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La cara de un sonriente Armando Benedetti viene recurrentemente a mi cabeza.

Ocurre cuando me llega un correo de la DIAN. 

También cuando me pagan el salario y veo descuentos. 

Incluso, pagando un café con IVA del 19%, aparece, siempre sonriente y siempre juguetón, el honorable embajador.  

Y es que no es para menos, pagar impuestos en Colombia es un acto de fe tormentoso. 

El dinero que sudé y que trabajé honradamente puede estar pagando el desayuno de un estudiante en el Chocó o el Lamborghini de la hija de algún pícaro de Buenaventura.

Por lo mismo, pagar impuestos, en nuestro país, es un acto de heroísmo y de abnegación. Es también una forma en que los colombianos, a pesar de los pícaros, sostenemos a Colombia. 

¡Sea entonces!

Pero que paguemos impuestos de la mejor manera posible, no con el sistema confuso e ineficiente que tenemos hoy.

 

Cobran mucho, recaudan poco

 

Nuestro sistema tributario es malo e ineficiente. 

Es uno de los sistemas más confusos del mundo: todo tiene una excepción, y hasta las excepciones tienen excepciones, y las excepciones de las excepciones tienen otras excepciones. Y así, eternamente… 

Los impuestos, además, son altos y recaudan poco. 

Colombia es el 4 país del mundo con mayores impuestos sobre la renta de sociedades (Tax Foundation, 2022). Al tiempo, su recaudo en el PIB, representa la mitad de lo que lo hace en países del primer mundo. 

Tenemos una vaca lechera. Pero la alimentamos muy mal, no la dejamos casi tomar agua ni descansar. Al mismo tiempo, intentamos ordeñarla 3 o hasta 4 veces cada día, al punto de que las ubres de la vaca sangran. 

Peor aún, la leche que le robamos, la regamos casi toda en el camino. Estamos torturando en vano a nuestra vaca. 

Hoy, ese torturador es nuestro sistema tributario y nuestra economía es la vaca ensangrentada. 

¿No es el 4×1000 una grotesca tortura a la economía?

 

Cambiar la vaca por un caballo

 

¿Qué propongo?

Dejemos a la pobre vaca en paz, y compremos un caballo.

Un caballo joven, fuerte y vigoroso, que jale no al gobierno, sino a todo el país. 

No es la filosofía de ordeñar con impuestos hasta la última gota, sino la de crear un sistema tributario que incentive la creación de riqueza, y que sea esa riqueza, ese caballo fuerte y vigoroso, la que nos jalone a nosotros. 

Tal vez haya que bajar impuestos para aumentar el recaudo. A fin de cuentas, el 1% de un millón es más que el 99% de mil pesos. 

¿Sabe por qué si nuestros impuestos son altos recaudamos tan poco? Porque si no tenemos para comer, mucho menos tenemos para pagar impuestos.

El sistema tributario pone incentivos o desincentivos a la creación de riqueza. Y nuestro problema es, precisamente, de falta de riqueza.

Puntualmente, creo que debemos incorporar los siguientes puntos para crear riqueza:

  1. Simplificar los impuestos, acabar con las exenciones innecesarias y disminuir la diferencia de impuestos efectivamente pagados. Hoy 2 personas iguales pueden pagar impuestos muy diferentes según la habilidad de su contador.  
  2. Formalizar las empresas para que más empresas paguen impuestos, acordes a su tamaño y que no las asfixien. 
  3. Formalización del mercado laboral. Esto es Colombia, no Suiza. La legislación laboral tiene que ser realista y dejar de cerrarle la puerta a la mitad de los trabajadores colombianos. Literalmente, duplicaríamos los trabajadores aportantes. 

Nuestro sistema tributario se sobrecarga en quienes intentan crear riqueza más que en la verdadera riqueza en sí. 

¿Cómo se pagan impuestos en el país de Benedetti? Con sangre, con sudor y con lágrimas. 

Y por lo mismo hay que hacer que cada gota de sangre, cada gota de sudor y cada lágrima, verdaderamente cuenten. 

A fin de cuentas, el héroe de Colombia, no es otro que el colombiano de a pie. No es otro, que, trabajando y pagando impuestos, construye a Colombia de sol a sol. 

 

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