Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.

El mejor momento de Europa Occidental se vivió cuando uno a uno, fueron cayendo los regímenes que preconizaban el socialismo real, como Polonia, Checoslovaquia o Rumania. Con todo esto se pensó que era posible un continente unido alrededor de unos valores que en la Posguerra Fría habían triunfado. De todo ese ideario, parece quedar muy poco por estos días.

Europa ha ido olvidando esos ideales y se ha aventurado en acciones en su política exterior que desdibujan esos valores. Por supuesto, la entrada de muchos de esos Estados de Europa Central y Oriental a la Unión Europea daba muestras de valentía para apoyar la decisión que esas naciones habían tomado. No obstante, con la llegada del nuevo siglo, Europa ha cedido terreno y ha preferido aparecer en segundo plano acompañando a un desatinado Estados Unidos, o por la vía de la Alianza Militar (OTAN) o en acciones que en nada reflejan los valores europeos con los que se fundó la UE.

La guerra absurda de Irak que Estados Unidos emprendió en 2003, contó con el apoyo de un número significativo de Estados de Europa, aunque en la memoria colectiva del mundo se piense que la UE fue disidente de ese proceso. Si bien Alemania y Francia se opusieron a semejante intervención ilegal y desastrosa, europeos como España, Reino Unido, y Polonia apoyaron al gobierno de George Bush, e incluso apoyaron militarmente a Washington en la incursión que hoy millones perciben a través de medios con horror,  mientras Irak se hunde sin que parezca existir forma de evitarlo.

A esto siguió una campaña europea de silencio cómplice con los crímenes cometidos por Israel en los Territorios Ocupados. Sí, aunque parezca inverosímil, esa Europa que luchó por los Derechos Humanos de primera generación en esas repúblicas sometidas al socialismo real durante la Guerra Fría, decidió claudicar e ignorar el reclamo de los palestinos que exigían a Tel Aviv el cumplimiento de los Acuerdos de Oslo que ese gobierno ha ignorado desde comienzos de los noventa, fecha desde la cual no existe una conexión fluida entre la Franja de Gaza y Cisjordania.

En 2011, Francia y Reino Unido asumiendo un rol patético decidieron intervenir militarmente en Libia por los abusos cometidos por el Coronel Muammar Gaddafi en contra de la población. Extraña actitud de activismo que contrasta con la pasividad frente al tema palestino, a pesar de que el argumento se vería más reflejado en los Territorios Ocupados que en Libia.

Por eso, esta nueva Europa no tiene ninguna oportunidad con una Rusia, fría, moderada y ante todo coherente cuando se trata de valores en su política exterior. A Vladimir Putin se le puede detestar por cualquier razón, pero sin duda alguna, Moscú ha defendido un ideal en sus acciones en el exterior: en aquellos territorios donde exista población ruso parlante, Rusia se siente en el deber moral de intervenir. Puede que la idea sea polémica y que despierte debate, pero al menos deja entrever una coherencia ideológica que permite evaluar el éxito o fracaso de lo decidido desde el Kremlin en virtud de lo que se persigue.

La crisis a propósito de Ucrania muestra que los desaciertos de Europa tienen efectos sobre el continente y sobre el globo. No obstante, existe una forma más efectiva de encontrar nuevamente un equilibrio, y que consiste en abandonar la política de superioridad moral frente a Rusia y reconocer que solo a partir de una negociación que incluya a Moscú se puede resolver el conflicto. Cualquier salida que excluya a Rusia replica los errores del pasado con tantos efectos sobre el presente.

Compartir post