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«A partir de este momento, el municipio de Soyapango, está totalmente cercado», con este trino Nayib Bukele anunció en Twitter el inmenso operativo militar y policial desplegado en una de las ciudades adyacentes a San Salvador, fuertemente golpeada por la actividades de pandillas o maras. 8500 soldados y 1500 policías llegaron al municipio donde se han producido poco más de una decena de arrestos de miembros de las temidas pandillas Mara Salvatrucha o más conocida como MS13. Para acelerar la ofensiva en marzo de este año, Bukele decretó el Estado de excepción que le confiere poderes especiales para controlar la situación de orden público aumentando, a su vez, las prerrogativas de la Fuerza Pública. Gracias a la aprobación sistemática de estos decretos de emergencia, entre otros, El Salvador ha conseguido una reducción significativa e histórica de la tasa de homicidios. Esta venía en descenso, incluso antes de la llegada del actual mandatario, cuando aún era presidente Salvador Sánchez Cerén del partido político surgido de la antigua guerrilla Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional.

La situación de inseguridad y temor en El Salvador como en otras naciones de América Central como Honduras, Guatemala y México, ha sido crítica en el último tiempo. Estas pandillas surgieron en la década de los 80 en California como grupos criminales que protegían a migrantes en situación irregular en la costa Oeste de los Estados Unidos. Sin embargo,  fueron presentándose deportaciones y su llegada a América Central significó la multiplicación de delitos como el secuestro, los robos, el tráfico de drogas, de armas, y violaciones entre otros. San Pedro Sula en Honduras ocupó durante mucho tiempo el título de la ciudad más insegura y violenta del mundo, una posición que le arrebataron ciudades mexicanas como Tijuana , Zamora, Ciudad Juarez y Victoria.  En 2015, El Salvador alcanzó la aterradora cifra de 103 homicidios por cada 100 mil habitantes. Para hacerse una idea de la magnitud, basta recordar que los peores años de la violencia en Colombia ocurrieron entre 1989 y 1990 y esa tasa llegó a 90 por cada 100 mil habitantes.  La reducción salvadoreña que comenzó en el ultimo tramo del mandato de Sanchez Cerén tiene esa tasa hoy situada en el orden de los 17 homicidios por 100 mil habitantes. En Tijuana esa tasa es de 138 y en San Pedro Sula alcanzó a rozar los 160 homicidios.

Esta política de arrestos masivos de pandilleros que este año podría completar los 60 mil, ha catapultado la popularidad de Nayib Bukele, que supera el 85 % y lo convierte de lejos en el mandatario con mayor aceptación de América Latina, zona donde la aprobación de mandatarios tiende a ser cada vez menor. No obstante, detrás de los éxitos en materia de seguridad, hay graves contradicciones advertidas por organizaciones defensoras de derechos humanos, en particular Amnistía Internacional. La ONG advierte que se habrían cometido varios abusos durante las situaciones de emergencia que incluyen la muerte de unas 18 personas bajo tutela del Estado e incluso organizaciones como Cristosal advierten que esa cifra puede llegar a 80.

Como resulta apenas obvio, Bukele ha manifestado su deseo por aspirar a una reelección en 2024, luego de una controversia jurídica que se terminó saldando a su favor. Organizaciones sociales han advertido acerca de un giro autoritario por el poder en ascenso del ejecutivo en detrimento de otros, en especial del judicial. En 2021, la Asamblea Nacional (Congreso) de mayoría oficialista removió buena parte de los magistrados de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, la más alta instancia de esa rama del poder público, con lo cual, el presidente dispone de un margen de maniobra sin antecedentes.

Las imágenes cinematográficas de la operación militar y policial en Soyapango le dan la vuelta al mundo y significan para Bukele la admiración de la derecha latinoamericana que ve en su figura, un ejemplo a seguir tras el fracaso de los gobiernos tecnócratas, empresariales o conservadores de Mauricio Macri, Enrique Peña-Nieto, Pedro Pablo Kuzcynski, Sebastián Piñera e Iván Duque. Por primera vez desde Alberto Fujimori y Álvaro Uribe Vélez, un mandatario claramente de derecha impone un estilo con niveles de popularidad que no permiten advertir en los graves excesos en los que se está incurriendo para garantizar la seguridad. El pasado reciente latinoamericano está lleno de lecciones en las que en la euforia del momento, nadie quiere reparar.

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@mauricio181212

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