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Fueron largos los años en que Colombia permaneció por fuera de los itinerarios de gira de los más reconocidos músicos, siendo rara la ocasión en que un artista de talla mundial pasara por el país.

Ante la impotencia de los aficionados a la música colombianos, espectáculos como el de los Rolling Stones, Queen y Paul McCartney descrestaron audiencias de toda América Latina desde la década de los ochenta, evitando el paso por Colombia. Quizás porque dudaban del impacto de su música, y sin duda por el temor generado por los titulares de la prensa internacional, que armaban la imagen de una guerra civil disputada en las calles de las ciudades más importantes del país. Y aunque la situación (complicada, desde luego) no era tan apocalíptica como imaginaban, ni el público colombiano era tan light en sus gustos musicales, pocos artistas de relevancia mundial visitaron el país antes de 2010.

A falta de espectáculos de tal magnitud, fueron muy pocas las ocasiones en que se hizo necesario el uso de ‘El Campín’ de Bogotá como escenario. Y entonces muchos bogotanos se acostumbraron a que el estadio solo fuera utilizado para eventos deportivos, rechazando su uso para cualquier otro propósito.

Durante la década del 2000, para la mayoría de artistas que visitaron el país, como Metallica, Soda Stereo, Iron Maiden y Aerosmith, capaces de congregar un público superior a las 40 mil personas, parecía ser perfecto el extenso Parque Simón Bolívar. Pero otros artistas que llegaron al país años más tarde, como Paul McCartney o U2, han preferido a lo largo de sus carreras la acústica y la logística de los estadios, que además permiten ubicar al público en los distintos niveles de las tribunas, hasta el punto de hacerlo un requisito imprescindible para presentarse en vivo.

En cada una de las ocasiones inusuales en que El Campín ha sido prestado por la Alcaldía para conciertos, como lo fue el Concierto de Conciertos de 1988, uno de los momentos más importantes en la historia de la música en español, o la mítica (y caótica) presentación de Guns N’ Roses en 1992, el debate sobre si deben realizarse conciertos en el estadio ha vuelto a abrirse. Muchos preocupados hinchas de los equipos bogotanos, temiendo daños en el césped delicado y costoso de mantener, se han opuesto a que sea el escenario de espectáculos musicales. Y tienen razón a la hora de defender la conservación del campo de juego, así como la infraestructura misma del estadio.

Pero es un hecho que la grama ha permanecido intacta luego de los más recientes conciertos, abarcando la presentación de Paul McCartney en 2012, que devolvió la música al estadio El Campín luego de cerca de diez años sin conciertos en su suelo, así como los shows de U2 y los Rolling Stones. Las épocas en que los conciertos convertían el costoso campo en un corredor de lodo quedaron en el pasado, gracias al uso estricto de placas protectoras que evitan que los asistentes tengan contacto con el suelo.

Aunque es cierto que Bogotá requiere con urgencia un escenario para conciertos multitudinarios con condiciones acústicas impecables, también hay que reconocer que ningún teatro o coliseo podrá ser sede de espectáculos para más de veinte mil personas. Y entonces sirve recordar que otros icónicos estadios del mundo como Wembley, en Londres, o los de Vélez y Quilmes en Argentina, para solo mencionar algunos ejemplos, también son utilizados como escenarios de conciertos cuando la ocasión y la multitud lo ameritan.

Con las actuales condiciones que permiten el cuidado del campo, mantener el debate frente al uso de El Campín como escenario de conciertos resulta, cuando menos, anacrónico. ¡Hay ‘Campín’ suficiente para el fútbol y para la música!

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