Desde el primer momento que se acabaron las elecciones, desde el mismo discurso de victoria, una de las primeras manifestaciones fue acerca de la invitación a un diálogo nacional, en un magnánimo llamado a que el país encontrara la forma de trabajar unidos para salir adelante. Desde ese momento, los colombianos, tanto los 11.281.002 que ganaron como los 10.580.399 que perdieron se sintieron aludidos para ese debate y aporte de ideas para lograr lo mejor, incluso quienes no votaron. El dialogo nacional abrió alguna ventana de esperanza a pesar del sentimiento tan profundo de derrota que sintieron como nunca antes estos 10.5 millones, porque una cosa es votar y ver que ganó otro candidato y otra es sentir que de verdad se perdió.
Despertando del guayabo del festejo triunfal, volvieron los miedos con los que fuimos asustados durante los últimos años y se empezó a descubrir de que se trataba el dialogo nacional. Según lo que se ha visto, al llamado ya se necesitaban invitaciones, llamadas especiales y pre-acuerdos, producto de los cuales uno a uno, partidos y políticos, fueron llegando como abejas a la miel al elegido, olvidándose en medio de su hipnotizada decisión, de quienes fueron sus seguidores, de quienes les habían creído sus indicaciones, sus arengas, “todos contra el coco”, “cualquiera menos el coco”, “si queda el coco me voy”, “el coco es lo peor que le puede pasar al país”.
A medida que avanza ese “dialogo nacional” hay cada vez más fotos de abrazos y sonrisas, se establecen acuerdos, algunos incluso incondicionales. La palabra odio, las ideologías y las prevenciones de muchos, fueron puestas a un lado y fueron reemplazadas por la unión y el “ambiente de dialogo”. Pero faltó un pequeño detalle, se reunieron todos los políticos con algún grado de decisión y de nombre, pero nadie habló ni le pregunto nada a sus partidarios, los mencionados se aseguraron su lugar en cercanía al elegido, sin pensar ni importarle sus seguidores, sin los que muchos llaman “la gente”, sin los colombianos, cero opinión, cero participación, el dialogo nacional no nos incluye.
El hecho de querer hablar solo con quienes tienen curules en el congreso para que aprueben cualquier proyecto, deja muchas dudas en las buenas intenciones de lo que allá se va a llevar. Quizá uno de los casos mas graves es el de los conservadores, donde hay mucho seguidor descontento, iniciando por su presidente, que renunció para darle paso al más afín al gobierno electo, quien sabe desde cuándo, pero no es el único caso.
El descontento es generalizado, porque tanto no nos incluyen, que muchos no estaban de acuerdo siquiera con hablar, menos con pasar a ser partido de gobierno y mucho menos con las primeras noticias de lo que va a ser el gobierno empezando con una expropiatoria Reforma Tributaria, digna de los más altos estándares de la OCDE, pero para ser pagados por los habitantes de Colombia. Sí, ese país de Suramérica en el que vivimos, que nunca se ha acercado ni poquito al desarrollo y que desde el primer momento que lo incluyeron en el country club de las organizaciones, hubo mucha oposición porque no tenemos con que pagar la membresía, ni el mantenimiento de tan exclusiva élite. No deja de ser contradictorio que el gobierno que busca favorecer a los más necesitados, quiera seguir perteneciendo a la élite de países, cuyos habitantes tienen unos salarios muy por encima de los nuestros, haciendo pagar a los que tienen muchas veces menos para cumplir sus estándares.
Las cuentas alegres de apoyos se hacen sobre unas exiguas mayorías en las elecciones, comparadas con los votos en contra. Incluso eso de la mitad de los ciudadanos es un decir, se podría pensar en una mayoría en contra si se tiene en cuenta a los abstencionistas. Es evidente que el ganador llegó con el tope de sus seguidores. De manera que quienes se abstuvieron conscientemente fue porque ninguno de los candidatos los movieron siquiera a ir a votar, o incluso esos nombres en contienda los desanimaron de hacerlo. Estamos hablando de 17.380.230 colombianos que tampoco están del lado del elegido, que aunque hasta el momento indiferentes, hay que ver cómo reaccionan ante las acciones del nuevo gobierno, desde las primeras de cambio, fácil prever que va a ser en contra con miras a semejante reforma tributaria y se confirma con voces del mismo partido que empiezan a alejarse en puntillas al no sentirse representados en la conformación de la comisión de empalme, y mucho menos en los primeros nombramientos. En total son 28.462.329, incluyendo además el voto en blanco, quienes no votaron por el elegido.
La reforma tributaria anunciada nos estrella con la realidad de lo que viene con el gobierno, confirmando a quienes nos mantuvieron tantos años asustados. El gobierno electo no hace ningún esfuerzo hasta la fecha para moderar esa imagen de coco y mostrar que el otro bando no tenía la razón, que los buenos no eran los otros sino los ahora ganadores, pero no, hasta ahora refuerzan esa imagen y la intranquilidad se aumenta, por la cantidad de impuestos que anuncian, porque el intento de ponerlos causó grandes problemas en el país, por anuncios sobre el manejo del petróleo y los combustibles y por antecedentes del designado para manejar la respectiva cartera, en no obtener los mejores resultados en cuanto a inflación, devaluación, desempleo y otros importantes rubros que no se maquillan como el crecimiento económico.
Ante la completa exclusión de los colombianos del dialogo nacional, quedan 28 millones de personas huérfanas políticamente, sin atención, sin importancia hasta ahora para el gobierno entrante, ávidos de una persona que los guíe, porque quienes se habían opuesto rotundamente incluso a la posibilidad que quedara quien ganó, ya aparecieron en un abrazo fraternal con él. 10.5 millones de colombianos nos quedamos con la esperanza de que no hubiera reforma tributaria, de la disminución del IVA, la corrupción y la burocracia, así como de muchas prebendas, todo eso por lo que votamos se esfumó y no se ve a nadie incluido en el dialogo nacional exigiendo que sea tenido en cuenta, ni siquiera quien lo propuso, que fue el primero en irse a un abrazo fraternal y al parecer incondicional con el ganador. Resultado: el país se está quedando sin oposición.
Ante lo anterior queda la pregunta:
¿La oposición será de los colombianos sin intermediarios?
¿Qué significa eso? Como se manifestará, el pueblo colombiano al no tener a nadie que tenga la capacidad de interlocución o incluso de entrar al Palacio de Nariño. Bueno, hay muchas formas ya inventadas y puestas en práctica y otras que irán surgiendo. La gran dificultad es que ante la necesidad de alguien que represente a 28 millones de colombianos que no votaron por el elegido, van surgiendo lideres excluidos, voluntariamente o por quien convoca el dialogo nacional, pero no se tiene una herramienta democrática para designarlo su representante.
El dialogo nacional que llena de esperanza a un gobierno democrático entre la clase política, se encuentra, en primera instancia, con un sentimiento de desazón entre los colombianos, de todos los pensamientos y esperanzas, en especial por las señales que se filtran de las escogencias y decisiones del nuevo gobierno.
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