Los colombianos que ayer éramos pobres, ya no lo somos hoy. Según el lenguaje compasivo en boga, a nosotros los pobres no se nos debe llamar pobres, sino hombres en condición de salario mínimo mensual. Una pequeña dosis más de compasión en el lenguaje, y terminamos siendo ricos y poderosos.
Se tiende a creer que los pobres vamos por la vida esparciendo tristezas. No. Como premio a nuestra lealtad, el hambre suele darnos algunos ratos libres de cuando en cuando. No los empleamos para saciarnos. Por el contrario, los dedicamos a divertirnos, y a divertirnos a lo grande.
¿Y cómo lo logramos? Muy fácil: estando al tanto de la recocha que a diario nos brinda el circo más ameno y travieso del mundo: el maravilloso y sin igual circo de la política colombiana.
La rica variedad y la notable cantidad y calidad de espectáculos gratuitos que hoy ofrece este circo alegran nuestros peores días de hambre y escasez.
¿Cómo no divertirnos ante el bufón que se roba los dineros públicos? ¿Cómo contener la risa ante la riña continua de los cómicos de alto rango y autoridad? ¿Y cómo no gozar de esos masivos desfiles de payasos que llamamos marchas callejeras?
Las marchas, en efecto, constituyen la novedad que hoy en día más nos deleita. Sin embargo notamos que, aunque las mueve un pícaro y sincero espíritu político-circense, les falta organización seria y respetable.
Puesto que estamos dispuestos a sacrificar hasta el último aliento de nuestra preciosa y fecunda hambre por evitar que se agote tan generosa fuente de diversión, declaramos lo siguiente:
Es evidente que en el campo de las marchas hay ya una interesante competencia entre el equipo de la Izquierda y el de la Derecha, y que esta ardua disputa requiere de un organismo que la dirija y oriente.
Exigimos entonces la creación inmediata de la Federación Colombiana de Marchas Inocuas, y que se declare abierto y en desarrollo el Primer Gran Torneo Nacional de la Vagancia en Marcha.
Nuestra exigente y sensible pobreza podría aburrirse en un torneo en el que se enfrentan sólo dos contrincantes. Creemos que se debe estimular la formación de más equipos. Por ejemplo, ayudar a Cambio Radical para que tenga el suyo. Lo llamaríamos Los Coscorroneros.
Nuestro jolgorio crece en intensidad cuando nos concentramos en las mentiras que se dicen sobre la cantidad de personas que salen a marchar. Como al final ha de haber un campeón, exigimos que se declare ganador al equipo que más mentiras diga en este sentido y a lo largo del torneo.
(En cuanto a falsedades, la Derecha va adelante. En su momento calificó de multitudinaria la marcha del pasado 21 de abril. Falso. Una medición seria, a vuelo de pájaro, concluyó que para ser multitudinaria le faltaron…¡de ocho a diez personas!)
Estas magníficas recomendaciones deben ser puestas en práctica de inmediato. La diversión que nos producen las marchas es indecible. Gracias a ellas, nuestra querida pobreza renueva las energías que requiere para seguir progresando como lo ha hecho hasta ahora, y sin duda alguna lo seguirá haciendo.
Mientras haya para ella circo y marchas, claro está.
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