Gustavo, el tamaño importa
Si la economía fuera al menos tan compleja como la panadería, podríamos decir que a Gustavo Petro el pan le salió chiquito y desabrido.
El de Petro es un pan pequeño, viejo y hasta con moho. Desagradable de solo imaginarlo.
Al primer panadero de la nación, cuando 50 millones de colombianos le exigen pan, la solución le parece cortar su diminuto y asqueroso pancito en 50 millones de rebanadas.
Fantasea con migajas distribuidas con implacable igualdad.
Lo lógico, sin embargo, sería hacer ese pan 50 millones de veces más grande y rico.
Y es que lo que el presidente no ha entendido, es que -al menos en economía y en panadería- el tamaño sí importa.
Y mucho.
Y si digo que el problema de la economía colombiana es el tamaño y no las rebanadas, lo que quiero decir es que la prioridad de Colombia debe ser acabar con la pobreza creciendo su riqueza, no acabar con la desigualdad repartiendo las migajas.
Es cuestión de prioridades.
Otras panaderías
Cuando miramos a los demás panaderos, en especial los de otros barrios, entendemos fácilmente porque el nuestro es un fracasado.
Mientras que los panaderos asiáticos, europeos y el estadounidense utilizan maquinaria de último modelo, la mayor tecnología del nuestro parece ser el fuego.
No le gusta utilizar hornos porque dice que los produjeron los “malditos capitalistas”, tiene muy poca harina porque la que puede comprar es importada y hacerlo “acabaría con la soberanía alimentaria”.
Cuando le ofrecieron clases para aprender a hacer mejor pan, el primer panadero de la nación se negó, pues dijo que él tenía “conocimiento ancestral” y con eso bastaba.
El primer panadero de Colombia sabe que en Estados Unidos, Europa y Asia han utilizado una receta simple para acabar con el hambre, pero su vanidad no lo deja utilizarla.
La receta que acaba la pobreza es sencilla: mercado hasta donde se pueda, Estado hasta donde nos toque.
El pan de Gustavo
Acá seré breve, pues todos estamos comiendo izquierda.
Algunos datos que nos deja el peor panadero de Colombia
- 0,7% creció la economía colombiana el primer trimestre de 2024. El menor crecimiento desde 2009.
- 10,6% de desempleo e informalidad del 42,7%.
- 24,8% cayó la inversión en 2023.
- 30% del presupuesto de la nación no se ejecutó, el menor en la última década.
El panadero que elegimos, se quedó verborreando y se durmió en los laureles.
Petro no busca lo mejor para Colombia, busca tener la razón en todo al costo que sea.
Y lo grave, es que como muestran los números, no tiene razón en nada.
Conclusión: ¿Y entonces?
¿Qué hacer?
Sencillo, enfocarse en volver a Colombia un país rico. Una vez seamos ricos, tendremos problemas de ricos, que son muy diferentes a nuestros problemas actuales.
¿Cómo volver a Colombia un país rico?
Enfocándonos en crecer de manera sostenida la economía colombiana por al menos una o dos décadas. Si el PIB de Colombia creciera al 10% por 20 años, le aseguro que la pobreza empieza a desaparecer.
¿Cómo crecemos agresivamente?
Capitalismo competitivo. El Estado tiene que fomentar la inversión, ser claro en las normas y dejar que el mercado haga lo suyo. Aprovechar nuestras oportunidades, capacitar el capital humano para que multinacionales vengan y dejen acá su dinero.
No hay que inventar la rueda dos veces. Todos los países del mundo que son ricos lo hicieron jalados por un capitalismo competitivo, que hizo a sus ciudadanos más ricos.
Pues en Colombia, tenemos que hacer lo mismo, y tenemos que hacerlo ya.
El problema de este panadero que nos gobierna, radica en que fundamenta su actuar, no, en la mejor y conocida receta, no usa ingredientes, usa obsesiones; la primera es acabar con la industria petrolera, por ser de origen norteamericano, la segunda es estatizar el ahorro pensional de los pocos trabajadores colombianos, para repartir las migajas, la tercera es estatizar el sistema de salud, para manejar los recursos y administrar los cien mil puestos que genera y la última, imponer sus obsesiones permanentemente.
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Usted antes ha tenido la «generosidad» de darle a Petro el apelativo de «panadero» , pero ese charlatán confundido no llega ni a aprendiz de un ventorrillo callejero de arepas..
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Excelente comentario de nuestra realidad
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