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La derrota del correísmo en Ecuador tiene sus orígenes en la preparación de la salida contingente de Rafael Correa de la vida política. Eso ocurrió en 2015 cuando Alianza País, en ese momento partido oficialista, aprobó en la Asamblea Nacional o Congreso una enmienda constitucional para permitir la reelección indefinida, que solo entraría en vigencia a partir de 2021. Eso le permitiría al máximo líder una pausa de cuatro años, para, posteriormente, volver a la política y continuar con las transformaciones.

En 2016, se produjo el segundo suceso que hoy tiene a la Unión por la Esperanza de Andrés Arauz como principal fuerza de oposición con la derrota a cuestas: la elección en primarias de Lenín Moreno como sucesor y cabeza del partido, un craso error, pues en estos cuatro años el mandatario se dedicó a relativizar todas las conquistas de la denominada Revolución Ciudadana, además de hacer presión sobre el aparato judicial (Corte Nacional de Justicia y Fiscalía) para conseguir la muerte política de cualquier dirigente cercano a Correa. Eso explica que las grandes figuras, o al menos las más visibles, como Gabriela Rivadeneira, Ricardo Patiño, Jorge Glas o Guillaume Long, entre otros, tuvieran que exiliarse hasta diezmar al correísmo.  Andrés Arauz tenía todas las credenciales para convertirse en presidente, pero las fracturas en el correísmo y los temores por un eventual retorno de prácticas autoritarias terminaron por conspirar en su contra.

Guillermo Lasso, por su parte, supo aprovechar el clima de incertidumbre y su principal mérito fue convencer a los ecuatorianos que encarnaba el discurso de unidad y reconciliación en un país que arrastra los efectos de la polarización por más de una década. El futuro mandatario logró alcanzar a los sectores indecisos que, como se sabía, representaban un porcentaje cercano al 60%, por lo cual, serían definitivos en la elección tal como se comprobó el domingo pasado. Igual que Rafael Correa en 2006, Lasso perdió la primera vuelta, pero apoyado por sectores independientes e indecisos logró imponerse y arrebatarle el triunfo a Arauz.

Ahora todos apuntan precipitadamente a señalar al movimiento indígena Pachakutik como el principal aliado y factor explicativo de la victoria del candidato de la derecha. No obstante, Pachakutik es uno de los grandes perdedores de la contienda, incluso por encima del propio correísmo y Arauz. Una vez más, el movimiento, esta en cabeza de un improvisado candidato, fue incapaz de mantener el discurso de independencia frente al establecimiento y, como ocurrió a comienzos de siglo con Lucio Gutiérrez, participa y apoya a un candidato que representa los valores antagónicos que llevaron a las movilizaciones indígenas más significativas a los largo de los 90.  Lasso como neoliberal, tecnócrata y seguidor del libre comercio está muy lejos de esos ideales. Por consiguiente, no se entiende el pacto entre indígenas y derecha, en el que los primeros sacrifican toda su coherencia ideológica con tal de participar del reparto del poder.

Andrés Arauz deberá aprovechar estos cuatro años para consolidarse como político de la oposición, pues, aún con la derrota, la Unión por la Esperanza es la principal fuerza política en la Asamblea Nacional. El margen de maniobra de Lasso es estrecho por no tener una fuerza significativa en el legislativo y deberá mantener una coalición de gobierno en medio de una severa crisis económica, una situación sanitaria crítica y el desprestigio de una clase política de la cual no se puede reivindicar como independiente. Cualquier titubeo o salida en falso puede devolver a Ecuador al pasado, cuando las rupturas en las coaliciones conducían al desgobierno y al caos. El país entra en una nueva era de frágiles equilibrios.

@mauricio181212

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