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Paloma Valencia, la senadora y veterana de 585 marchas infructuosas contra Petro, confesó que la lectura del fallo de la Corte de la Haya le causó una molesta indigestión intestinocerebral y “me inhabilitó, según el médico, para toda clase de lecturas durante los próximos seis años”.

Así comenzó ella su arenga a los veteranos reunidos en la Plaza de Bolívar el pasado 19 de julio. Mejor dicho, estaba allí, frente a ella, lo poco de carne y hueso que quedó de estos hombres después de su lucha a muerte en la guerra de los Mil Días, hace más de 120 años.

Sin embargo, no exhibían una avanzada antigüedad. Parecían, más bien, jóvenes recién resucitados y dispuestos a salir airosos de 120 años de inacción y de falta de guerras, y a inmolarse en la contienda que ella les dijera, y contra el enemigo que ella les indicara.

Envalentonada, Paloma retomó su tono veintejuliero y continuó vociferando:

“Compañeros veteranos: he decidido borrar del mapa a la Corte de la Haya. Y lo lograré si ustedes aceptan el siguiente cambio de nombre: el de Corte de la Haya… ¡Por el de Corte de la Haiga!”.

“A esto siguió el usual rosario de alaridos de aprobación. Para comenzar, los veteranos, emocionados, rugieron: ¡Así se le habla al pueblo! ¡Viva la Corte de la Haiga!”.

De nuevo la enardecida Paloma: “Este infortunado fallo sobre San Andrés intenta socavar el honesto y generoso principio que preside mi vida y mi ejercicio político, y es que nada bueno y alegre puede haber bajo el gobierno de Petro”.

Luego los veteranos, a grito entero: “¡Fuera Petro! ¡Que el excandidato Rodolfo Hérnandez traiga sus lisas nalgas y las meta en la Casa de Nariño, y con ellas adorne la silla presidencial!”.

Otra vez Paloma, encarnizada: “¿Con qué derecho viene esta bendita Corte a poner optimismo en el corazón de los colombianos, cuando yo he dedicado mi vida a la siembra en ellos del más negro y áspero de los pesimismos?

Ahora, los veteranos exaltados: ¡Muera el optimismo nacional! ¡Viva la oposición a Petro!

Finalmente, Paloma, frenética: “Si yo misma debo ir a Nicaragua y con mis pocas fuerzas extender su mar más allá de las 200 millas, yo lo haría. Por difamar aún más el gobierno de Petro, yo iría… ¡y lo haría!”.

Enseguida los veteranos con los puños en alto: “!Marchemos, que Paloma y la gloria nos llaman! !En lo militar, hoy somos el grandioso futuro de Colombia, como ayer nosotros mismos fuimos su más brillante pasado!”.

Con esto terminó la arenga. Los veteranos se retiraron con la esperanza de que cualquier día de estos serán llamados a morir en la guerra santa que les prometió Paloma contra la Corte de La Haiga.

Y ella, como política ejemplar y por el natural respeto que profesa a sus escasos electores, se esfumó de allí con la firme intención de incumplir la promesa que acababa de hacer al más que longevo puñado de veteranos.

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