La interinidad en las elecciones italianas y el proyecto europeo.
Para muchos el escenario actual italiano es catastrófico. La incertidumbre que surge de las pasadas elecciones, muestra con evidencia las dificultades que enfrenta un sistema político en el que convergen: una corrupción rampante encarnada por Silvio Berlusconi, la incapacidad de algunos políticos con propósitos loables pero sin margen de maniobra como Mario Monti, y la improvisación y excentricidad representada por el, hasta hace poco desconocido en política, Beppe Grillo.
Tamaña dificultad para un desencantado electorado italiano, que debe sumar a la crisis política, una desaceleración económica que arrastra desde hace varios años, y cuyos efectos más nocivos parecen los altos niveles de desempleo en los sectores de jóvenes (hasta 24 años). Precisamente la tasa de desempleo en este segmento llega al 37%, muy por encima del promedio de 11% del resto del país.
El temor en el resto de Europa es evidente, por lo que significa la llegada de líderes que amparados en la crisis económica, indentifican en la Unión Europea el origen de todos los males. Hace algunos meses, se pensó en una eventual salida de Grecia del bloque comunitario. Previamente, los discursos anti europeos de líderes como Vaclav Klaus en República Checa, Víctor Orban en Hungría o de los gemelos Kazcynski en Polonia hicieron pensar en una UE que se desplomaba a merced de los nacionalismos y de la crisis financiera.
La crisis política y económica de Italia, vuelve a evocar un escenario similar. No obstante, la respuesta de Europa debe ser la misma. El énfasis de la integración del denominado Viejo Continente, no se basa en lo económico. Por supuesto, dicha dimensión fue vital para la consolidación del proceso desde 1957 hasta le fecha. No obstante, la relevancia económica se explica en tanto que medio y no como fin. Dicho de otro modo, como lo plantearon los pioneros de la integración europea, el proceso debe estar motivado por la dimensión política apoyándose en la dimensión comercial.
Tres preguntas surgen con respecto a Italia y los efectos que su crisis pueda tener sobre el resto de Europa. ¿Tiene la UE algún margen de acción para intervenir en la crisis italiana? En el pasado, el bloque comunitario desempeñó un papel vital para el saneamiento de la política de otros Estados del continente. Ahora, con el resurgimiento del nacionalismo, dicha función parece seriamente apocada. ¿Estas crisis tendrán un efecto en los Estados de Europa Central y Oriental con la ambición de convertirse en miembros plenos del bloque? La reconciliación de Europa en la Posguerra Fría pasa inexorablemente por la integración de los Balcanes Occidentales, en Estados como Croacia (inminente miembro), Serbia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro y Macedonia. Y por último, ¿cuál es la vigencia del nacionalismo europeo en el marco de la UE? En la década de los noventa se pensó como un tema superado. No obstante, sigue siendo un fantasma que recorre Europa.
Italia tiende a convertirse en un escenario de prueba para el proyecto comunitario; el triunfo de Berlusconi, es la derrota de Europa.
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