Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.

Las FARC dejaron de existir como organización armada el día 27 de junio de 2017. Esto ya es un hecho, sin duda y personalmente, lo celebro. Sin duda alguna quedan muchos retos por afrontar a nivel de grupos armados (disidencias, paramilitares, etc.) y, en general, los profundos problemas de pobreza, desigualdad, lucha contra las drogas, tierras, corrupción, etc. La gente en el campo, en las zonas rurales del país, necesita alternativas claras de desarrollo donde la prioridad sea combatir los graves problemas que aquejan al país, no solamente que persigan el crecimiento económico que por supuesto que es fundamental, pero no es lo único. La generación de capacidades en las personas del campo debe ser una prioridad, así como el mejoramiento de su calidad de vida a corto, mediano y largo plazo.

Ante la crisis del petróleo, que nos ha dado tres cachetadas (reducción en la inversión extranjera, en las exportaciones y un fenómeno de oposición a la actividad creciente desde la comunidad), han surgido el turismo, el pago por servicios ambientales y la agroforestería, entre otros, como posibles salvavidas para el futuro del campo y del país entero. El turismo es un sector que es más estable a largo plazo que la minería, la agricultura y sectores manufactureros* sin embargo, mal gestionado, genera iguales o peores consecuencias que la minería. Es, además, una herramienta poderosa para el posconflicto dada su capacidad para reducir la pobreza y la desigualdad cuando las comunidades locales se empoderan y lo sacan adelante. Hay incluso quienes defienden la tesis que dice que el turismo contribuye a la generación de paz por el hecho de abrir un espacio para que grupos humanos de orígenes diferentes, se conozcan y reduzcan distancias culturales y diferencias generadas por prejuicios. El turismo, es entonces una gran oportunidad para el desarrollo rural y puede contribuir a la solución de los problemas más graves que tiene el país.

El gran riesgo que se corre al promover turismo en una zona de posconflicto, es que en las comunidades locales, aún hay dolor y en los turistas, algunas veces, suele haber un deseo por conocer la historia de las muertes, por saber cómo fueron las tomas, cómo era la vida entre las balas, o cómo vivían cuando había presencia de grupos armados. Ante estas inquietudes, hay una línea muy delgada entre lo que es morbo y el deseo por saber la historia del lugar. Cuando hay interés marcado sobre el pasado violento como atractivo turístico, se habla de turismo negro y es criticado por ser una práctica de alguna manera irresponsable al no contar con información completa de los sucesos y que, ante estos sesgos, pueden generarse re-victimizaciones y nuevas formas de conflicto.

Ante esto, surge el turismo de memoria como una forma de recordar el pasado, teniendo en cuenta a las víctimas como parte fundamental del posconflicto y se abren espacios para el desahogo, para la re-significación de los hechos violentos. La memoria se construye de manera colectiva, es un hecho social y que se puede transmitir a través del discurso manejado dentro de la experiencia turística. Incluso, se abren las puertas a museos y / o centros de memoria para la disposición de los locales y de las víctimas, lo cual permite un espacio de profundización y de compenetración con el pasado violento de los territorios. De esta manera, el turismo ayuda a sanar las heridas y contribuye a la enseñanza, al cambio social y a la no repetición.

Ahora, si bien el turismo de memoria es interesante y muy positivo, el turismo fénix lo es más. Este último, es un fenómeno que se viene dando ante los nuevos intereses de los viajeros que, cansados de los mismos destinos y actividades de siempre, buscan nuevas experiencias para sus vidas y sobre todo, espacios donde puedan ser útiles y contribuir para tener un mundo mejor. En esta línea, los destinos con contextos de posconflicto se convierten en epicentros de aprendizaje colectivo para turistas que buscan conectarse con la humanidad, aprender, escuchar, ampliar sus horizontes e incluso, conocerse a sí mismos a través de la visita a este tipo de lugares. Cada vez son más los viajeros que son responsables ambiental y socialmente, que valoran la cultura local y la respetan, que buscan contribuir de alguna manera. En este sentido, un destino turístico y su comunidad, surgen como el ave fénix, de la mano de los turistas.

PD1. Este artículo está basado en la siguiente publicación en la Revista Iberoamericana de Turismo – RITUR: Turismo y posconflicto en el municipio de la Macarena,  Meta – Colombia, escrito por la investigadora de la Universidad Externado de Colombia, Nancy Rueda y por mí (Jorge Bonilla).

PD2. *Ver los siguientes artículos para profundizar sobre este tema de la estabilidad del turismo en el largo plazo:

  • Croes, R., & Rivera, M. (2015). Poverty alleviation through tourism development: a comprehensive and integrated approach. Apple Academic Press.
  • Vanegas, M. & Croes, R. (2007). Tourism, economic expansion and poverty in Nicaragua: investigating cointegration and causal relations. Staff Paper Series – Department of Applied Economics, University of Minnesota. No. P07-10, pp.28. Recuperado de: https://www.cabdirect.org/cabdirect/abstract/20083067753

Compartir post