrada de divisas por remesas y otros rubros, se mantiene alrededor de los $3800. También están los aranceles a los insumos del campo, que bien han podido o pueden regularse o suspenderse temporalmente durante los picos de inflación, que ya está en los dos dígitos en los productos, así el Dane nos muestre inflaciones de un dígito.

De lo anterior, podemos ver que al gobierno y los gremios les toca trabajar para que no se nos vaya a venezuelizar la alimentación en Colombia. Aunque cada factor se debe tratar por separado, no se puede perder de vista su incidencia nacional y la imagen general (the big picture). Difícil afectar un solo gremio y los compromisos que se tienen con cada uno de ellos por el interés general, pero más grave aún, incluso para esos mismos gremios, que la inflación se desborde, ya que bajarla después será cada vez más difícil. El mismo gremio que vendió a un precio alto, al bajar lo considerará una perdida. Especial cuidado, los gremios que tienen candidat@ a presidencia y congreso, con su muestra de irresponsabilidad y falta de preocupación por el bienestar de los colombianos le restan votos a sus candidat@s y muchos, un pueblo con hambre no va a dar su voto.

Si no lo hacen por interés en el bienestar de los colombianos, por lo menos háganlo por su propio interés político. Al paso que vamos en estos últimos dos meses, siguiendo esa tendencia para las elecciones tendremos una inflación desbordada que también desbordará el voto castigo. Es hora de trabajar, de solventar la devaluación del peso, de evitar seguir subiendo los combustibles y peajes, de dar alivios en la importación de insumos, de disminuir la importación de alimentos que producimos.

Si el gobierno y los gremios siguen con su miope mirada, pensando solo en su propio beneficio, los colombianos conscientes con capacidad de colaborar en estos rubros deben hacerlo, pues cuando lleguemos al nivel de inflación de nuestro vecino, no hay vuelta atrás. Los que hoy acumularon, en el mejor de los casos, les tocará irse de su país a un lugar donde por mucho que tengan, a costa del hambre de sus compatriotas, quien sabe cuánto les durará esa fortuna.

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PERFIL
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Ingeniero Naval Electrónico, Master of Science en Planeamiento y Gerencia de Recursos Internacionales de una universidad en Estados Unidos y Magister en Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana de Bogotá, más de 15 años en cargos directivos en organización sin animo de lucro y 10 en la empresa privada, incluyendo emprendimiento en la creación de dos empresas de tecnología. Profesor, exDecano, ex Director de Educación a nivel nacional, Ex-Vicerector y Ex-Rector de Entidad de Educación Superior, Ex-Consejero del CSSFP, Consejero del Consejo de Veteranos

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4 Comentarios
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  1. A un cerdo o un pollo hay que llevarle la comida al establo, por lo general importada, mientras que a un novillo lo tiran al potrero, le dan algo de sal y listo. Resulta que la carne del novillo vale el doble que la del cerdo o pollo. Alguien se esta haciendo muy rico con eso y muchos colombianos pagando el pato.

  2. davideanzola0615

    hay que ser miope para no saber que los precios de muchos bienes basicos incluidos los alimentos y muy especial carnicos an subido de precio efecto pandemico , por lo menos en los estados unidos.

  3. Porque no publica sus credenciales completas ?!?!!
    Cuál es la universidad extranjera dónde obtuvo un grado ???? Si lo obtuvo….
    De cuál universidad colombiana ha sido directivo?!?!?! Si lo fue….. En el cargo que dice…..

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