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Hace 3 años, una mañana cualquiera, y no me pregunten cómo ocurren esas cosas, me desperté y en mi cabeza se conectaron dos ideas: biografía y  Rodolfo Llinás. Se me vino a la cabeza que él es alguien muy famoso, pero no sabemos qué demonios es lo que hace; a quien le preguntes ¿conoce a Rodolfo Llinás?, responderá que sí, pero si la siguiente pregunta es ¿qué descubrió?, nadie te explica, entonces dije: yo creo que puedo hacer esa tarea’. Así fue como comenzó la investigación autoimpuesta de Pablo Correa, el periodista y primer biógrafo del científico colombiano más importante del mundo.

Reseña de Rodolfo Llinás: la pregunta difícil, escrito por Pablo Correa.

El libro de Correa llegó a mis manos y lo disfruté página a página, entre más avanzaba, más quería descubrir el ‘detrás de cámara’ de cada anécdota que Pablo escudriñó en la vida de Llinás, tuve la oportunidad de conversar con el autor y eso me dejó ver la concepción del libro.

PC:Yo inicié estudiando medicina en la Universidad Industrial de Santander, estudié hasta séptimo semestre la carrera; en esa época yo me empecé a involucrar con una revista médica que hacían los estudiantes, íbamos a hacer un simposio y queríamos invitar científicos, entonces me encargaron buscar al doctor Llinás.

Eran los años noventa y él se había vuelta un personaje público y muy famoso en Colombia. Empecé a rastrear y a buscar al Dr. Llinás, comencé llamando a la Universidad de Nueva York, donde él trabajaba y siempre me contestaba su secretaria a quien le explicaba qué era lo que quería, nunca me lo pasaba y yo llamaba repetidamente hasta que un día me lo pasó, le dije quién era y que lo quería invitar a un simposio y el tipo me dijo de una: ¿sabe qué? ustedes los jóvenes tienen es que hacer la paz, hasta luego, y me colgó. Eso fue en 1996’.

Estoy segura que en esa época no se le pasaba por la mente que 15 años después sería su biógrafo, pero esa idea que surgió como inesperada fue aceptada por Llinás quien superando los 80 años ya comenzaba a tener la nostalgia y las ganas de recoger sus pasos. El proyecto comenzó a tomar forma con el acercamiento del periodista con el científico y su familia.

“Estábamos muy pequeños –recuerda Margarita–. Un día mi papá llegó con un jarrón de cristal muy lindo, y me dijo: ‘Ve y lo pones en el chiffonnier del cuarto, en el segundo piso, con mucho cuidado porque me lo trajo un cliente agradecido, no sé de dónde, y es irrompible, mejor dicho es lo último’. Subí con el jarrón y Rodolfo detrás de mí. Y me preguntó: ‘¿Mi papá dijo que era irrompible?’. ‘Sí, Rodolfo’. ‘¿Por qué no ensayamos?’. ‘¿Ensayamos qué?’. ‘A ver si sí se rompe o no’. ‘Rodolfo, ¿cómo se le ocurre?’. Él me decía que sí y yo le decía que no. Entonces me quitó el jarrón y lo arrojó por el vacío de la escalera. El jarrón se volvió polvo, y Rodolfo dijo, ‘¿Ves?, es mentira, no es irrompible’.

Los primeros encuentros fueron en Nueva York, un espacio que daba esa familiaridad que Correa necesitaba para verlo en su entorno, aunque ya tenía claro que el hombre al que se enfrentaba era un tipo de carácter fuerte e ideas claras.

Pablo no se considera escritor, asegura que el libro se construyó desde su perspectiva como periodista, que se trata de un reportaje muy largo. Como buen periodista reunió tanto material que, a la hora de sentarse a escribir, contaba con más de 500 artículos científicos, sumados a las entrevistas. No fue tarea fácil tener un equilibrio entre lo racional de sus estudios científicos y la percepción de su familia y amigos sobre este genio.

Pablo recuerda que una de sus clases de periodismo en la universidad le dejó claro que, al recrear una historia, siempre encontraría personas que guardan la memoria de dicha historia y eso fue justo lo que le ocurrió con este libro, se encontró con Patricia Llinás, hubiese podido ser otro familiar y tener que recorrer infinidad de caminos, pero encontró a la hermana que era, la que conservó durante toda su vida el recorrido de vida de su hermano y de su familia.

Fui acompañando como lectora el crecimiento de la familia Llinás, porque se logra divisar este árbol genealógico desde la llegada de sus ancestros al Atlántico, provenientes de España, pasando por anécdotas familiares que van desde el viaje de Rodolfo con su abuelo por el río Magdalena, algo que lo marcó por los descubrimientos que hizo en el camino, la relación con sus hermanas y las ocurrencias de Rodolfo que marcaron esas relaciones, cómo conoció a su esposa, hasta llegar a los temas más académicos; quiénes fueron sus mentores, ¿qué descubrió Llinás?, la ley Llinás y ¿Cuál es la pregunta difícil?

“Tardé un poco más de un mes en aprender a mantener la célula viva. Luego fue muy fácil. Luego se pudo hacer producción en masa”, recuerda Sugi, “nosotros no seguíamos a otros. Nosotros creábamos”. Llinás suele decirles a sus alumnos que no se preocupen por la tecnología, que si su pregunta de investigación es suficientemente buena entonces nadie habrá inventado tecnologías para responderla y tendrán que crear sus propias herramientas.

Más adelante, usando estas técnicas, Llinás, Sugi y Walton concluyeron que la memoria del movimiento no se encontraba en el cerebelo, un hallazgo que rompía con el paradigma establecido y que aún hoy es controversial.

Es evidente en esa familia que tienen algo, un truco, un as bajo la manga que responde a una pregunta que tuve desde la primera página ¿Cómo se forma un genio? Pablo dice frente a este tema que es clara la tensión que existe entre las dos respuestas a esta pregunta: el individuo crea esa genialidad o, tiene consigo todo un entorno que ayuda a ello. La respuesta del Dr. Llinás es educar en contexto, es decir, si hablamos a los niños de un río lo mejor sería mostrarles uno.

“Él estaba completamente decepcionado de nuestra educación en ciencia así que llevaba estudiantes de doctorado para que nos enseñaran (…) Era maravilloso, siempre aprendíamos el contexto. Muchas personas no saben de ciencia porque no la aprenden adecuadamente”, reflexiona Rafael (hijo de Llinás).

Alex (hijo de Rodolfo) dice que de su papá heredó el amor por la ciencia y la medicina, “me abrió los ojos para pensar más allá de las cosas que percibimos con los sentidos. Pero no tengo su intensidad y concentración. Soy más como mi mamá. Disfruto jugar con mis hijos, las cosas mundanas, ir al parque con ellos, ver sus descubrimientos diarios. Mi padre no haría algo así ni en un millón de años”.

Es la curiosidad la que forja genios y que, si los adultos que rodean ese entorno de crecimiento no dan las respuestas a cada pregunta sino dejan que el niño las encuentre, tendrán como resultado una persona que preguntará cada vez más, que no se conformará.

Además, la dupla perfecta de la educación en contexto, que es lo que más destaca Pablo de Llinás, es el trabajo incansable, la constancia de trabajar 16 horas diarias y de sentir como frustración que la vida es corta para todo lo que quisiera hacer.

El objetivo de Pablo Correa era, desde el inicio del proyecto, que a través de un lenguaje sencillo cualquier persona pudiera leer el libro y comprendiera la magnitud de una persona como Llinás, pero que, si un científico lo leía, no se sintiera defraudado. Lo logró.

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