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-¿Usted cree en la llorona?, me preguntó Fennys Tovar casi al finalizar nuestra conversación. -Es una leyenda, pero algo de verdad debe tener…- le respondí. -Yo le aseguro que sí existe y son muchas, cientos de mujeres que se la pasan preguntando por sus hijos desaparecidos en uno y otro lado sin tener respuestas. Esa es sólo una de las enseñanzas que le dejó la guerra a Fennys.

Esta mujer sencilla y humilde se puede ufanar de su oficio como escritora. Lo hace muy bien. Sin embargo, las circunstancias que la llevaron a cumplir ese sueño que tenía desde pequeña de escribir, no son muy alentadoras. Sin pasar por la academia mucho tiempo, es difícil conseguir trabajo y eso le pasó, tocando puertas, llevando hojas de vida y cuando estaba por rendirse, salió un trabajo cocinando para un grupo de mecánicos. La llevaron hasta su nuevo trabajo y allí se dio cuenta que era muy diferente a lo que le habían prometido, llegó a un campo paramilitar. Los engaños la llevaron a un nuevo giro en su vida, renunció, pero irse no era así de fácil y no la dejaron abandonar el campamento.

Ella es víctima del conflicto y logró escapar de una retención ilegal para contar una historia, pero no la suya. En medio de la convivencia en el campamento, y por lo que conocemos como ‘solidaridad de género’, Fennys hizo una amiga, una paramilitar de las más temidas en la zona, llamada ‘Lulú’ en el libro ‘Las tres orillas’ con el que la escritora empírica quiso mostrar las orillas que no vemos de nuestra guerra.

Lulú sufrió mucho más de cerca la violencia a comparación de Fennys, pero por sus circunstancias era considerada como la victimaria. Violada por su padre a los 8 años, creció con un resentimiento profundo por las injusticias de la vida misma, y al escuchar que la guerrilla mataba ‘gente mala’, se unió a ellos para vengarse del hombre que terminó con la infancia de ella y de sus hermanos. Años de servicio a la guerrilla no fueron suficientes para que ella no se cambiara de bando al ser capturada por los paramilitares, lugar donde conoció el amor de pareja y el amor de madre, pero sin acercarse a una historia rosa, Lulú conoció el odio y el instinto de supervivencia más que cualquier otro sentimiento. Fennys contó la historia de Lulú para hacer catarsis, pero cada página escrita le enseñó a no juzgar, a saber que existían situaciones más difíciles que la suya y a vencer sus miedos. Los venció y gracias a eso, hoy puede llamarse escritora.

Si la paz funciona, tal vez en un largo tiempo los escritores podrán narrar otras historias o anécdotas que les sucedan, o los libros de historias con desaparecidos y victimarios que son víctimas sean sólo ficción, eso espero aunque yo no alcance a disfrutar de ese momento porque tendrá que pasar mucho tiempo. Fennys ya escribió sobre la guerra, tal vez sus próximas páginas pueden ser con las letras del post conflicto, por ahora es la clara muestra de una mujer luchadora, que recuerda pero no odia sino que escribe y siempre sonríe.

 

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